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Fiesta de la Divina Misericordia

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La Fiesta

Jesús habló por primera vez a santa Faustina de instituir esta fiesta el 22 de febrero de 1931 en la ciudad polaca de Plock, en el mismo mensaje en que le pidió pintar su imagen. Le dijo: “Deseo que haya una Fiesta de la Divina Misericordia. Quiero que esta imagen que pintarás con el pincel, sea bendecida con solemnidad el primer Domingo después de Pascua de Resurrección; ese Domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia” (D. 49).

Jesús le explicó a santa Faustina el motivo por el cual desea esta fiesta: “Las almas mueren a pesar de mi amarga Pasión. Les ofrezco la última tabla de salvación, es decir, la Fiesta de mi Misericordia. Si no adoran mi Misericordia, morirán para siempre. Secretaria de Mi misericordia, escribe, habla a las almas de esta gran misericordia Mía, porque está cercano el día terrible, el día de Mi justicia” (D. 965).

La Fiesta de la Divina Misericordia tiene el rango más alto dentro de todas las formas de culto de la Divina Misericordia en cuanto a la magnitud de las promesas y su posición en la liturgia de la Iglesia. Esta fiesta, siguiendo el pedido de Jesucristo, se celebra el último día de la Octava de Pascua, hoy denominado litúrgicamente como el Segundo Domingo de Pascua. Es una celebración litúrgica católica de carácter solemne que inicia con las vísperas (la tarde del sábado previo) y concluye con ese domingo.

El Señor pide la fiesta y habla de lo especial de dicho día y de lo que promete donar a quien acuda a ella con confianza: “Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de Mi misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata. […] La Fiesta de la Misericordia ha salido de Mis entrañas, deseo que se celebre solemnemente el primer domingo después de Pascua” (D. 699).

Para poder recibir estos grandes dones hay que cumplir las condiciones de la devoción a la Divina Misericordia (confiar en la bondad de Dios y amar activamente al prójimo), estar en el estado de gracia santificante (debidamente confesado) y recibir dignamente la eucaristía. “No encontrará alma ninguna la justificación –explicó Jesús– hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia y por eso el primer domingo después de la Pascua ha de ser la Fiesta de la Misericordia. Ese día los sacerdotes deben hablar a las almas sobre Mi misericordia infinita” (D. 570)

Las promesas extraordinarias que el Señor Jesús vinculó a la fiesta demuestran la grandeza de la misma: “Quien se acerque ese día a la Fuente de Vida recibirá el perdón total de las culpas y de las penas” (D. 300).

La forma de celebrar dicha fiesta está descripta en el Diario y consiste básicamente en una veneración litúrgica de la Imagen de Jesús Misericordioso. Jesús pide también, a través de sor Faustina, que este día los sacerdotes hablen de la insondable Misericordia de Dios y que los fieles reciban dignamente la eucaristía. Al cumplir con estos requisitos se harán acreedores de la promesa de la remisión total de las culpas y de las penas (no solo las penas temporales por los pecados cometidos como en el caso de la indulgencia plenaria). La gracia de la fiesta equivale a una completa renovación de la gracia bautismal en el alma. Para preparar debidamente esta fiesta, el Señor pide una novena (cf. D. 796) que consiste en rezar la Coronilla de la Divina Misericordia desde el Viernes Santo. A los que participen de este novenario el Señor prometió conceder toda clase de gracias.

Esta Fiesta de la Divina Misericordia fue incorporada en el calendario litúrgico católico por el papa san Juan Pablo II, el día 30 de abril del año Jubilar 2000, con motivo de la canonización de santa Faustina Kowalska. Tal incorporación fue comunicada oficialmente a toda la Iglesia por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos mediante el decreto Misericors et miseratur, el día 5 de mayo del año 2000.

El papa san Juan Pablo II le otorgó a la fiesta el don de la indulgencia plenaria, la cual fue confirmada por la Penitenciaría Apostólica mediante decreto del 29 de junio de 2002.

(Libro «La Divina Misericordia prepara al mundo», P. Mauro Carlorosi co.)

 

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