InicioQué es la Divina MisericordiaFaustina: "La boca de Dios en la tierra"

Faustina: «La boca de Dios en la tierra»

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En la confesión Dios nos habla por boca del sacerdote.

132- Debo mencionar todavía que hay algunos confesores que ayudan al alma y son, según puede parecer, padres espirituales, pero hasta cuando todo va bien; y cuando el alma tiene mayores necesidades, entonces son indecisos y no pueden, o más bien no quieren entender al alma. Procuran liberarse de ella lo antes posible, pero si el alma es humilde siempre saca alguna pequeña ventaja. A veces, Dios Mismo envía un rayo de luz a lo profundo del alma, por su humildad y su fe. A veces, el confesor dice lo que no pensaba decir en absoluto y él mismo no se da cuenta de ello. Oh, que el alma crea que son las palabras del Señor Mismo; aunque tenemos que creer que cada palabra en el confesionario es de Dios, pero lo de que he mencionado más arriba, es algo que viene directamente de Dios. Y el alma siente que el sacerdote no depende de sí mismo sino que dice lo que no quisiera pronunciar. Pues, de este modo Dios recompensa la fe. Lo experimenté muchas veces en mi misma. Me sucedió una vez al confesarme con un cierto sacerdote, muy docto y muy estimado. Siempre me era severo y contrario en esas cosas, pero una vez me dijo: Debes saber, hermana, que si Dios quiere que hagas eso, pues no debes oponerte. A veces, Dios quiere ser alabado de este modo.
Quédate tranquila, si Dios ha empezado, terminará, pero te digo: La fidelidad a Dios y la humildad, y una vez más la humildad. Recuerda lo que te he dicho hoy. Me alegré y pensé que tal vez aquel sacerdote me hubiera entendido.
Pero las circunstancias fueron tales que no me confesé nunca más con él.

269- Una vez, mientras hacía una novena al Espíritu Santo por mi confesor, el Señor me contestó: Te lo di a conocer antes de que las Superioras te enviaran aquí; como tú te comportarás con el confesor, así Yo Me comportaré contigo. Si te escondes de él, aunque se trate de la más pequeña de Mis gracias, Yo también Me esconderé de ti y te quedarás sola. Y yo hice según el deseo de Dios y una profunda paz reinó en mi alma. Ahora entiendo cuánto Dios defiende a los confesores y cuánto se pone de parte de ellos.

290- Un día, cuando estaba muy conmovida por la eternidad y sus misterios, mi alma empezó a tener miedo y después de reflexionar un momento más, empezaron a atormentarme varias dudas. Entonces Jesús me dijo:
Niña Mía, no tengas miedo de la casa de tu Padre. Deja a los sabios de este mundo las investigaciones inútiles. Yo quiero verte siempre como una niña pequeña. Pregúntale todo con sencillez a tu confesor y Yo te contestaré por su boca.

333- Ahora veo claramente cómo Dios obra por medio del confesor y cómo es fiel a sus promesas. Hace dos semanas el confesor me ordenó meditar sobre la infancia del espíritu. Al principio eso me resultaba algo difícil, sin embargo, el confesor sin hacer caso a mi dificultad, me ordenó continuar la meditación sobre la infancia del espíritu. En la práctica esta infancia debe manifestarse así: El niño no se ocupa del pasado ni del futuro, sino que aprovecha el momento presente. Deseo destacar esta infancia del espíritu en usted, hermana, y doy a eso mucha importancia.

763- Hoy, durante la confesión, Jesús me habló por la boca de cierto sacerdote. Aquel sacerdote no conocía mi alma y me acusé solamente de los pecados; sin embargo él me dijo estas palabras: cumple fielmente todo lo que Jesús exige de ti, a pesar de las dificultades. Has de saber que aunque los hombres se molestan contigo, Jesús no se cansa y nunca se enfadará contra ti. No hagas caso de ninguna consideración humana. En el primer momento esta enseñanza me extrañó; comprendí que el Señor habló a través de él, mientras él se dio poca cuenta de eso.
Oh sagrado Misterio, qué grandes tesoros contienes. Oh fe santa, indicadora de mi camino.

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Jesús, en Vos confío

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