InicioQué es la Divina MisericordiaLa Cruz Gloriosa - P. Iraburu: "La Cruz, árbol de vida"

La Cruz Gloriosa – P. Iraburu: «La Cruz, árbol de vida»

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Como verdadera fuente de gracia y salvación, la Cruz ilumina la vida del
cristiano y lo robustece en el amor. Es un misterio insondable de felicidad.

Continúo transcribiendo textos de la Tradición cristiana sobre la cruz de Cristo y la de los cristianos. Meditando estos escritos, crezcamos en el conocimiento y en el amor de Cristo, y de Cristo crucificado; y reparemos por quienes hoy olvidan y falsifican el misterio de la Cruz.

-San Efrén (+373)

Diácono y maestro de la escuela de Edesa, Mesopotamia, Doctor de la Iglesia, llamado «la lira del Espíritu Santo» por la belleza de los himnos litúrgicos y de los textos catequéticos que compuso.

«Nuestro Señor fue vencido por la muerte, pero El, a su vez, venció a la muerte, pisándola como si fuera un camino. Se sometió a la muerte y la soportó deliberadamente para acabar con la obstinada muerte. En efecto, nuestro Señor salió cargado con su cruz, como deseaba la muerte; pero desde la cruz gritó, llamando a los muertos a la resurrección, en contra de lo que la muerte deseaba.»

«La muerte le mató gracias al cuerpo que tenía; pero El, con las mismas armas, triunfó sobre la muerte. La divinidad se ocultó bajo los velos de la humanidad; sólo así pudo acercarse a la muerte, y la muerte le mató, pero El, a su vez, acabó con la muerte. La muerte, en efecto, destruyó la vida natural, pero luego fue destruida, a su vez, por la vida sobrenatural…»

«El admirable hijo del carpintero llevó su cruz a las moradas de la muerte, que todo lo devoraban, y condujo así a todo el género humano a la mansión de la vida. Y la humanidad entera, que a causa de un árbol había sido precipitada en el abismo inferior, por otro árbol, el de la cruz, alcanzó la mansión de la vida. En el árbol, pues, en que había sido injertado un esqueje de muerte amarga, se injertó luego otro de vida feliz, para que confesemos que Cristo es Señor de toda la creación.»

» ¡A Ti la gloria, a Ti que con tu cruz elevaste como un puente sobre la misma muerte, para que las almas pudieran pasar por él desde la región de la muerte a la región de la vida! ¡A Ti la gloria, a Ti que asumiste un cuerpo mortal e hiciste de él fuente de vida para todos los mortales! Tú vives para siempre. Los que te dieron muerte se comportaron como los agricultores: enterraron la vida en el sepulcro, como el grano de trigo se entierra en el surco, para que luego brotara y resucitara llevando consigo a otros muchos.»

«Venid, hagamos de nuestro amor una ofrenda grande y universal. Elevemos cánticos y oraciones en honor de aquel que en la cruz se ofreció a Dios como holocausto para enriqueceros a todos» (Sermón sobre nuestro Señor 3-4.9: Liturgia de las Horas del viernes III Tiempo Pascual).

-Anónimo

El sacrificio pascual de Cristo, Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, es desde el principio de la Iglesia el centro de la vida cristiana personal y comunitaria.

«Todo aquel que sabe que la Pascua ha sido inmolada por él, sepa también que la vida empezó para él en el momento en que Cristo se inmoló para salvarle. Cristo se inmoló por nosotros… y reconocemos que la vida nos ha sido devuelta por este sacrificio. Quien llegue al conocimiento de esto debe esforzarse en vivir de esta vida nueva y no pensar ya en volver otra vez a la antigua, puesto que la vida antigua ha llegado a su fin«.  (Homilía pascual de un autor antiguo, PG 59,723-724: Liturgia de las Horas, lunes II de Pascua).

-San Basilio Magno (+379)

Nacido en Cesarea de Capadocia, monje y más tarde obispo de su ciudad natal, es Doctor de la Iglesia y guía principal del monacato de Oriente. El mundo encuentra la verdad y la vida en la Cruz de Cristo.

«Nuestro Dios y Salvador realizó su plan de salvar el hombre levantándolo de su caída y haciendo que pasara del estado de alejamiento, al que le había llevado su desobediencia, al estado de familiaridad con Dios.
Éste fue el motivo de la venida de Cristo en la carne, de sus ejemplos de vida evangélica, de sus sufrimientos, de su cruz, de su sepultura y de su resurrección: que el hombre, una vez salvado, recobrara, por la imitación de Cristo, su antigua condición de hijo adoptivo».

«Y así, para llegar a una vida perfecta, es necesario imitar a Cristo, no sólo en los ejemplos que nos dio durante su vida, ejemplos de mansedumbre, de humildad y de paciencia, sino también en su muerte, como dice Pablo, el imitador de Cristo: ‘muriendo su misma muerte, para llegar un día a la resurrección de entre los muertos’.
(Rm 6,5)». (Libro sobre el Espíritu Santo 15,35: MG 32, 127-130: Liturgia de las Horas del Martes Santo).

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