Evangelio
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino el testigo de la luz. Este es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: “¿Quién eres tú?” El confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: “Yo no soy el Mesías”. “¿Quién eres, entonces?”, le preguntaron: “¿Eres Elías?” Juan dijo: “No”. “¿Eres el Profeta?” “Tampoco”, respondió. Ellos insistieron: “¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?” Y él les dijo: “Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías”. Algunos de los enviados eran fariseos, y volvieron a preguntarle: “¿Por qué bautizas, entonces, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Pro-feta?” Juan respondió: “Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que uste-des no conocen: El viene después de mí, y yo no soy digno de des-atar la correa de su sandalia”. Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba. San Juan 1, 6-8.19-28
Audio con reflexión del evangelio
Reflexión del evangelio
Pbro. lic. Mauro Carlorosi, co.
“El viene después de mi”, testimonia Juan Bautista. Es decir, no sólo cronológicamente, uno primero y otro después; sino, sobre todo, espiritualmente. Juan prepara el camino para que venga el Rey. Juan predica para que haya arrepentimiento, dolor del pecado, deseo de la verdad, para que, al llegar Jesucristo, quisieran reconocerlo, amarlo, seguirlo. La fe se prepara, como a la tierra para la semilla.
Propósito del día
Prepararé un profundo y sincero examen de conciencia para confesarme hoy o antes de Navidad.
Santos del día
Santa Bega
Nació en el 620, madre de Pepino de Heristal, el fundador de la dinastía carolingia. Al quedar viuda, en el 691 construyó en Andenne, siete capillas que representaban las Siete Iglesias de Roma. Fundó el monasterio de la Bienaventurada Virgen María. Murió en el 693.
Liturgia del día
3º Domingo de Adviento. Morado o Rosado.
Tercera semana para el Salterio.
Reflexión para las tres de la tarde
Los oscuros nubarrones presagiaban tormenta, decenas de relámpagos zigzagueaban en el horizonte y truenos muy fuertes retumbaban haciendo temblar la tierra. El Hijo del Hombre
estaba a punto de expirar.
Anhelamos tu Venida, Señor
Himno de Adviento
Oh Cristo, Verbo Divino, engendrado como Luz
que sale del Padre, que, pasado el tiempo,
quisiste nacer como remedio para el mundo.
Ilumina ahora nuestros corazones y enciéndelos
con tu Fuego para que, al escuchar el anuncio
de la Buena Nueva, consigan desterrar toda vileza.
Y así, una vez que hayas examinado, como Juez,
lo íntimo de nuestras conciencias,
premia con el Reino las obras santas y buenas
y da su merecido a las malas.
Que no nos sintamos angustiados, al fin, por los males,
según lo que merecen nuestras culpas, antes bien,
haznos conciudadanos de los Santos para siempre en el Cielo.
Gloria a Cristo, Rey clementísimo,
y también al Padre, con el Espíritu Paráclito,
por los siglos de los siglos. Amén.
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Jesús, en Vos confío