InicioQué es la Divina MisericordiaLa Coronilla de la Divina Misericordia

La Coronilla de la Divina Misericordia

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La Coronilla de la Divina Misericordia es una oración enseñada por Jesucristo a sor Faustina, deseando que sea rezada por todas las personas. Al igual que en la veneración de la imagen, el rezo de la coronilla contiene una gracia especial que proviene del mismo hecho de ser un don de Dios: “Las entrañas de mi misericordia se enternecen por quienes rezan esta coronilla” (D. 848).

Al rezar la coronilla ofrecemos a Dios Padre “el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad” de Jesucristo como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero. Al unirnos al sacrificio de Jesús, apelamos a este amor con el que Dios Padre ama a su Hijo.

Esta forma exterior de dar culto a la Divina Misericordia está unida, como venimos diciendo, a la confianza y a las obras de caridad. De hecho, la misma oración de la coronilla se constituye en una de las siete obras de misericordia espirituales: orar por vivos y difuntos. La coronilla tiene un énfasis especial en los pecadores y los moribundos.

Esta forma de culto pedida por el Señor en el Diario recibe el nombre de rosario o Coronilla de la Divina Misericordia. Jesucristo enseñó esta oración a sor Faustina entre el 13 y el 14 de septiembre de 1935 (fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz) en Vilna (hoy capital de Lituania). Ella se encontraba en su celda cuando tuvo la visión de un ángel que venía a la tierra para castigar al mundo por sus pecados. Ella vio esto como un signo de la “ira divina”, y empezó a pedirle al ángel que se contuviera por algún tiempo de llevar a cabo sus propósitos, asegurándole que el mundo haría penitencia. Sin embargo, cuando ella se halló ante la majestad de la Santísima Trinidad, no se atrevió ya a repetir esta súplica. No fue hasta que sintió el poder de la gracia de Jesús en su alma, que comenzó a rezar con las palabras de una oración que iba oyendo interiormente. Así lo dejó escrito en su Diario: “Cuando así rezaba, vi la impotencia del ángel que no podía cumplir el justo castigo que correspondía por los pecados” (cf. D. 474-475).

Es el Señor quien le enseña a sor Faustina cómo debe rezarse la coronilla para impedir aquel justo castigo: “Con un rosario común, de modo siguiente: primero rezarás una vez el Padre nuestro, el Ave María y el Credo, después, en las cuentas correspondientes al Padre Nuestro, dirás las siguientes palabras: Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero; en las cuentas del Ave María, dirás las siguientes palabras: Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Para terminar, dirás tres veces estas palabras: Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero” (D. 476).

Rezando la coronilla (sin agregar ni quitar nada a lo revelado por Cristo) pedimos “misericordia para nosotros y el mundo entero”, haciendo de este modo un acto de misericordia; y si es rezada con Confianza en la Misericordia Divina y cumpliendo las condiciones que deben caracterizar cada buena oración (la humildad, la perseverancia, la sumisión a la voluntad de Dios), los fieles podemos esperar el cumplimiento de las promesas de Cristo.

Promesas

Una promesa general y dos promesas particulares están vinculadas a la Coronilla de la Divina Misericordia. Jesucristo formula la promesa general en las siguientes palabras: “A través del rezo de este rosario obtendrás todo, si lo que pides está de acuerdo con mi voluntad” (D. 1731), “A quienes recen esta coronilla, Me complazco en darles lo que Me pidan” (D. 1541), “El Señor me ha dado a conocer que a través de esta oración se puede obtener todo” (D. 1128).

  • La primera promesa particular está dirigida a todo aquel que rece esta oración, y destaca la importancia que tiene para la hora de la muerte: “Todo aquel que rece [la coronilla] se hará acreedor de gran misericordia a la hora de la muerte. […] Hasta el pecador más empedernido, si la reza tan solo una vez, recibirá la gracia de mi misericordia infinita” (D. 687), “A las almas que recen esta coronilla, Mi misericordia las envolverá en la vida y especialmente a la hora de la muerte” (D. 754), “Cuando la recen los pecadores empedernidos, colmaré sus almas de paz y la hora de su muerte será feliz” (D. 1541). El Señor da mucha importancia a este momento del paso de la vida terrena a la eterna y por eso promete a todo el que la rece con confianza y con corazón dirigido a la caridad fraterna, que por esta oración tendrán una muerte serena y sin temor “no tendrán miedo. Mi misericordia las protegerá en ese último combate…” (D. 1540).
  • La segunda promesa se refiere a la persona agonizante por la cual el devoto quiera ofrecer su oración: “Cuando cerca de un agonizante es rezada esta coronilla, se aplaca la ira divina y la insondable misericordia envuelve al alma y se conmueven las entrañas de Mi misericordia por la dolorosa Pasión de Mi Hijo” (D. 811). Y más adelante: “me pondré entre el Padre y el alma agonizante, no como juez, sino como Salvador misericordioso” (D. 1541). Además, el Señor dice: “Defenderé como Mi gloria a cada alma que rece esta coronilla en la hora de la muerte, o cuando los demás la recen junto al agonizante, quienes le obtendrán el mismo perdón” (D. 811).

(Libro «La Divina Misericordia prepara al mundo», P. Mauro Carlorosi co.)

 

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