La humilde religiosa tuvo una misión única en la Iglesia, a la que recordó el misterio insondable del amor de Dios y cómo vivirlo. Continuación de la conferencia de mons. Jan Machniak, Rector de la Academia Internacional de la Divina Misericordia.
El mensaje de la misericordia
La noción del mensaje de la Divina Misericordia, es decir, la transmisión solemne concerniente a la verdad de que Dios es misericordioso con nosotros, se le mostró de forma clara a santa Faustina en la primera visión de Jesús Misericordioso, que tuvo lugar el 22 de febrero de 1931 en Plock, cinco años después de su ingreso en la Congregación de la Madre de Dios de la Misericordia (Diario 47). Sin embargo ya anteriormente la hermana Faustina había sentido la voz de Dios en su alma que la guiaba por la vida hacia una intimidad mayor con Dios, preparándola para la recepción de esta verdad (Diario 9, 14, 31). Un papel importante en la recepción de la verdad de la Divina Misericordia y su transmisión al mundo lo desempeñaron también las numerosas visiones del Señor Jesús, de la Madre de Dios, del Purgatorio y otras (Diario 19, 20).
En la vida espiritual de sor Faustina, a la transmisión del mensaje de la misericordia le antecedió la experiencia del sufrimiento espiritual, abarcando el sentimiento del abandono por parte de Dios, la soledad y el rechazo por parte de Dios. Esta experiencia en el lenguaje de la mística cristiana es definida con la noción de la noche del sentido y del espíritu (Diario 23-27). A esta experiencia le acompañó también el conocimiento de la grandeza de Dios en el misterio de la Santísima Trinidad y la cercanía a Jesús en su Pasión. Esta vivencia la condujo también a la verdad de la Divina Misericordia, descubierta en la creación del hombre y del mundo así como en su Redención por Cristo. La hermana Faustina experimentaba profundamente esta verdad como una gracia especial que le concedió Dios como un premio por su fidelidad y confianza ilimitada (Diario, 85).
Dios mismo eligió a sor Faustina revelándosele en una visión interna para que fuera por todo el mundo y recordara a la gente su Misericordia. Su encargo lo comparó con la misión de los profetas del Antiguo Testamento que Dios enviaba a la nación elegida para que recordaran su amor: “Hoy escuché estas palabras: En el Antiguo Testamento enviaba a los profetas con truenos a mi pueblo. Hoy te envío a ti a toda la humanidad con mi Misericordia. No quiero castigar a la humanidad doliente, sino que deseo sanarla, abrazarla a mi Corazón misericordioso” (Diario 1588). Este significativo encargo del Señor Jesús inquietaba a la hermana Faustina. Reflexionaba sobre cómo podía realizarlo viviendo en el convento y guardando la obediencia a los superiores.
El punto central del mensaje de Jesús Misericordioso que fue transmitido a la hermana Faustina es el misterio de la Divina Misericordia revelado en la persona y en las obras de Cristo, al cual hay que responderle con la confianza total a Dios. La verdad del “mayor atributo de Dios” está a disposición de cada persona sobre todo en los Sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, los cuales abren el manantial de la Misericordia. El mensaje de la Divina Misericordia abarca entonces en primer lugar las llamadas a abrirse a los Sacramento de la Penitencia y a la santa Comunión, los cuales son la condición para la obtención de gracias especiales relacionadas con la veneración de la imagen de Jesús Misericordioso, con la celebración de la Fiesta de la Misericordia y con las oraciones a la Divina Misericordia.
En la unión amorosa con Jesús, sor Faustina conoció el misterio de Dios, que expresa la verdad de que la Divina Misericordia es el principio y el destino último de cada criatura: “Oh Dios incomprensible, mi corazón se deshace de gozo porque me has permitido penetrar los misterios de tu Misericordia. Todo tiene comienzo en tu Misericordia y todo termina en tu Misericordia… Toda gracia procede de la Misericordia y la última hora está llena de Misericordia para con nosotros. Que nadie dude de la Bondad de Dios; aunque sus pecados fueran negros como la noche, la Misericordia de Dios es más fuerte que nuestra miseria” (Diario 1506-1507). La Misericordia es mayor que los pecados humanos, por eso nadie puede cerrarle su corazón a sus gracias.
En el mensaje de la Divina Misericordia transmitido por el Señor Jesús a sor Faustina se repite muchas veces la verdad de que Dios quiere llenar al hombre con su Misericordia. A nadie le excluye de las gracias de la Misericordia, y cuanto mayores son los pecados, tanto más es el derecho a la Misericordia. La fuente de la Misericordia se le acercó al hombre gracias al Sacrificio de la Cruz y fue abierta para todos: “En la Cruz, la Fuente de mi Misericordia fue abierta de par en par por la lanza para todas las almas, no he excluido a ninguna” (Diario 1182). La Misericordia de Dios expresa su gran deseo por salvar a todas las personas. Abarca en su extensión a los pecadores y a los que no conocen a Dios. La condición para la recepción de este don es la apertura a la actuación de Dios en una actitud de confianza y el acercamiento al manantial de la Misericordia: a los Sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. La actitud de confianza es el fundamento de la adoración a la Divina Misericordia que toma diversas formas indicadas por nuestro Señor Jesucristo.
Las formas de culto a la Divina Misericordia
La misión de la apóstol de la Divina Misericordia consistente en la proclamación al mundo del mensaje de la Misericordia, comprende también las formas concretas del culto a Dios, rico en Misericordia, que la Mística de Cracovia transmitió al mundo. Han de ser una ayuda para el acercamiento de la gente hacia Dios y a la apertura a la actuación de la gracia que Jesús Misericordioso quiere conceder a cada hombre. El culto a la Divina Misericordia, que comprende la veneración de la imagen de Jesús Misericordioso, la Fiesta de la Misericordia y la oración a la Divina Misericordia, fue transmitido en las revelaciones privadas y sometido a la verificación teológica por el sacerdote Michal Sopocko.
La imagen de Jesús Misericordioso
El mensaje de la Divina Misericordia, que se manifestó de forma clara en la visión de Jesús Misericordioso y repetido posteriormente muchas veces, abarcaba la imagen de Jesús con la túnica blanca, con la mano derecha alzada para la bendición y la izquierda mostrando el costado abierto, del cual salían dos rayos: uno pálido y otro rojo. El mensaje de la primera visión se cerraba con el encargo de pintar el cuadro según la visión con la inscripción en la parte inferior: “Jesús, en Vos confío”, y de venerar la imagen en la capilla y en todo el mundo. Al encargo de Jesús le fueron asociadas las promesas para los que veneraran la imagen, que consistían en una ayuda especial de Dios en la lucha contra el mal en la tierra y el amparo en la hora de la muerte: “Prometo que el alma que venere esta imagen no perecerá. También prometo, ya aquí en la tierra, la victoria sobre los enemigos y, sobre todo, a la hora de la muerte. Yo mismo la defenderé como mi Gloria” (Diario 48).
En la voz interior, en la cual Jesús respondía a las dudas del confesor para quien la tarea de pintar el cuadro consistía en que sor Faustina pintara la imagen de Jesús en su corazón, el mensaje abarca también la bendición del cuadro el primer domingo después de Pascua y la predicación de los sermones por los sacerdotes sobre la grandeza de la Divina Misericordia con los pecadores (Diario 48-50).
Dos fuentes: dos Sacramentos
En locución interior Jesús indicó la importancia de los rayos que salían de su costado. Los dos rayos simbolizan las gracias que salen de “las entrañas de la Misericordia”. El “pálido” simboliza el agua, el símbolo del Sacramento del Bautismo y de la Penitencia, que justifican y purifican al hombre de los pecados. El “rojo”, el símbolo de la Sangre de Cristo derramada por los pecados, simboliza la Eucaristía, que es vida para el hombre. La Mística de Cracovia recordó que el hombre que cree en Dios no puede aceptar tan solo las verdades sobre la “Santidad y la Justicia” de Dios, las cuales incluso acepta Satanás. Tan solo la apertura al misterio de la Divina Misericordia es una manifestación de la aceptación de toda la verdad sobre Dios: “Proclama que la Misericordia es el atributo más grande de Dios. Todas las obras de mis manos están coronadas por la Misericordia” (Diario, 301). De este conocimiento nació en la Apóstol de la Divina Misericordia el deseo de predicar esta verdad a toda la gente (Diario 302, 309).
En las apariciones siguientes Jesús confirmó que la inscripción en el cuadro había de sonar literalmente: “Jesús, en Vos confío” y también aclaró el lugar especial del cuadro en el culto a la Divina Misericordia (Diario 88, 300). La imagen de Jesús Misericordioso tiene que desempeñar la función del “recipiente” mediante el cual los creyentes van a recoger de la “Fuente de la Misericordia” (Diario 327). Venerado de la misma forma que otros cuadros públicos en las iglesias y de forma privada en las casas, tiene que ser “herramienta” de Cristo indicando la Fuente de la Misericordia revelada en la Muerte y en la Resurrección de Jesús, así como recordar la necesidad de realizar las obras de misericordia mediante la palabra, la obra y la oración. El mensaje concerniente a la imagen fue repetido algunas veces recordando la bendición del cuadro en el Domingo de la Misericordia y la función auxiliar del cuadro para los sacerdotes que predican la Divina Misericordia (Diario 341).
Del culto público al cuadro habló también la siguiente aparición unida con la visión de Jesús en la Cruz (Diario 414). El cuadro debería recordar la Divina Misericordia, sin embargo la devoción pública dada al cuadro sería ineficaz si no fuera acompañada por las obras de misericordia. De esta forma el mensaje de la misericordia impresionó sobre la actitud interna de la confianza apoyada con obras concretas, como condición para la recepción de las gracias de la Divina Misericordia.
La veneración dada a la imagen de Jesús Misericordioso se une íntimamente con la Fiesta de la Divina Misericordia, que sale de “las entrañas de la Divina Misericordia” abarcando el misterio de la Santísima Trinidad (Diario 420).
La Fiesta de la Misericordia
El encargo de la celebración de la Fiesta de la Divina Misericordia se repitió muchas veces en las visiones descritas por sor Faustina en las que se le recordaba a los sacerdotes la predicación de los sermones sobre la Divina Misericordia. Este mandato precisó el contenido teológico de la Fiesta según la teología de la Misericordia que acentuaba que los pecadores, para quienes Jesús aceptó la muerte en la Cruz, eran quienes tenían el mayor derecho a la Divina Misericordia.
La Fiesta de la Misericordia, celebrada el primer domingo después de Pascua, de acuerdo con el mensaje transmitido a sor Faustina, tiene que ser “Refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores” (Diario 699). La Fiesta es la revelación de la Divina Misericordia al mundo, porque salió de “las entrañas de la misericordia” de Dios. Este día es por tanto un tiempo para una especial actuación de la Divina Misericordia: “Ese día están abiertas las entrañas de mi Misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de mi Misericordia” (Diario, 699). La condición para la recepción de la gracia, “la total absolución de las culpas y de las penas”, comparada con la gracia del Bautismo, es la Confesión y la Santa Comunión. En la base para el acercamiento al Dios de la Misericordia se encuentra la actitud de confianza, que es la respuesta del hombre a la Bondad infinita de Dios. La gracia de la absolución de las culpas y de las penas Jesús la otorga bajo condición de acudir al Sacramento de la Confesión y de la Santa Comunión en la Fiesta de la Misericordia (Diario 1109).
La Fiesta de la Misericordia debería ser la oportunidad para predicar las homilías sobre la grandeza de la Divina Misericordia y para recordar la promesa con ella relacionada cuando se acude al Sacramento de la Confesión y se recibe en ese día la Santa Comunión. El obsequio por el culto a la Divina Misericordia en una actitud de total confianza es “la absolución total de las culpas y de las penas”, que cabe comprender como la gracia de la remisión de los castigos y de las culpas semejante a la gracia del sacramento del Bautismo (Diario 300). La condición de la recepción de esta gracia especial es no solo el estado de la gracia santificante, y el acercamiento a la Santa Comunión, sino también la actitud interna de confianza total al Dios de la Misericordia.
Traducción Ramón Lodeiro
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Jesús, en Vos confío