Nuestro Señor ha querido mostrar el verdadero rostro de su Padre a nuestra generación en que la paternidad ha sido desfigurada. El sana a quienes no tienen padre. Catequesis bíblica del p. Krzysztof Wons, sds. Ultima parte.
En este momento nos acercamos a un tema muy difícil, porque para varias personas que viven en este mundo es difícil expresar la palabra “Padre”. Es como si fuera una abstracción, algo difícil de pronunciar y sobre todo para dirigirnos así a Dios. Tal vez incluso para algunos de ustedes aquí presentes. Para muchos no dice nada esta palabra y, sin embargo, es la palabra más querida por Jesús. Para muchísima gente es algo lejano, ausente, para muchos incluso esta palabra no les trae paz, sino que, al contrario, provoca dolor. La palabra “padre” a veces despierta desconfianza y no confianza. Hay personas que se dan cuenta de que esta palabra toca el corazón de Jesús, pero a otros despierta rebeldía y no paz.
Hoy vivimos en un mundo, en una civilización sin padres. La paternidad se les convirtió en algo amargo. Hay personas que no se ven involucradas en esta palabra con la que se llama a Dios. Por eso para muchos es difícil rezar bien la Coronilla o el Padrenuestro. No se encuentran incluidos en esta oración. Aún repitiendo y repitiendo la palabra, es solo repetición, su corazón está ausente, porque esta palabra termina siendo vacía, sin sentido, ajena para él. Por eso en el Evangelio Jesús intentó transmitir a sus discípulos del Cenáculo el amor, el calor, la involucración suya con el Padre, para hacerlo con todas las personas. Hoy hay muchos hijos que no sienten la presencia del Padre, viven con padre ausente. Tantos hombres mayores, que fueron hijos con ausencia crónica del padre, incluso con la violencia y/o rechazo de sus papás.
Y hoy aquí vemos que, sin embargo, por medio de sor Faustina el Señor quiere hoy que encontremos al Padre Misericordioso.
Sin padres, sin identidad
En mi experiencia hay muchas historias de vida con tanto mal sentimiento para con sus papás, que sienten la falta del padre; hay heridas que nunca se cerraron mezclándose con sentimientos opuestos al natural por un padre. En algunos la paternidad despierta no solo rechazo sino incluso ira. Sin embargo, ellos también necesitan encontrar el rostro del Padre Misericordioso en su Hijo, Jesucristo.
Muchas personas no se imaginan de ninguna manera al Padre, nunca sintieron lo que es un padre en su vida, esta palabra les es muy abstracta.
Ratzinger, un teólogo tan preciso, teólogo con tanta humanidad, por transmitir su teología junto con la experiencia humana, con elementos de antropología, escribió: “en el lugar donde no hay padre, donde el aspecto del padre humano no se experimentó, el hecho de hablar de Dios como Padre también queda como algo vacío y sin sentido”. El aspecto humano del padre desapareció, entonces no se puede hablar de Dios como Padre. Y Jesús lo sabía. No faltaban huérfanos entonces, en el evangelio, como no los faltan hoy. Incluso huérfanos con padres vivos pero ausentes.
Jesús pensaba en esta orfandad
Cuando enseñó el Padrenuestro, cuando enseñó la Coronilla a santa Faustina, estoy convencido de que Jesús pensaba y sigue pensando en aquellos que nunca han tenido padre. Hablaba tanto para los huérfanos físicos de padre y para los huérfanos psicológicos, es decir, sin paternidad aún teniendo padre. Dejó estas oraciones para curar la herida de esta falta entre los hombres. Una herida que se va haciendo cada vez más grande.
Hiere mucho a Jesús el hecho de no poder revelar a su Padre en los rostros de los padres físicos, los padres de la tierra. Y Jesús reza junto con nosotros al Padre e intenta llevar, enseñar a nuestra fe tan frágil lo que significa la palabra “Padre”.
Tenemos que pronunciar todos esta palabra. La crisis de la paternidad provocará siempre la crisis de la humanidad. Sin padre la humanidad no puede ser plena. No tendrá la base de su estructura. Sin mi padre no puedo vivir plenamente mi infancia, me han robado la infancia si no está él. Y la infancia es parte de nuestra identidad.
La crisis de la paternidad provoca la crisis de identidad en nuestra vida.
Entrañas paternas y maternales
Desde el mismo punto de vista podemos decir lo mismo sobre la maternidad. Dios es padre y madre y la crisis de la maternidad también puede provocar la crisis de la imagen de Dios. La maternidad también tiene su base en la paternidad de Dios.
En las Sagradas Escrituras, si Dios quiere expresar sus sentimientos más profundos hacia el hombre, si quiere hablar de su Misericordia, El inspira a los profetas para que pronuncien la palabra hebrea “rahamim”, derivada del hebreo “rehem”: que significa seno materno, seno de la madre. Si recuerdan la parábola del “hijo pródigo”, allí también se utilizó esta palabra. Cuando el padre tan feliz vio a su hijo sintió lo que siente una madre en su seno: se conmovieron sus entrañas. Esto puede ayudarnos a entender lo que siente Dios como Padre por nosotros. El padre en esta parábola tiene el corazón de una madre y ama con amor materno.
El muestra al Padre
Si cada uno de nosotros está hecho a la imagen de Dios, como creemos que es, de la misma manera esto se traduce en la vida: somos imagen de Dios en la vida, no de modo teórico, sino concretamente.
Cada uno de nosotros es imagen de Dios: sea como padre, como madre, como niño, como hijo. Por eso Jesús, el Hijo único, dijo: Felipe, quien me ve, ve al Padre, ve a Dios.
Cuando el aspecto materno-paterno está deformado en el mundo, entonces hay un problema con el modo de ver a Dios. Porque necesitamos la imagen paterna de la tierra para entender la imagen del Padre Eterno. Cuando Dios Padre no tiene una imagen, nosotros no podemos imaginarlo, pensarlo, experimentarlo. No sirven las pruebas de la existencia de Dios a personas que no aman, no tienen relación, no pueden entender ni sentir la presencia de Dios como Padre.
Nos libera de la crisis de paternidad
Aquí hago una pregunta: ¿Para qué creer que Dios existe si no creo que Dios es amor, mi amor, mi Padre? ¿Para qué creer en Dios? Personalmente creo que no hay gente que no crea en la existencia de Dios. Creo que hay muchas personas que tienen una imagen deformada de Dios, que no pueden ver a Dios. Entonces Jesús en el Cenáculo dice: “no tengan miedo, que no se turbe vuestro corazón, quien me ve a Mí ve al Padre”.
Para esto vino Jesús, esta es la prueba que puede ayudar a superar la crisis de la paternidad. Esta es la esencia de fe. Cristo llega para liberarnos de la crisis de paternidad. Jesucristo nos revela al Padre en nuestra historia.
Los que sienten la presencia de Dios como Padre, los que saben que Dios está presente en su vida, en su propio pesebre, y por alguna causa de su vida, la identidad de padre y de la madre terrenos no existe, ha sido eliminada, esto no significa que Dios murió como Padre para ellos. Tampoco en ellos murió la nostalgia de Dios.
Cada uno de nosotros tiene una imagen más o menos distorsionada, desfigurada de la paternidad y maternidad. Y por eso Dios Padre se ha revelado a cada uno de nosotros en Jesucristo para anular todas las imágenes distorsionadas de la paternidad y maternidad. Porque cuando el hombre ha dejado de ser humano, Dios se hizo hombre. Esta es su respuesta y así se revela, así se deja ver de Faustina.
Nos revela su Paternidad
A través de palabras humanas, gestos, amor y sensibilidad humanas, todo lo que constituye la belleza humana nos revela su paternidad. Como habla con Faustina, como son sus conversaciones con Jesús, ella no se hubiera atrevido a tocarlo si no se le hubiera revelado por ejemplo como un pequeño Niño.
Cito nuevamente a Ratzinger: “el Padre bíblico, al que encontramos a través de Jesús, no es una réplica celestial del padre terrestre”. Es difícil de traducir pero es importante entenderlo. Dios Padre no es replica celestial de la paternidad humana, es algo nuevo. El Padre bíblico es la crítica divina de la paternidad humana: la purifica, la eleva y la salva. El sana nuestra memoria, nuestro modo de ver las cosas.
Gracias a Jesús en los evangelios escuchamos de manera muy humana la voz del Padre, podemos ver su mirada, mirar su rostro ¿dónde? En su Hijo Jesucristo.
Ahora lo vemos “de frente”
En el Antiguo Testamento, cuando Moisés, llamado el amigo más grande de Dios, cuando pedía a Yahvé que se dejase ver escuchó: “no podrías verme porque morirías”. Entonces Moisés se ocultaba y Dios pasaba al lado. Y cuando ya había pasado Moisés lo vio por detrás (siempre hablando con palabras humanas). Entonces, como lo dijo Ratzinger de manera muy acertada, “nosotros hoy por Jesús vemos a Dios por delante, lo vemos en Jesús”.
“El que me ha visto a Mí ha visto al Padre”, es la respuesta que escucha Felipe y es una respuesta para cada uno de nosotros. Piensa en esto a menudo, también cuando reces la Coronilla, al empezar por “Padre Eterno”. Pensemos en la belleza del rostro que se nos revela en su Hijo.
Pensemos que con la imagen de Jesús Misericordioso, vemos a Dios, como quería Moisés, pero ya no de espalda, sino que ahora lo vemos por delante, como lo vio Faustina.
Esta revelación de la Divina Misericordia no es una revelación distante, de lejos y de espalda, sino que se realiza de frente y de cerca, por medio de Jesucristo –representado en la imagen- se alcanza la unión con El Padre – al que clamamos en la Coronilla-.
Porque tal como Jesús está unido con su Padre, de la misma manera nos unimos con el Padre en Jesús. Es lo que pasa gracias al Espíritu Santo, porque sin el Espíritu Santo ninguno de nosotros sería capaz de ver en la sagrada imagen al Padre en el Hijo, ni siquiera tanto en la Coronilla como en el Padre Nuestro podríamos decir la palabra “Abba” (Padre).
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Jesús, en Vos confío