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Faustina: «Nada sin ella»

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Santa Faustina comprendió perfectamente que el fiel cumplimiento de la Voluntad de Dios, que es Amor y Misericordia, es la suprema grandeza de un alma; lejos de apariciones, visiones o sentimientos. Segunda parte de la Escuela de espiritualidad de santa Faustina.

También en el “Diario” de santa Faustina pueden encontrarse muchos textos que muestran qué es en su esencia la voluntad de Dios, qué gran papel juega en la vida del hombre, cómo son sus frutos y a qué conduce. Jesús recordó a sor Faustina que El mismo había venido a la tierra para cumplir la voluntad de su Padre. Fue obediente a sus padres, a los verdugos y ahora es obediente a los sacerdotes (cfr. Diario, 535). Jesús le explicó que el cumplimiento de la voluntad de Dios es lo más importante en la vida del hombre: “Me das la mayor gloria a través de la paciente sumisión a mi voluntad, y te aseguras méritos tan grandes que no alcanzarías ni con ayunos ni con ningunas mortificaciones. Has de saber, hija mía, que si sometes tu voluntad a la mía, atraes sobre ti mi gran complacencia; este sacrificio me es agradable y lleno de dulzura, en él tengo complacencia, él es poderoso” (Diario, 904).

Gran medio de santificación

Cristo mostró qué gran importancia tiene el fiel cumplimiento de la voluntad de Dios, cómo lleva al Cielo a tantas almas (cfr. Diario, 639). Muchas veces animó a la Hermana Faustina, y por medio de ella también a nosotros, a que se ejercitara en el cumplimiento de la voluntad de Dios, negando la suya, y que procurara cumplir siempre la voluntad de Dios: “Niña mía -aconsejó- haz el propósito de no contar nunca con los hombres.
Harás muchas cosas si te abandonas totalmente a mi voluntad y dices: ‘Hágase en mí, oh Dios, no según lo que yo quiera sino según tu voluntad’. Has de saber que estas palabras pronunciadas del fondo del corazón, en un solo instante elevan al alma a las cumbres de la santidad. Me complazco especialmente en tal alma, tal alma me rinde una gran gloria, tal alma llena el Cielo con la fragancia de sus virtudes” (Diario, 1487).

¿Cuál voluntad de Dios?

La voluntad de Dios se nos revela de una forma clara en los mandamientos y en general en la Palabra de Dios, en los deberes propio de nuestro estado, o en las inspiraciones que son del Espíritu Santo. Se revela también mediante los diferentes acontecimientos de la vida, también los inesperados, incomprensibles y dolorosos. En la vida de las personas no hay ningún instante que carezca de la presencia amorosa de Dios. Su presencia se puede notar también en los sucesos llamados accidentales o circunstanciales. Sin embargo, a la luz de la fe no existe lo accidental, porque no ocurre nada que no sea voluntad o permisión de Dios.

Buscarla, no esperarla sentados

Sin embargo, la voluntad de Dios no siempre es tan evidente como en los mandamientos o los deberes propios del estado de cada uno. En la vida de la gente hay muchas situaciones, momentos, sucesos, en los que hay que buscarla intensamente. La capacidad de la búsqueda y del cumplimiento de la voluntad de Dios es, en primer lugar, un don que el hombre recibe de Dios, pero también un deber y un esfuerzo -nuestra ofrenda para con El. La voluntad de Dios hay que buscarla continuamente. No sólo es ofrecida, sino también mandada por Dios. Dios nos exige el compromiso de todas nuestras fuerzas humanas para hallar su voluntad y, mediante el amor y la ayuda de su gracia, cumplirla. La Hermana Faustina a menudo decía que la voluntad de Dios son el amor y la misericordia en sí mismos (cfr. Diario, 950 y otros).

Ni éxtasis, ni revelaciones

Santa Faustina entendía muy bien que el cumplimiento de la voluntad de Dios es la expresión de la confianza y del amor verdadero hacia Dios, así como la madurez en la santidad: “Comprendí -escribió santa Faustina- que toda aspiración a la perfección y toda la santidad consisten en cumplir la voluntad de Dios. El perfecto cumplimiento de la voluntad de Dios es la madurez en la santidad, aquí no hay lugar a dudas” (Diario, 666). A pesar de que fue tan obsequiada con diversas y extraordinarias gracias, reconoció que “ni gracias, ni revelaciones, ni éxtasis, ni ningún otro don concedido al alma la hace perfecta, sino la comunión interior de mi alma con Dios. Estos dones son solamente un adorno del alma, pero no constituyen ni la sustancia ni la perfección. Mi santidad y perfección consisten en una estrecha unión de mi voluntad con la voluntad de Dios. Dios nunca violenta nuestro libre albedrío. De nosotros depende si queremos recibir la gracia de Dios o no; si vamos a colaborar con ella o la malgastamos” (Diario, 1107).
Quien cumple la voluntad de Dios -escribió- éste se ejercita en todas las virtudes, porque el contenido de las virtudes es el cumplimiento de la voluntad de Dios (cfr. Diario, 678), y “la fiel sumisión a la voluntad de Dios siempre y en todas partes, en todos los casos y todas las circunstancias de la vida, da a Dios una gran gloria; tal sumisión a la voluntad de Dios, a sus ojos tiene un valor mayor que largos ayunos, mortificaciones, y las más severas penitencias. Oh, qué grande es la recompensa por un solo acto de amorosa sumisión a la voluntad de Dios” (Diario, 724).

Presente hasta en lo incomprensible o doloroso

Sor Faustina encontraba la manifestación de la voluntad de Dios no sólo en los mandamientos y en el Evangelio, sino también en los deberes de su estado religioso, en las órdenes de sus superiores o en las reglas del convento (cfr. Diario, 375).
La manifestación de la voluntad de Dios la veía en los sucesos cotidianos, creyendo que nada pasa sin la voluntad o el consentimiento de Dios. Estaba profundamente convencida que incluso las dificultades y las cruces que el hombre encuentra en su vida, Dios las permite para el crecimiento de la vida en Dios. Era sabia, se dirigía con el espíritu de la fe viva, por eso sabía aprovechar todas las circunstancias para su propia santificación, sin malograr la gracia de Dios manifestada también en los disgustos y en lo desagradable. Sabía que las dificultades, aunque dolorosas, llevan consigo el bien, porque purifican el alma, asemejándola a Jesús. En las situaciones difíciles supo encontrar la actuación de Dios, que permite los disgustos para el fortalecimiento de las virtudes: “En la oración siempre encuentro luz y fortaleza de espíritu, aunque a veces hay momentos pesados y muy desagradables (…). Por razones misteriosas Dios lo permite a veces, pero eso sucede siempre para que en el alma destaque una virtud, o para que se forme. Para esto sirven los disgustos” (Diario, 166).

Suplicar la gracia de la fidelidad

Emprendiendo el esfuerzo del reconocimiento de la voluntad de Dios santa Faustina rezaba también con ardor para cumplirla fielmente en todo. Pedía especialmente por la gracia de la fidelidad a la voluntad de Dios cuando su aceptación era difícil y estaba unida con el sufrimiento: “Oh Jesús, tendido sobre la cruz -rezaba- concédeme la gracia de cumplir fielmente con la santísima voluntad de tu Padre, en todas las cosas, siempre y en todo lugar. Y cuando esta voluntad de Dios me parezca pesada y difícil de cumplir, es entonces que Te ruego, Jesús, que de tus heridas fluyan sobre mí fuerza y fortaleza y que mis labios repitan: ‘Hágase tu voluntad, Señor’.” (Diario, 1265).
Estas oraciones brotaban de la profundidad de su corazón; ella vivía conforme a la voluntad de Dios, deseaba cumplirla en todas las circunstancias de la vida, no sólo en los momentos de paz y alegría, sino también en las horas de la prueba, de la enfermedad y muchas veces de gran sufrimiento: “Oh Jesús mío -escribió-, Tú sabes que en todos mis deseos quiero ver siempre tu voluntad. De por mí no quisiera morir ni un minuto antes ni tampoco vivir un minuto más, ni que disminuyan los sufrimientos ni que aumenten, sino que deseo únicamente lo que sea conforme a tu santa voluntad. Aunque mi entusiasmo es grande, y mis grandes deseos arden en el corazón, pero nunca es por encima de tu voluntad” (Diario, 1729).

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