Faustina: «Miedos»

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Jesús nos muestra que el miedo es sinónimo de desconfianza.

453 – Una vez el Señor me dijo: ¿Por qué tienes miedo y tiemblas cuando estás unida a Mí? No Me agrada el alma que se deja llevar por inútiles temores.
¿Quién se atreve a tocarte cuando estás Conmigo? El alma más querida para Mi es la que cree fuertemente en Mi bondad y la que Me tiene confianza plenamente; le ofrezco Mi confianza y le doy todo lo que pide.

489 – El viernes por la noche durante el rosario cuando pensaba en el viaje del día siguiente y en la importancia de la cuestión que iba a presentar al Padre Andrasz, me invadió el miedo viendo claramente mi miseria y mi ineptitud frente a la grandeza de la obra de Dios. Aplastada por ese sufrimiento, me sometí a la voluntad de Dios. En aquel instante vi a Jesús junto a mi reclinatorio, con una túnica clara, y me dijo estas palabras: ¿Por qué tienes miedo de cumplir Mi voluntad? ¿Crees que no te ayudaré como hasta ahora? Repite cada exigencia Mía delante de aquellos que Me sustituyen en la tierra y haz solamente lo que te manden. En aquel momento una gran fuerza entró en mi alma.

496 – Desde la primera hora empecé a sentir la lucha interior tan fuerte como nunca antes. El abandono total de parte de Dios; sentí toda la debilidad que soy, me agobiaban los pensamientos: ¿Por qué debería abandonar este convento donde me quieren las hermanas y las Superioras?, la vida es tan tranquila; ligada por los votos perpetuos, cumplo mis deberes con facilidad; ¿por qué escuchar la voz de la conciencia? ¿por qué seguir fielmente la inspiración? ¿Quién sabe de quién proviene? ¿No es mejor comportarme como todas las hermanas? Quizá pueda sofocar las palabras del Señor, sin hacerles caso. Quizá Dios no me pida hacer cuentas de ellas en el día del juicio. ¿A dónde me llevará esta voz interior? Si la sigo, me esperan terribles tribulaciones, sufrimientos y contrariedades; tengo miedo del futuro y en el día de hoy estoy agonizando. Ese sufrimiento duró el día entero con igual tensión. Al anochecer, al acercarme a la confesión, a pesar de haberme preparado antes, no pude confesarme en absoluto; recibí la absolución, me alejé sin saber lo que pasaba conmigo. Al acostarme, el sufrimiento creció al máximo grado, o mejor dicho se transformó en un fuego que como un relámpago penetró todas las facultades del alma, hasta la medula de los huesos, hasta la más secreta célula del corazón. En ese sufrimiento no lograba hacer nada: Que se haga Tu voluntad, Señor; pero en algunos momentos ni siquiera pude pensar en eso; de verdad, me ahogaba un miedo mortal y me tocaba el fuego infernal. En la madrugada reinó el silencio y los sufrimientos desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos, pero sentía un agotamiento tan tremendo que no pude hacer el más pequeño
movimiento; poco a poco me volvían las fuerzas mientras hablaba con la Madre Superiora, pero solamente Dios sabe cómo me sentí durante todo el día.

527 – Una vez sentí en el alma un apremio para que me pusiera a la obra y cumpliera todo lo que Dios exigía de mí. Entré un momento en la capilla, oí esta voz en el alma: ¿Porqué tienes miedo? Piensas que Me faltará la omnipotencia para ayudarte? Y en aquel momento sentí en el alma una extraña fuerza y me parecieron nada todas las contrariedades que me habrían podido suceder en el cumplimiento de la voluntad de Dios.

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Jesús, en Vos confío

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