Cerrar los ojos, los oídos, la memoria, la imaginación y el pensamiento para todo lo de afuera, ¡A estar sólo con Dios!
Nuestro Señor, Jesús, dice en el Evangelio: “Levántate”, “Anda”, “Sígueme”, y ordena a los suyos: “Descansen un poco”.
¡Qué interesantes enseñanzas ofrecen estos “Descansos” del Evangelio y las ocasiones en que se mandaban! Unas veces se da esa orden después de un día de muchos milagros; otras, después de grandes ovaciones y exaltaciones, ora a continuación de cansancios y ahogos apostólicos, ora en presencia de persecuciones dolorosas, ¿Qué significa eso? ¿Qué enseña ese acudir al descanso antes y después de los grandes triunfos de su misericordia sobre nuestra miseria, de su poder sobre nuestras ingratitudes? ¿Tan misteriosa virtud encierra ese descanso?
El misterio del descanso
Ese “descansen un poco” no es el dormir sin cuidado de los discípulos de Getsemaní, ni es tampoco el volver la cara atrás mientras se lleva la mano puesta sobre el arado, de los inconstantes, ni el enterrar el único talento para no tener que explotarlo, de los desconfiados ; nada de eso.
El “Descansar un poco” que precede o sigue a las grandes acciones evangélicas es un laborioso descansar, es un dejar quietos los ojos, los oídos, los pies y las manos para reconcentrar la actividad que se quita al cuerpo en el alma y ésta vea, oiga y se entregue más entera- mente a su Dios. ¡Ah!, y ¡qué bien se ve a Dios con los ojos cerrados, sin ver caras ni de amigos ni de enemigos, sin ver bellezas de tierra que distraen, ni fealdades de acciones que inquietan!, y ¡qué bien se oye a Dios con los oídos tapa- dos para no dejar pasar al alma ruidos ni de alabanzas ni de halagos, ni de perfidias!, y ¡qué bien se siente a Dios en el alma cuando con voluntad firme y entendimiento dócil se dice a sentimientos e ideas, a afectos y a recuerdos, a ilusiones y a sueños: ¡atrás, que ahora está el alma con Dios!
Y, ¡viene tan bien ver, oír y sentir a Dios en el alma con frecuencia! Y nota que digo a Dios en el alma; porque aquellos apóstoles a quienes ordenaba descansar, tenían la dicha de ver a Dios, que era Jesús, en cuanto hacían, veían y oían; pero era preciso verlo y oírlo y sentirlo a Él solo, sin turbas de agradecimientos, sin ejércitos de dolientes, sin grupos de perseguidores, a Él solo en la soledad del alma; ése es el “descansad un poco” del Evangelio, bien está que pasen los días andando caminos, saltando montes, atravesando ríos, visitando pueblos y llamando de puerta en puerta en busca de almas para sus Sagrarios; bien está que quiten a sus noches de sueño horas y horas para alargar sus días de labor; bien está, pero descansen un poco delante de sus Sagrarios antes de empezar sus días y después de darle remate.
¡Al Sagrario! Cerrados los ojos y los oídos y la memoria y la imaginación y el pensamiento para todo lo de fuera, ¡a estar con Dios solo! ¡Ya lo sentirán llegar…!, y si permanecen quietecitos allí, ya lo oirán hablar, y si no quiere hablar ya verán después cuando vuelvan al trabajo cómo les hizo o les dejó algo, por lo menos esos ratos de descanso ante el Sagrario, les servirán para que aprecien clara y distintamente la parte de Dios y la parte de ustedes en sus trabajos pendientes, en el afecto dominante, en la idea que halagan, en el celo, en la virtud, que al parecer les adorna… Agiten con violencia el aceite y el agua contenidos en un vaso y desaparecerán ante sus vistas uno y otra. Déjenlo en reposo y verán cómo poco a poco el agua se precipita al fondo y el aceite vuelve a flotar en la superficie enteramente desprendido del agua.
¿Comprenden el símil?
¿Comprenden por qué el Maestro invitaba tantas veces al reposo a sus cooperadores? ¡Es tan fácil que la agitación del trabajo cotidiano y aun del ministerio apostólico nos quite la vista de lo que pone Dios y ponemos nosotros en ellos y nos induzca a confusiones y a equivocaciones lamentables! ¡Descansen un poco! Y verán cómo el reposo precipita al fondo de sus conciencias las miserias y torpezas de la parte del hombre y hace flotar las maravillas de misericordia y gracia de la parte de Dios… Y ¿les parece poco ir sabiendo en cada obra que hacemos, en cada beneficio o persecución que recibimos la parte de Dios para agradecerla y secundarla y la parte nuestra para corregirla, si es defectuosa, reforzarla, si es débil, anularla, si es perjudicial, o guardar- la perseverante, si es buena? ¡No se cansen de descansar! Vuelvo a decirles, ¡a descansar un poco todos los días en el Sagrario!, ¡a estar a solas con Dios! Trabajen con sus pies, con sus ma- nos, con sus bocas, con sus cabezas, con todo sus corazones… pero, ¡por Dios!, que no se olviden el trabajar de rodillas…, esto es, ¡descansen un poco!
Habla al Mundo es un proyecto de formación y difusión de la Divina Misericordia.
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Jesús, en Vos confío