InicioQué es la Divina Misericordia"Santa Faustina: Doctora de la Iglesia (III)"

«Santa Faustina: Doctora de la Iglesia (III)»

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Al igual que ella, nosotros debemos profundizar en el misterio de Cristo que esta devoción nos revela e ilumina, y no quedarnos solamente en lo devocional. Para ello Jesucristo nos abre su costado, para que entremos en el misterio de su Amor Misericordioso.

La revelación de la misericordia en Cristo

Dios mostró su misericordia de la forma más plena con la venida al mundo de su Hijo. La hermana Faustina llegó al conocimiento del misterio de la Divina Misericordia mediante la gracia del acercamiento a Jesús que le fue posible mediante una celosa oración, así como gracias a la aceptación del sufrimiento y la permanencia junto a Jesús hasta el final. La apóstol de la Divina Misericordia buscaba animosamente esta cercanía con Cristo. A pesar del duro trabajo y las numerosas obligaciones realizados en el convento, siempre encontraba tiempo para la adoración y la meditación sobre la Pasión del Señor. Pasaba largas horas de noche en oración acompañando a Jesús sufriente en el Huerto de los Olivos y en el Gólgota. Procuraba entonces sentir los sufrimientos que experimentaba Jesús cuando hablaba con el Padre, cuando fue golpeado por los soldados, flagelado y coronado de espinas. Cada santa Misa la experimentaba como un Sacrificio al cual se unía mediante el ofrecimiento de sus pequeños sacrificios en el altar.

Intenso conocimiento del Señor

Profundizando el misterio de la misericordia la Mística de Cracovia llamaba a Jesús Misericordioso el «Rey de la misericordia» (Diario 83), el «Salvador misericordioso» (Diario 1075), el «Señor misericordioso», la «Misericordia Encarnada» (Diario 1745). Su «Corazón misericordioso» (Diario 1074) es la «Fuente de la Vida» (Diario 300), «fuente desbordante de misericordia» (Diario 367). Santa Faustina, sumergida en Dios, recuerda al mundo que «la Fuente de la Misericordia» fue abierta para todos en la cruz, cuando un soldado traspasó el costado de Jesús (Diario 1182). Jesús, el Señor, a quien conoció en la pasión, es «Jesús Misericordioso» y «Cristo Misericordioso» (Diario 859, 861). «Jesús Misericordiosísimo», llamado en el Diario «Jesús Piadosísimo», concede la plenitud de gracias del «tesoro de su Misericordia» (Diario 1122). En el título «Jesús Rey de la Misericordia» opuesto a Jesús «Juez justo» (Diario 83), la Mística de Cracovia puso de manifiesto la grandeza del amor de Dios con el hombre. Estas imágenes conducían a la Hermana Faustina a una profundización más plena en el misterio de la Divina Misericordia, revelada en la obra de la salvación de Cristo, cuya infinidad experimentaba, meditando el misterio del sufrimiento de Cristo en la cruz y ofreciendo su sufrimiento por la salvación del mundo (Diario 654).

Misericordiosos por Cristo

Uniéndose con Cristo Misericordioso y descubriendo su grandeza, la Hermana Faustina decidió mostrar la misericordia a cada hombre (Diario 742). Le pedía a Jesús el Señor que le enseñara cómo mostrar la misericordia al prójimo. Jesús Misericordioso le mandó a su discípula dar testimonio de la misericordia de Dios con su propia vida: «Hija mía, si por medio de ti exijo de los hombres el culto a mi Misericordia, tú debes ser la primera en distinguirte por la confianza en mi Misericordia. Exijo de ti obras de misericordia que deben surgir del amor hacia Mí. Debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte» (Diario 742). Este claro mandamiento Jesús el Señor se lo explicó en una visión indicándole los tres modos de realizar la misericordia con el prójimo: la obra, la palabra y la oración. La Hermana Faustina había de ser misericordiosa con sus hermanas en el convento así como con quienes acudían en búsqueda de ayuda.

Modo supremo de ser misericordiosos

Jesús el Señor le mostró a la Hermana Faustina todavía otras posibilidades de devoción a la Divina Misericordia indicándole que todos los sacrificios que aceptaba en su vida la unían con su Sacrificio de la cruz: «Hija mía, necesito sacrificios hechos por amor, porque sólo éstos tienen valor para Mí. Es grande la deuda del mundo contraída Conmigo, la pueden pagar las almas puras con sus sacrificios, practicando la misericordia espiritualmente» (Diario 1316). La unión con el Sacrificio de Cristo es un testimonio especial, porque está oculto, de la Misericordia Divina.
Es llamado «la misericordia del espíritu». Cada cual puede realizarlo aceptando las mortificaciones, la obediencia a sus superiores, en el matrimonio o en la familia.
La Hermana Faustina adoraba a Dios por la posibilidad de conocer «el mayor atributo» y por la proclamación de «la inconcebible misericordia» a todo el mundo: «Oh Jesús dulcísimo que Te has dignado permitirme a mí miserable conocer esta insondable misericordia tuya; oh Jesús dulcísimo que quisiste benignamente que yo hablara al mundo entero de esta inconcebible misericordia Tuya, he aquí hoy tomo en las manos estos dos rayos que brotaron de Tu Corazón misericordioso, es decir, Sangre y Agua, y las derramo sobre toda la faz de la tierra para que toda alma experimente Tu misericordia y, al experimentarla, la adore por los siglos infinitos» (Diario 836). La mística de Cracovia descubrió en su experiencia interna que uniéndose con el Corazón de Jesús en su pasión aceptaba, adoraba y proclamaba de la mejor forma la Divina Misericordia. Esta experiencia le confería una paz interna y la seguridad de que cumplía la voluntad de Dios.

La Fuente viva

El Corazón de Jesús, atravesado en la Cruz, lo presentaba la Hermana Santa Faustina como la «Fuente viva de misericordia», de la cual cada uno puede recoger las gracias de la misericordia: «Hoy el Señor me dijo: He abierto Mi corazón como una Fuente Viva de Misericordia. Que todas las almas tomen vida de ella. Que se acerquen con gran confianza a este mar de misericordia. Los pecadores obtendrán la justificación y los justos serán fortalecidos en el bien. Al que haya depositado su confianza en Mi misericordia, en la hora de la muerte le colmaré el alma con Mi paz divina» (Diario 1520). Subrayaba también que la actuación de la misericordia en el alma consistía en la justificación de los pecadores y en el fortalecimiento en la realización del bien. La persona que adore la Divina Misericordia experimentará la paz del corazón en la hora de su muerte.
En la unión del amor con Cristo la Hermana Faustina conoció que la Divina Misericordia mantenía al hombre débil en su existencia, fortaleciéndole en su peregrinación terrena: «Tu misericordia, como un hilo de oro nos acompaña durante toda la vida y mantiene el contacto entre nuestro ser y Dios en cada aspecto; (Dios) no necesita nada para ser feliz, pues todo es únicamente la obra de su misericordia. Mis sentidos se paralizan por la alegría cuando Dios me da a conocer más a fondo este gran atributo suyo, es decir, su insondable misericordia» (Diario 1466). La Misericordia Divina abraza a los pecadores para que se abran a Dios y a sus gracias, que les son dadas en los sacramentos del bautismo, la penitencia y la Eucaristía.

Dónde hallar a Jesús vivo

El lugar del encuentro con Jesús Misericordioso fue para la Hermana Faustina sobre todo los sacramentos, entre los cuales para la mística de Cracovia el sacramento de la penitencia ocupa un lugar especial en el otorgamiento de la Divina Misericordia. Fiel a las palabras de Cristo recordó que durante la confesión se realizaba el milagro de la misericordia que consiste en la «resucitación» del pecador y la devolución de la dignidad de hijo de Dios: «Di a las almas que es en el tribunal de la misericordia donde han de buscar consuelo; allí tienen lugar los milagros más grandes y se repiten incesantemente» (Diario 1448). Durante la santa confesión la «miseria del alma» se encuentra con el Dios de la misericordia y recoge las gracias con el recipiente de la confianza. Esta verdad se la explicó Jesús el Señor a Santa Faustina cuando se confesaba: «Hija, cuando te acercas a la confesión, a esta Fuente de Mi Misericordia, siempre fluye sobre tu alma la Sangre y el Agua que brotó de Mi Corazón y ennoblece tu alma. Cada vez que vas a confesarte, sumérgete toda en Mi misericordia con gran confianza para que pueda derramar sobre tu alma la generosidad de Mi gracia» (Diario, 1602). Le recordó también que siempre esperaba en el confesionario a cada pecador, dispuesto a perdonarlo y a concederle las gracias necesarias.
La Eucaristía, al igual que el sacramento de la penitencia, es para la apóstol de la Divina Misericordia «el trono de la misericordia», donde Cristo se entrega en sacrificio para la vida del mundo: «Mira, alma, por ti he instituido el trono de la misericordia en la tierra y este trono es el sagrario y de este trono de la misericordia deseo bajar a tu corazón» (Diario, 1485). Del «trono de la misericordia» Jesús habla al hombre llamándole a una intimidad más cercana.
En la Eucaristía, la Divina Misericordia está disponible para cada persona, porque en el Sacramento del Altar Cristo abrió para el hombre «la Fuente de la compasión»:»Aquí está el trono de Tu misericordia, aquí el remedio para nuestras enfermedades. Hacia Ti, oh Fuente viva de Misericordia corren todas las almas: unas como ciervos, sedientos de Tu amor, otras para lavar la herida de sus pecados; otras todavía, cansadas de la vida, para tomar fuerzas. Cuando estabas muriendo en la cruz, en aquel momento nos donaste la vida eterna; al haber permitido abrir Tu sacratísimo costado nos abriste una inagotable Fuente de Tu misericordia; nos ofreciste lo más valioso que tenías, es decir, la Sangre y el Agua de Tu Corazón» (Diario 1747). El Sacrificio de la Cruz es el lugar excepcional de la revelación de la Divina Misericordia que se hace presente para el hombre en el Sacrificio del Altar.

Beber de la Fuente para transmitirla

La Divina Misericordia en la experiencia de la Hermana Faustina tiene su fuente en la Santísima Trinidad, revelándosele al hombre como el amor del Padre que concede ilimitadamente el bien. Se hace cercana mediante el amor del Hijo que muestra la cumbre de la Divina Misericordia en su pasión, muerte y resurrección, y está disponible en el sacramento de la penitencia y de la Eucaristía.
La Misericordia del Espíritu Santo ilumina la mente y enciende el corazón para que el
hombre pueda reconocer en los acontecimientos de la vida cotidiana la presencia de la bondad de Dios. Conociendo «el mayor atributo de Dios» y experimentando en su corazón la grandeza de la Divina Misericordia, la Hermana Faustina la proclamaba mediante las obras de misericordia y por medio de la oración pidiendo la Divina Misericordia para el prójimo y para el mundo entero.
La transmisión al mundo de la verdad de la Divina Misericordia, que el Señor Jesús encomendó a la Hermana Faustina, fue una gran sorpresa que intentaba comprender y llevar a cabo por medio del contacto con el director espiritual, con los confesores y con las superioras del convento. Ya el mismo mandato de pintar el cuadro y posteriormente el encargo de ir al mundo, le comportaron una gran dificultad a esta religiosa humilde del segundo coro, destinada a los trabajos en el jardín, en la cocina y en la recepción. El mensaje de la Divina Misericordia, que comprendía el misterio de Dios revelándose al hombre como bondad ilimitada presentaba también obstáculos de naturaleza teológica ante los cuales la autora del Diario se sentía sin fuerza. La fidelidad a la regla religiosa y la obediencia a la voluntad de Dios, expresada por los confesores y superioras, se convirtieron en un fuerte fundamento sobre el cual la Mística de Cracovia recibió el misterio de Dios y lo transmitió al mundo.
Traducción de Ramón Lodeiro
N.R.: los subtítulos son de la Redacción

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