InicioQué es la Divina Misericordia"La Virgen María y santa Faustina"

«La Virgen María y santa Faustina»

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La relación de santa Faustina con la Santísima Madre se basaba sobre una gran intimidad,
posible entre la Madre que ama sin límites y su hija cariñosa.

De entre los numerosos títulos que tiene María, los que más frecuentemente aparecen en los escritos de Sor Faustina, son: Madre, Madre de Dios, mi Madre.
Sor Faustina veneraba siempre a María como Madre del Hijo de Dios, de la Misericordia Encarnada.
Nunca había tratado a María de modo autónomo sino siempre en relación con Jesús, como Su Madre participante en la misión salvífica del Hijo. En numerosas revelaciones la Santísima Madre se le aparecía a sor Faustina junto con su Hijo (Diario 608, 846 y otros),o como aquella que conduce hacia El, concentrada toda en El y participante en su obra de salvar las almas.

Madre de la Misericordia

Sor Faustina habló mucho en su Diario del papel de María como Madre de la Misericordia. Veía la Misericordia que María experimentó de modo singular y la Misericordia con la cual Dios colma a los hombre a través de Ella.
“A través de Ella, como a través del cristal puro, ha llegado a nosotros tu Misericordia, por su mérito el hombre se hizo agradable a Dios, por su mérito todos los torrentes de gracias fluyen sobre nosotros”. (D-1746).
María era para sor Faustina la Madre del Hijo de Dios y también su propia Madre espiritual. La Madre de Dios le recordó de modo especial la verdad proclamada por la santa Iglesia sobre la maternidad espiritual de María, mostrándola como el don de la Misericordia de Dios. Durante la fiesta patronal de la Congregación –escribió sor Faustina– “vi a la Santísima Virgen, indeciblemente bella que se acercó a mí, del altar a mi reclinatorio y me abrazó y me dijo estas palabras: ‘Soy Madre de todos gracias a la insondable Misericordia de Dios’” (D-449, cfr. 805). Le dijo también: “Hija mía, por mandato de Dios, he de ser tu madre de modo exclusivo y especial, pero deseo que también tú seas mi hija de modo especial” (D-1414).
Esta muy íntima unión de sor Faustina con la Santísima Madre es visible en diferentes situaciones de su vida cotidiana, de las cuales habla en su Diario. A María le ofrecía los momentos gozosos, como por ejemplo los votos perpetuos (D-260) y los momentos de sufrimiento, cuando no deseaba quejarse. A Ella le ofrecía toda la vida: “Madre y Señora mía. Te ofrezco mi alma y mi cuerpo, mi vida y mi muerte y todo lo que vendrá después de ella. Pongo todo en tus manos, oh mi Madre” (D-79). Le pedía diferentes gracias como la gracia de la pureza de corazón, alma y cuerpo, la defensa del enemigo de la salvación (D-79), la gracia de ser fiel a las inspiraciones
interiores y de cumplir fielmente la voluntad de Dios (D-170); y todo esto para hacerse más agradable a Jesús y glorificar dignamente su Misericordia delante del mundo y durante toda la eternidad (D-220).

Maternal protección

La Santísima Madre le dio a conocer muchas veces su amor y protección de madre (D-798, 1114). “Una vez me visitó la Virgen Santísima. Estaba triste con los ojos clavados en el suelo; me dio a entender que tenía algo que decirme, pero por otra parte me daba a conocer como si no quisiera decírmelo. Al darme cuenta de ello, empecé a pedir a la Virgen que me lo dijera y que volviera la mirada hacia mí. En un momento María me miró sonriendo cordialmente y dijo: ‘Vas a padecer ciertos
sufrimientos a causa de una enfermedad y de los médicos, además padecerás muchos sufrimientos por esta imagen, pero no tengas miedo de nada’. Al día siguiente me puse enferma y sufrí mucho, tal y como me había dicho la Virgen, pero mi alma está preparada para los sufrimientos” (D-316). Sor Faustina era consciente de que María, como una buena Madre, velaba, cuidaba, estaba permanentemente presente al lado de su niña. “Sólo Ella está siempre conmigo –escribió–. Ella, como una buena Madre, mira todas mis vivencias y mis esfuerzos” (D-798). Sor Faustina se sentía hija de la Santísima Virgen hasta tal punto que deseaba que María fuera la superiora del convento que sor Faustina pensaba fundar, y que las hermanas fueran sus hijas fieles (cfr.D-568), tal y como era en la Congregación donde estaba. María le permitía a su hija espiritual participar en sus vivencias y misterios. En la Nochebuena de 1937 sor Faustina escribió: “Después de la Santa Comunión, la Madre de Dios me hizo conocer la preocupación que tenía en el corazón por el Hijo de Dios. Pero esa preocupación estaba llenísima de tal aroma de sumisión a la Voluntad de Dios que yo la llamaría más bien deleite y no preocupación” (D-1437). Otra vez apuntó: Conocí la alegría de la Santísima Virgen en el momento de su Asunción (D-1244, cfr. D-182).
Hna. M. El bieta Siepak
traducción: Ewa Bylicka

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