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Evangelio de hoy y la Divina Misericordia: 29 de marzo de 2024

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Evangelio

El destacamento de soldados, con el tribuno y los guardias judíos, se apoderaron de Jesús y lo ataron. Lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, Sumo Sacerdote aquel año. Caifás era el que había aconsejado a los judíos: “Es preferible que un solo hombre muera por el pueblo”.
Entre tanto, Simón Pedro, acompañado de otro discípulo, seguía a Jesús. Este discípulo, que era conocido del Sumo Sacerdote, entró con Jesús en el patio del Pontífice, mientras Pedro permanecía afuera, en la puerta. El otro discípulo, el que era conocido del Sumo Sacerdote, salió, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro: “¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?” El le respondió: “No lo soy”. Los servidores y los guardias se calentaban junto al fuego, que habían encendido porque hacía frío. Pedro también estaba con ellos, junto al fuego. […] Anás lo envió atado ante el Sumo Sacerdote Caifás.
Simón Pedro permanecía junto al fuego. Los que estaban con él le dijeron: “¿No eres tú también uno de sus discípulos?” El lo negó y dijo: “No lo soy”. Uno de los servidores del Sumo Sacerdote, pariente de aquel al que Pedro había cortado la oreja, insistió: “¿Acaso no te vi con El en la huerta?” Pedro volvió a negarlo, y en seguida cantó el gallo.
Desde la casa de Caifás llevaron a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Pero ellos no entraron en el pretorio, para no contaminarse y poder así participar en la comida de Pascua. Pilato salió adonde estaban ellos y les preguntó: “¿Qué acusación traen contra este hombre?” Ellos respondieron: “Si no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos entregado”. Pilato les dijo: “Tómenlo y júzguenlo ustedes mismos, según la ley que tienen”. Los judíos le dijeron: “A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie”. Así debía cumplirse lo que había dicho Jesús cuando indicó cómo iba a morir.
Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: “¿Eres Tú el rey de los judíos?” Jesús le respondió: “¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de Mí?” Pilato replicó: “¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?” Jesús respondió: “Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que Yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí”. Pilato le dijo: “¿Entonces Tú eres rey?” Jesús respondió: “Tú lo dices: Yo soy Rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la Verdad. El que es de la Verdad, escucha mi voz”. Pilato le preguntó: “¿Qué es la verdad?”.
Al decir esto, salió nuevamente a donde estaban los judíos y les dijo: “Yo no encuentro en El ningún motivo para condenarlo. Y ya que ustedes tienen la costumbre de que ponga en libertad a alguien, en ocasión de la Pascua, ¿quieren que suelte al rey de los judíos?” Ellos comenzaron a gritar, diciendo: “¡A El no, a Barrabás!” Barrabás era un bandido.
Pilato mandó entonces azotar a Jesús. Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un manto rojo, y acercándose, le decían: “¡Salud, rey de los judíos!”, y lo abofeteaban. Pilato volvió a salir y les dijo: “Miren, lo traigo afuera para que sepan que no encuentro en El ningún motivo de condena”. Jesús salió, llevando la corona de espinas y el manto rojo. Pilato les dijo: “¡Aquí tienen al hombre!” Cuando los sumos sacerdotes y los guardias lo vieron, gritaron: “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!” Pilato les dijo: “Tómenlo ustedes y crucifíquenlo. Yo no encuentro en El ningún motivo para condenarlo”. Los judíos respondieron: “Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir porque El pretende ser Hijo de Dios”. Al oír estas palabras, Pilato se alarmó más todavía. Volvió a entrar en el pretorio y preguntó a Jesús: “¿De dónde eres Tú?” Pero Jesús no le respondió nada. Pilato le dijo: “¿No quieres hablarme? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y también para crucificarte?” Jesús le respondió: “Tú no tendrías sobre Mí ninguna autoridad, si no la hubieras recibido de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti ha cometido un pecado más grave”.
Desde ese momento, Pilato trataba de ponerlo en libertad. Pero los judíos gritaban: “Si lo sueltas, no eres amigo del César, porque el que se hace rey se opone al César”. Al oír esto, Pilato sacó afuera a Jesús y lo hizo sentar sobre un estrado, en el lugar llamado “el Empedrado”, en hebreo, “Gábata”.
Era el día de la Preparación de la Pascua, alrededor del mediodía. Pilato dijo a los judíos: “Aquí tienen a su rey”. Ellos vociferaban: “¡Que muera! ¡Que muera! ¡Crucifícalo!” Pilato les dijo: “¿Voy a crucificar a su rey?” Los sumos sacerdotes respondieron: “No tenemos otro rey que el César”. Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran, y ellos se lo llevaron.
Jesús, cargando sobre Sí la Cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado “del Cráneo”, en hebreo “Gólgota”. Allí lo crucificaron; y con El a otros dos, uno a cada lado y Jesús en el medio. Pilato redactó una inscripción que decía: “Jesús el Nazareno, rey de los judíos”, y la hizo poner sobre la Cruz.
Muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad y la inscripción estaba en hebreo, latín y griego. Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: “No escribas: ‘El rey de los judíos’, sino: ‘Este ha dicho: Yo soy el Rey de los judíos’”. Pilato respondió: “Lo escrito, escrito está”.
Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también la túnica, y como no tenía costura, porque estaba hecha de una sola pieza de arriba abajo, se dijeron entre sí: “No la rompamos. Vamos a sortearla, para ver a quién le toca”. Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mis vestiduras y sortearon mi túnica. Esto fue lo que hicieron los soldados.
Junto a la Cruz de Jesús, estaba su Madre y la hermana de su Madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la Madre y cerca de ella al discípulo a quien El amaba, Jesús le dijo: “Mujer, aquí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Aquí tienes a tu Madre”. Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo: “Tengo sed». Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. Después de beber el vinagre, dijo Jesús: “Todo se ha cumplido”. E inclinando la cabeza, entregó su espíritu.
Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne. Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús. Cuando llegaron a El, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó Sangre y Agua. […]
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús -pero secretamente, por temor a los judíos pidió autorización a Pilato para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se la concedió, y él fue a retirarlo. […]
En el lugar donde lo crucificaron había una huerta y en ella, una tumba nueva, en la que todavía nadie había sido sepultado. Como era para los judíos el día de la Preparación y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.
San Juan 18, 1—19, 42

Hoy inicia la novena a la Divina Misericordia

Audio con reflexión del evangelio Pbro. Germán Saksonoff co.

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Reflexión del evangelio Pbro. Germán Saksonoff co.

Todo esto sufrido para nosotros. Nada para Sí mismo, todo para nosotros… Y sigue esperando de nosotros un poco de gratitud, de amor, de correspondencia. Todo lo hizo por amor y con amor, la llamaba “su hora”, la de derramar toda su Sangre y Agua por nosotros. Nada lo tuvo, su Amor por nosotros fue el motivo de anhelar esta Pascua, este padecer para salvarnos. Cada sufrimiento, cada llaga es un mensaje de amor.

Propósito del día

Participaré del oficio de la Pasión del Señor y pediré perdón por la
humanidad y todos los pecados que se hacen ley en tantos países.

Santos del día: san Guillermo Tempier, obispo

Joven francés que ingresó al monasterio de San Hilario, destacándose por su piedad y austeridad. En 1184 fue nombrado obispo de Poitiers, su ciudad natal. Fue abad del monasterio. Se opuso a la simonía (negociar con cosas espirituales) y a cualquier intento de dominio civil en asuntos eclesiásticos, por ello fue perseguido y calumniado.
Murió en 1197.

Liturgia del día                                                                                                     

Viernes Santo de la Pasión del Señor. Rojo.

Reflexión para las tres de la tarde

Mientras Jesús estaba colgado en la Cruz, el mal ladrón se burlaba de El diciendo: “El demonio que lo poseía lo ha abandonado”. Pero el buen ladrón le dijo a Jesús: “Señor, ten misericordia de mí”. Jesús lo miró con amor y le dijo: “Tus pecados te son perdonados”.

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Jesús, en Vos confío

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