InicioQué es la Divina MisericordiaCracovia, Polonia: "El confesionario de Karol Wojtyla"

Cracovia, Polonia: «El confesionario de Karol Wojtyla»

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Una reliquia del beato Juan Pablo II en la Basílica de la Santísima Virgen María en Cracovia.

El confesionario es un espacio privilegiado y bendito, del cual canceladas las culpas, nace nuevo e incontaminado un hombre reconciliado, un mundo reconciliado (Catequesis Sacramental del beato Juan Pablo II).
En un ángulo oriental de la Plaza del Mercado en Cracovia, se encuentra la basílica de la Asunción de la Santísima Virgen María, un templo magnífico que el Medioevo ha dejado a la posteridad. Durante varios siglos ha sido el templo preferido de los ciudadanos de Cracovia. Desde su torre mayor del siglo XIV, se oye a cada hora el famosísimo «Toque Mariacki»; un saludo musical dedicado a la Santísima Virgen María. Al entrar en la Basílica uno queda admirado al contemplar el célebre Retablo de Wit Stwosz, dedicado a la Santísima Virgen María, el retablo más grande de Europa, «obra maestra de la talla medieval» y que ha despertado la admiración de sucesivas generaciones.

Un magnífico altar de la Madre de la Misericordia

El «Retablo de la virgen María» domina el interior de la Basílica, construida en tres naves. En las partes laterales del templo se encuentran las “capilla góticas» erigidas en los años (1435-1446) que forman un conjunto homogéneo y eran custodiadas por confraternidades religiosas muy numerosas y próximas a las Iglesias de la época. Entre estas capillas, y cerca de la entrada para los visitantes, se encuentra la Capilla de San Valentín con el magnífico altar de la Madre de la Misericordia de la Puerta de la aurora de Vilna y frente a Ella ¡un confesionario! El confesionario en el que el joven sacerdote Karol Wojtyla durante los años 1952-1958 desarrollaba sus tareas sacerdotales.
El sacerdote Karol Wojtyla había llegado a Cracovia, destinado a la parroquia de San Florián. Cuando se encontraba libre de sus ocupaciones bajaba con gusto entre la gente, o la gran Plaza del Mercado, pues vivía en la calle de los Canónicos, cerca de la Catedral.
Después entraba en la espléndida Basílica de Santa María y se ubicaba en el confesionario durante varias horas.
Aquellos momentos significaban para él convertirse en un instrumento de la Divina Misericordia, perdonando los pecados de los hombres, pero tratando también de entrar en el alma humana para comprender sus problemas, sus dramas y ansiedades.

Siempre bendiciendo y perdonando

En las iglesias hay siempre un confesionario, ¿por qué?… Porque el hombre aunque es cristiano consagrado, queda siempre hombre, es decir una criatura débil, frágil, que puede de nuevo traicionar a Dios, su Creador, Redentor y Santificador, como ha sucedido al comienzo de la historia en el Paraíso Terrenal. Es por eso que Jesús en Su infinito Amor hacia nosotros, en el día de Su Resurrección ha transmitido a los Apóstoles y a sus sucesores (obispos y sacerdotes) su poder de la remisión de los pecados a los hombres de buena voluntad…
Basta acercarse al confesionario y confesar los propios pecados para estar seguros de la reconciliación con Dios.
La Confesión es un sacramento en el que se reconoce que está completamente inválido de la Misericordia de Dios, y el joven sacerdote Karol Wojtyla conocía muy bien en los escritos de la mística religiosa polaca Santa Faustina Kowalska ¡cuán necesaria se hacía para las almas la Misericordia Divina en la Confesión!.
A la Basílica de la Santísima Virgen María llegaban muchas almas hasta este confesionario, buscaban a este confesor. Todos sedientos de la Misericordia de Dios. ¡Allí en el Tribunal de la Misericordia se encontraban la Misericordia y el pecador!

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