InicioQué es la Divina Misericordia“Y los del mundo entero”

“Y los del mundo entero”

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La Coronilla nos impulsa a una misión muy importante. Esa expresión no es
un simple plural, conlleva una exigencia muy grande.

Como toda oración cristiana, siempre somos guiados a rezar por todo el mundo y, especialmente, por todo el Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia. Así en el Padre «nuestro», el Avemaría (‘ruega por nosotros pecadores’), etc. Pero en este caso, además de unirnos fraternalmente a todos los necesitados, tiene otras enseñanzas que vamos a considerar.

Primera obra de misericordia

Dando por supuesta la lectura del anterior comentario a la expresión «por nuestros pecados», continuamos con la expresión «y los del mundo entero». Ciertamente, podría pasar como una superficial o genérica expresión de amplitud de un amor abstracto hacia «el mundo entero».
En palabras, ¿a quién le cuesta amar al mundo entero? Son solo palabras y hasta debemos decirlas por obligación porque la Coronilla es así. De hecho, esto sucede en aquellos que no se esfuerzan por vivir la espiritualidad de la Divina Misericordia a través de la confianza y las obras de misericordia.
Esta expresión no nos libera de nuestro egoísmo diario sino que nos recuerda que debemos vencerlo cada día, so pena de rezar mal la Coronilla.
Esta parte de la oración nos impulsa al amor activo al prójimo. Recordemos: primero hemos elevado a Dios la adoración y reparación del sacrificio de su Hijo, luego hemos suplicado por nosotros mismos, y ahora pedimos por el prójimo.
Suplicar, pedir, tener presente a los demás. A esto nos impulsa esta expresión, pero de un modo muy concreto e importante.
Si recordamos el artículo anterior y dimensionamos la gravedad del pecado y la importancia de la propiciación, tomamos conciencia de que pedir el perdón de los pecados para nuestro prójimo o el mundo entero es la primera y mayor obra de misericordia. Extrapolando el asunto, ¿de qué serviría dar un alimento a un pobre si no nos importa su alma, si no nos interesa que esté expuesta a la condenación?
Así como para nosotros, esta oración nos pone en tensión de conseguir para todo el mundo la reconciliación con Dios, que es lo que menos cuida el mundo de hoy, tan alejado conscientemente de Dios y sus leyes.

¿De la boca para afuera?

Por otro lado, si suplicamos misericordia para todo ser humano, esto mismo conlleva la exigencia de darles y tratarlos con misericordia. ¿Cómo puedo pedir misericordia para alguien al que, apenas salir de la oración, maltrato con palabras duras, critico, desprecio con mi mirada? Una tal actitud estaría diciendo:
«este no merece misericordia sino desprecio, que lo traten con dureza, con ‘justicia’, y se tenga en cuenta su miseria». No, no puede ser así. Si pedimos misericordia a Dios para todo el mundo es porque también nos estamos esforzando en ser misericordiosos con todo el mundo. No queremos borrar con el codo lo que escribimos con la mano, ¿o sí?

Aún más todavía

Esta sencilla expresión no termina allí, en una dimensión horizontal que abraza a todo ser humano. Al contrario, sin darnos cuenta quizás, nos fortalece la fe y no hace almas adoradoras y reparadoras, nos eleva hacia Dios, ¿de qué manera?
En primer lugar, y en relación al artículo anterior, nos recuerda y hace ofrecer reparación por los pecados del mundo entero. No solo por los nuestros, no. Dios debe ser reparado por todos los pecados cometidos en la humanidad. Aunque sean de personas que no lo conocen, todos han recibido de El la vida e innumerables bendiciones. Es decir, Dios merece la reparación de todo aquello que le desagrade de cualquier ser humano porque a todos los creó por infinita misericordia, todos le somos deudores.
Rezamos por el mundo entero, primero ofreciendo reparación a Dios (dimensión ascendente), luego suplicando misericordia para los hombres (dimensión descendente).

Fe en la Redención

Esta expresión también nos ayuda, o debe ayudar, a corregir una gravísima mala interpretación (fruto de una poco atenta lectura) sobre la salvación de los hombres en otras religiones.
Ofrecer propiciación por los pecados del mundo entero, tan exigido y suplicado por nuestro Señor a nosotros a través de santa Faustina, nos está diciendo que solo por el perdón de esos pecados, por la Pasión de Cristo, los hombres pueden ser salvados.
El Concilio Vaticano II lo ha recordado (Const. Lumen gentium) y el Catecismo. Aquellos que se salvan, se salvan porque misteriosamente le han sido aplicados los méritos de Cristo.
Es decir, nadie se salva por buenos sentimientos, las otras religiones no salvan por sí mismas (cualquiera sea), sino que esos hombres por haber sido fieles a su conciencia, pueden recibir de la misericordia de Cristo la salvación.
Ofrecer propiciación por los pecados del mundo entero cumple esta necesidad de las almas de que le sean aplicadas, de alguna manera, los infinitos méritos de la Pasión del Salvador.

Nuestra misión

Asimismo, al rezar esta oración estamos cumpliendo nuestra misión como cristianos.
Releamos el artículo anterior, cómo Cristo vino a quitar los pecados del mundo, cual Cordero. Así también nosotros, cristianos, con nuestras oraciones, sacrificios y apostolado debemos ayudar a los hombres a dejar el pecado y volver a Dios.
Esta misión es primordial entre todas las obras de apostolado y debe estar en nuestra conciencia a la hora de evangelizar. El hecho de que realmente los pecados solo sean perdonados en la Confesión no debe dejar de movernos a suplicar misericordia y ofrecer reparación por los pecados de todos los hombres para que, lo antes posible, sean movidos al arrepentimiento y puedan salvarse.
Subrayo especialmente que nunca habrá conversión sin dolor y arrepentimiento de los pecados. Por eso rezar por la conversión no es rezar por una «mejora» en la vida sino por la lucha para abandonar lo que ofende y desagrada a Dios.
Así, bien entendido, recordemos lo que encarecidamente el Señor recordaba a santa Faustina: «La pérdida de cada alma Me sumerge en una tristeza mortal. Tú siempre Me consuelas cuando rezas por los pecadores. Tu oración que más Me agrada es la oración por la conversión de los pecadores. Has de saber, hija mía, que esta oración es siempre escuchada» (D-1397).
Pbro. Germán Saksonoff, C.O.
Miembro de la Academia Internacional de la Divina Misericordia

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