El Señor puso un tesoro de gracias en sus manos. ¡Aprovechémoslo!
Presentamos el numeral Nº 31 del Diario de santa Faustina Kowalska.
31 – Una vez vi una multitud de gente en nuestra capilla y delante de ella y en la calle por no caber dentro. La capilla estaba adornaba para una solemnidad. Cerca del altar había muchos eclesiásticos, además de nuestras hermanas y las de muchas otras Congregaciones. Todos estaban esperando a la persona que debía ocupar lugar en el altar. De repente oí una voz de que era yo quien iba a ocupar lugar en el altar. Pero en cuanto salí de la habitación para cruzar el patio e ir a la capilla siguiendo la voz que me llamaba, todas las personas empezaron a tirar contra mí lo que podían: lodo, piedras, arena, escobas. Al primer momento vacilé si avanzar o no, pero la voz me llamaba aun con más fuerza y a pesar de todo comencé a avanzar con valor. Cuando crucé el umbral de la capilla, las superioras, las hermanas y las alumnas e incluso los padres, empezaron a golpearme con lo que podían, así que, queriendo o no, tuve que subir rápido al lugar destinado en el altar. En cuanto ocupé el lugar destinado, la misma gente y las alumnas, y las hermanas, y las superioras, y los padres, todos empezaron a alargar las manos y a pedir gracias. Yo no les guardaba resentimiento por haber arrojado contra mí todas esas cosas, y al contrario tenía un amor especial a las personas que me obligaron a subir con más prisa al lugar del destino. En aquel momento una felicidad inconcebible inundó mi alma y oí esas palabras: “Haz lo que quieras, distribuye gracias como quieras, a quien quieras y cuando quieras”. La visión desapareció enseguida.
Preguntas para la reflexión:
1 – ¿Busco la intercesión de santa Faustina frecuentemente?
2 – ¿Soy consciente de su misión y la mía en este tiempo?
3 – ¿Conozco el testimonio de alguna gracia obtenida por su intercesión? Comentarla.