Todos los siglos, ¿salvo el nuestro?, adoraron el misterio de la Cruz. Hoy, hundidos en el pecado evitamos la medicina que puede salvarnos.
El coro de la Tradición cristiana, a lo largo de los siglos, no se cansó de cantar con voces diferentes un mismo canto de gloria, gratitud y alabanza a la Cruz de Cristo. “El alma que anda en amor, ni cansa ni se cansa” (san Juan de la Cruz, Dichos de luz y amor 96).
San Andrés de Creta (+740)
Nacido en Damasco, monje en Jerusalén, obispo de Creta, poeta litúrgico y gran predicador: “Venid, y al mismo tiempo que ascendemos al monte de los Olivos, salgamos al encuentro de Cristo que vuelve hoy de Betania y por propia voluntad se apresura hacia su venerable y dichosa Pasión para poner fin al misterio de la salvación de los hombres. El que iba libremente hacia Jerusalén es el mismo que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del Cielo, para levantar consigo a los que yacíamos en lo más profundo y colocarnos, ‘por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación y por encima de todo nombre conocido’ (Ef 1,21).”
“Y viene, no como quien busca su gloria por medio de la fastuosidad y la pompa… sino manso y humilde, y se presentará sin espectacularidad alguna. Ea, corramos a una con quien se apresura a su Pasión; imitemos a quienes salieron a su encuentro. No para extender por el suelo a su paso ramos de olivo, vestiduras o palmas, sino para prosternarnos nosotros con la disposición más humillada de que seamos capaces y el más limpio propósito, para recibir al Verbo que viene, y así captar a aquel Dios que nunca puede ser totalmente captado por nosotros.”
“Si antes, teñidos como estábamos de la escarlata del pecado, volvimos a encontrar la blancura de la lana gracias al saludable baño del bautismo, ofrezcamos ahora al vencedor de la muerte no ya ramas de palma, sino trofeos de victoria. Repitamos cada día aquella sagrada exclamación que los niños cantaban, mientras agitamos los ramos espirituales del alma: ‘bendito el que viene, como rey, en nombre del Señor’”.
(Sermón 9 sobre el domingo de Ramos: PG 97,990-994: Lectura de la Liturgia de las Horas, domingo de Ramos).
Nos gloriamos en la Cruz
“Por la Cruz, cuya fiesta celebramos, fueron expulsadas las tinieblas y devuelta la luz. Celebramos hoy la fiesta de la cruz y, junto con el Crucificado, nos elevamos hacia lo alto, para, dejando abajo la tierra y el pecado, gozar de los bienes celestiales. Tal y tan grande es la posesión de la Cruz.
“Quien posee la Cruz posee un tesoro. Y al decir tesoro, quiero significar el más excelente de todos los bienes, en el cual, por el cual y para el cual culmina nuestra salvación y se nos restituye a nuestro estado de justicia original.
Porque sin la Cruz, Cristo no hubiera sido crucificado. Sin la Cruz, aquel que es la vida no hubiera sido clavado en el leño. Si no hubiese sido clavado, las fuentes de la inmortalidad no hubiesen manado de su costado la Sangre y el Agua que purifican el mundo, no hubiese sido rasgado el documento en que constaba la deuda contraída por nuestros pecados, no hubiéramos sido declarados libres, no disfrutaríamos del árbol de la vida, y el paraíso continuaría cerrado. Sin la Cruz, no hubiera sido derrotada la muerte, ni despojado el lugar de los muertos.
“Por esto, la Cruz es cosa grande y preciosa. Grande, porque ella es el origen de innumerables bienes, tanto más numerosos, cuanto que los milagros y sufrimientos de Cristo juegan un papel decisivo en su obra de Salvación. Preciosa, porque la Cruz significa a la vez el sufrimiento y el trofeo del mismo Dios: el sufrimiento, porque en ella sufrió una muerte voluntaria; y el trofeo, porque en ella quedó herido de muerte el demonio y, con él, fue vencida la muerte. En la Cruz fueron demolidas las puertas de la región de los muertos, y la cruz se convirtió en salvación universal para todo el mundo.”
“La cruz es llamada también gloria y exaltación de Cristo. Ella es el cáliz rebosante, de que nos habla el salmo, y la culminación de todos los tormentos que padeció Cristo por nosotros… El mismo nos enseña que la Cruz es su exaltación, cuando dice: ‘cuando Yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí’
(Jn 12,32)”. (Sermón 10: MG 97, 1018-1019 Lect. de la Lit. de las Horas, 14 de septiembre).
San Teodoro Estudita (+826)
Nacido en Constantinopla, abad del monasterio de Stoudios, escritor y reformador monástico:
“¡Oh don preciosísimo de la Cruz! ¡Qué figura tiene más esplendorosa! No contiene, como el árbol del paraíso, el bien y el mal entremezclados, sino que en él todo es hermoso y atractivo tanto para la vista como para el paladar. Es un árbol que engendra la vida, sin ocasionar la muerte; que ilumina sin producir sombras; que introduce en el paraíso, sin expulsar a nadie de él; es un madero al que Cristo subió, como rey que monta en su cuadriga, para derrotar al diablo que detentaba el poder de la muerte, y librar al género humano de la esclavitud a que la tenía sometido el diablo.”
(Sermón en la adoración de la Cruz: MG 99, 691-695. 698-699. Lectura de la Liturgia de las Horas, viernes II Pascua).
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Jesús, en Vos confío