Los Ángeles son intercesores activos y muy poderosos ante Dios
por todos nosotros en relación únicamente a la salvación de nuestra alma.
471 – Un día en que estaba en la adoración, y mi espíritu como si estuviera en agonía añorándolo a El y no lograba retener las lágrimas, vi a un espíritu de gran belleza, que me dijo estas palabras: “No llores, dice el Señor”. Un momento después pregunté: ¿Quién eres? Y él me contestó: “Soy uno de los siete espíritus que día y noche están delante del trono de Dios y lo adoran sin cesar”. Sin embargo este espíritu no alivió mi añoranza, sino que suscitó en mí un anhelo más grande de Dios. Este espíritu es muy bello y su belleza se debe a una estrecha unión con Dios. Este espíritu no me deja ni por un momento, me acompaña en todas partes.
470 – Una noche, cuando desde mi celda miré al cielo y vi un espléndido firmamento sembrado de estrellas y la luna, de repente entró en mi alma el fuego de amor inconcebible hacia mi Creador, y sin saber soportar el deseo que había crecido en mi alma hacia El, me caí de cara al suelo humillándome en el polvo. Lo adoré por todas sus obras y cuando mi corazón no pudo soportar lo que en él pasaba, irrumpí en llanto. Entonces me tocó el Ángel Custodio y me dijo estas palabras: “El Señor me hace decirte que te levantes del suelo”. Lo hice inmediatamente, pero mi alma no tuvo consuelo. El anhelo de Dios me invadió aun más.
490 – A la mañana siguiente vi al Ángel Custodio que me acompañó en el viaje hasta Varsovia. Cuando entramos al convento desapareció. Cuando pasábamos junto a una pequeña capillita para saludar a las superioras, en un momento me envolvió la presencia de Dios y el Señor me llenó del fuego de su amor. En tales momentos siempre conozco mejor la grandeza de su Majestad.
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Jesús, en Vos confío