InicioQué es la Divina Misericordia"Jesús nos muestra al Padre"

«Jesús nos muestra al Padre»

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El Señor nos ha revelado verdaderamente al Padre y nos ha enseñado a vivir como hijos.
El Padrenuestro es el corazón del Evangelio.
Catequesis bíblica del p. Krzysztof Wons, sds. Segunda parte.

Participemos entonces de esta reunión en el Cenáculo. Creo que es la cumbre de esta parte del Evangelio cuando Jesús contesta a Felipe: “Hace tanto tiempo que estoy con ustedes y no me conoces, ¿no crees que El que me ve a Mí ve al Padre?” Tal
vez es lo que Jesús me está diciendo a mí hoy. Luego de tanto tiempo, ¿no crees que el que me ve a Mí ve al Padre? ¿No crees que al encontrarme encuentras al Padre?

Corazón del Evangelio

Me detengo en la palabra “Padre”. Es una palabra que hoy repetimos mucho en las oraciones, sobre todo en el Padrenuestro. Todos los días también nosotros repetimos “Padre” al rezar la Coronilla. Sin embargo como dice el p. Tomás Harik, “hay muchas palabras piadosas que decimos de memoria, pero han perdido su sentido más profundo para nosotros, ya no nos mueven el corazón”.
Preguntémonos si al pronunciar la palabra “Padre” se despierta en nosotros una nostalgia por El, si con la palabra Padre todo se hace más vivo, se despierta algo en mí. Hoy tal vez por repetirlas mucho y mal, estas palabras han perdido su importancia, su peso, se han hecho fáciles y ligeras y ya no sabemos lo que dicen.
Pensemos cómo Jesús pronunciaba esta palabra “Padre”. Yo cuando pienso en los 30 años ocultos de Jesús pienso en su oración cotidiana con el Padre. No interesan tanto los detalles de la vida ordinaria oculta (como lo muestran los evangelios apócrifos). La vida oculta tiene un único sentido: Durante 30 años Jesús creció en la gracia ante el Padre y ante los hombres [no aumentó la gracia en El sino que creció la manifestación de la gracia según el desarrollo de la naturaleza humana asumida]. Creció en su relación con el Padre.
Aprendió, como hombre, de su Padre y como hombre creció en la gracia. Al pensar en esta etapa oculta, pienso en su oración, en estos encuentros frecuentes con el Padre.
Pienso cuando con 30 años empezó su misión activa, tan activa que casi no tenía tiempo de comer ni descansar, sin embargo El buscó siempre esos momentos de silencio e intimidad con el Padre, noches enteras de oración para estar con el Padre. Todo este encuentro profundo lo aprendió a lo largo de esos 30 años. El desde el principio supo que está para los asuntos del Padre como se lo dijo a su Madre en un momento.

Nos debe ser revelado

Pidamos que el Espíritu Santo nos ayude a escuchar cómo sale de la boca de Jesús la palabra “Padre”. Como hebreo, Jesús formaba parte de la nación elegida. Y Jesús pronuncia la palabra “Padre” no como los otros compatriotas, sino con otro sentido: hablaba como hijo, como su Hijo único. Nosotros en El también podemos decir Padre de esa manera.
Cuando Jesús le dice “Abbá”, “Papá” (cf. Mc 14), ese modo de referirse no es una metáfora en Jesús. Con este “Abbá”, dicho durante su noche oscura del Huerto de los Olivos, resume toda su relación, su confianza y amor al Padre. El está sufriendo en esos momentos y allí se dirige con tanta ternura a su Padre.
En esta palabra está toda la confianza y el abandono en el Padre. Ustedes fíjense que la Coronilla inicia con la palabra “Padre” y es una oración de confianza y abandono también, y nos introduce en lo más doloroso de la vida de Jesús y nos pone en abandono y como niños ante el Padre.

Nos enseña a ser hijos

Jesús se refería al Padre con frecuencia de esta manera: “Abbá”. Y lo hacía con una sencillez espontánea y una cordialidad como infantil. Para un judío esto era increíble, inconcebible, insólito. “Abbá” era como los niños pequeños hebreos le decían a sus papás en el ambiente de casa. Nadie decía esta palabra en un espacio público dirigiéndose a Dios. Y es justamente lo que hace Jesús: “Querido papá, papito mío, papá querido”. Así se dirige a Dios porque Dios es su Papá, su Padre. Jesús, como nos dice el Credo, es engendrado no creado.
Y por ser engendrado es Hijo del Padre. Está en el seno del Padre. Tal como lo dice el Prólogo del Evangelio de san Juan. Y Jesús ama a su Padre como un hijo ama a su papá, y El es su Hijo único.
El entonces cardenal Ratzinger en su libro “El Dios de Jesucristo” escribió que sin Jesús no sabríamos qué es el Padre en realidad. Esto lo reveló por medio de su oración. El hecho de que podamos encontrar al Padre en Dios es gracias únicamente a Jesús. Sin Jesús no podríamos imaginar a Dios como Padre, como Papá.

Padre en las buenas y en las malas

Jesús nos enseña en la Coronilla a rezar como hijos sumergidos en la oración al Padre. Todas estas palabras de la Coronilla están llenas de su comunión permanente con el Padre. En esta oración transmite no sólo palabras sino todo su amor al Padre. Tal como en el Padrenuestro. En la Coronilla está presente la confianza, el deseo y la nostalgia por el Padre, como en el Padrenuestro. Gracias a Jesús conocemos al Padre de manera interior, es decir, conocemos al Padre desde la perspectiva del Corazón de Jesús. Cuando repetimos con fe la palabra “Padre”, como Jesús, podemos decir que estamos en su presencia, tanto cuando somos buenos como cuando somos malos. Porque su amor misericordioso es independiente de nosotros.

Amor incondicional de Padre

Cada pecado lo hiere, como nos lo mostró en la Cruz, perforando sus manos y pies, como si quisiéramos quitarle el poder de obrar Misericordia por nosotros. Pero su Misericordia nos envuelve tanto en la bondad o maldad nuestra, tanto cuando somos justos o cuando somos injustos y está a la puerta y llamando a ella en cualquier situación moral nuestra. El amor del Padre, como se desprende de Mt 5 es como el calor, como los rayos del sol que tocan con cariño las mejillas de cada persona. Con la lluvia de su gracia rocía a todas las personas: pecadores y no pecadores, justos e injustos.
También cuando nos transformamos como niños ante El, cuando nos ponemos insoportables, El no cambia. El sigue igual. Su amor no cambia, no deja de amar, sobre todo con los que son difíciles de amar.
Es por eso que decimos “Padre nuestro”, porque no es sólo mío sino de todos.

continua en la próxima edición

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