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Milagros eucarísticos: «Frescas por más de tres siglos»

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Un puñado de Hostias consagradas, que habían sido robadas en 1597, se conservaron intactas, luego comenzó su culto. Milagrosamente siguieron intactas hasta 1936, que se perdieron.

En Alcalá, España, ocurrió un milagro eucarístico en 1597.
Un ladrón robó de una iglesia poco distante de Alcalá algunas Hostias consagradas y otros objetos preciosos. Días después, el mismo ladrón comenzó a tener remordimientos, arrepentido buscó la confesión en la iglesia de los Jesuitas de Alcalá. Declaró que formaba parte de una banda de moros. Vivían refugiados en los montes y se dedicaban a saquear iglesias y robar custodias y objetos sagrados en los pueblos, convirtiéndose así en verdaderos sacrílegos. El arrepentido llevaba consigo algunas Hostias consagradas para devolverlas entre lágrimas al confesor. El sacerdote, conmovido, se dirigió inmediatamente al superior para informar lo sucedido.

Al inicio, se decidió que las Hostias serían consumadas durante una misa; pero luego, temiendo que las Hostias fueran envenenadas como ya había sucedido poco tiempo atrás en Murcia y Segovia, se pensó en conservarlas en un cofre de plata y esperar a que se descompusieran naturalmente.

Once años después, las 24 partículas fueron encontradas intactas. El provincial, padre Luis de la Palma, ordenó que las Hostias fuesen trasladadas a un sótano, junto con algunas hostias no consagradas. Meses después, las hostias no consagradas se descompusieron por la humedad; en cambio, las que eran consagradas permanecieron íntegras. Sólo luego de seis años, el padre de la Palma decidió hacer público el milagro de las Hostias que se habían conservado intactas.

Mientras tanto, se añadieron otros exámenes por parte de un catedrático y médico; como también de teólogos ilustres que consideraron la integridad de las Hostias como un verdadero milagro.

En 1619 las autoridades eclesiásticas otorgaron el permiso para su culto. Las Hostias fueron adoradas públicamente por el rey Felipe III, quien en 1620 presidió una solemne procesión, acompañado por toda la familia real.

Las partículas fueron trasladadas a la iglesia mayor en la época en que Carlos III expulsó a los Jesuitas de España. En 1936 las hostias milagrosas fueron prudentemente escondidas por unos sacerdotes que poco después serían asesinados por
los revolucionarios comunistas que incendiaron la iglesia. Hasta hoy no se ha logrado encontrar el lugar del escondite a pesar de que se han realizado muchas investigaciones en la iglesia como en la cripta.

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