InicioQué es la Divina MisericordiaFaustina: "La Virgen María, maestra y modelo"

Faustina: «La Virgen María, maestra y modelo»

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Unidos a Ella vivamos santamente el Adviento como Ella lo vivió.
Enseñanzas recibidas por la fiel hija de la Madre de Dios de la Misericordia. Segunda parte.

María le enseñaba, ante todo, a descubrir a Dios en su propia alma. La Santísima Virgen me enseña -escribió en el Diario- sobre la vida interior del alma con Jesús, especialmente en la Santa Comunión (D-840). Pero no sólo entonces. Con motivo de los preparativos para la fiesta de la Natividad del Señor le propuso a sor Faustina una adoración permanente de Jesús viviente en su alma. “Hija mía -dijo- procura ser mansa y humilde para que Jesús que vive continuamente en tu corazón pueda descansar. Adóralo en tu corazón, no salgas de tu interior” (D-785). Sor Faustina cumplía con fidelidad los consejos de la Madre de Dios, su invitación a tratar con Dios en su propio interior, a descubrir allí la presencia y la fuerza de Dios. Por eso no buscaba a Dios lejos, sino que concentraba toda su vida interior en fortalecer la unión con El, viviente en su alma.

“Haced lo que El os diga” (Jn 2, 5)

La Santísima Virgen también invitaba a sor Faustina a cumplir fielmente la voluntad de Dios. “Hija mía -dijo- te recomiendo encarecidamente que cumplas con fidelidad todos los deseos de Dios, porque esto es lo más agradable a sus santos ojos.
Deseo ardientemente que te destaques en esto, es decir en la fidelidad en cumplir la voluntad de Dios. Esta voluntad de Dios, anteponla a todos los sacrificios y holocaustos” (D-1244). “El alma más querida para mí es aquella que cumple fielmente la voluntad de Dios” le dijo María (D-449).
Con un fiel cumplimiento de la voluntad de Dios se vincula inseparablemente la cruz. La Madre de Dios enseñaba a santa Faustina como aceptar y vivir el sufrimiento que no omite a nadie. “Has de saber, hija mía -le dijo la Virgen- que a pesar de ser elevada a la dignidad de Madre de Dios, siete espadas dolorosas me han traspasado el corazón” (D-786). Aconsejó a sor Faustina que también en los momentos de gozo, siempre mirara fijamente la Cruz (D-561), contemplara la Pasión de su Hijo y de este modo vencería (D-449). María Santísima, indicando su vida, le decía que no omitiera ni evitara la cruz, sino que la aceptara, porque la cruz cabe dentro de los planes de Dios. La cruz aceptada siempre lleva a la victoria, a purificar el alma y por lo tanto a una más estrecha unión con Jesús y una más plena participación en su misión salvífica.

Distintivo del hijo de María

Siendo hija de la Madre de Dios de la Misericordia, sor Faustina debía distinguirse por las virtudes de humildad, silencio, pureza y amor de Dios y del prójimo, compasión y misericordia (D-1244). Y, también como signo de predilección y de mayor correspondencia a su amor maternal, la Virgen le recalcará: “Deseo, amadísima hija mía, que te ejercites en tres virtudes que son mis preferidas y que son las más agradables a Dios: la primera es la humildad, humildad y todavía una vez más humildad. La segunda virtud es la pureza; la tercera es el amor a Dios. Siendo mi hija tienes que resplandecer de estas virtudes de modo especial” (D-1415).

Auxilio para su misión

María, en cuanto Maestra de la vida interior, le daba a sor Faustina instrucciones referentes a su perfección personal y la misión apostólica que le fue confiada por Cristo. El primer deber apostólico de sor Faustina era proclamar al mundo el misterio de la misericordia Divina con lo cual el mundo ha de prepararse para la Segunda Venida de Cristo. María fortalecía a la santa en el cumplimiento de esta tarea, indicando su gran importancia. “Yo di al mundo el Salvador y tú debes hablar al mundo de su gran Misericordia y preparar al mundo para su Segunda Venida […]. Habla a las almas de esa gran Misericordia, mientras sea el tiempo para conceder la Misericordia. Si ahora tú callas, en aquel día tremendo responderás. Santa Faustina nos recuerda constantemente que para hallar a Jesús debemos ir a María Santísima. por un gran número de almas” (D-635). Después de estas palabras llenas de seriedad y responsabilidad, la Santísima Madre la reforzó diciendo: “No tengas miedo de nada, permanece fiel hasta el fin, yo te acompaño con mis sentimientos” (D-635).
El segundo, nuevo deber apostólico de sor Faustina era implorar la Misericordia de Dios para el mundo entero. La Madre de Dios la fortalecía también en esta misión, indicando a sí misma como modelo de la vida escondida y una continua oración de
intercesión. Le dijo en una ocasión: “Su vida debe ser similar a la mía, silenciosa y escondida; deben unirse continuamente a Dios, rogar por la humanidad y preparar al mundo para la Segunda Venida de Dios” (D-625). En otra ocasión la Madre de Dios ya no pedía la oración sino que la exigía: “Hija mía, exijo de ti oración, oración y una vez más oración por el mundo y especialmente por tu Patria” (D-325).

Maestra de la vida espiritual

La Madre de Dios como la más perfecta Maestra de la vida interior comunicaba a sor Faustina los principios fundamentales de la vida con Dios, resaltando especialmente: el descubrimiento de la presencia de Dios en el alma y el desarrollo de la unión personal con El en lo cotidiano; el cumplimiento de la voluntad de Dios como expresión de confianza y amor de Dios; el ejercitarse en las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) y morales; especialmente humildad, amor hacia el prójimo, el amor a la cruz del que depende el grado de unión del alma con Dios y la efectividad del trabajo apostólico.
Santa Faustina se mostró muy aplicada y fiel alumna de la Madre de Dios. Escuchaba sus consejos, instrucciones y mandatos y los cumplía escrupulosamente. Escribió: “Este mes me ejercitaré en tres virtudes que me recomendó la Madre de Dios: en la humildad, la pureza y el amor de Dios, aceptando con profunda sumisión la voluntad de Dios, todo lo que El me envíe” (D-1624). En el Adviento imitaba a María con la docilidad y el recogimiento del espíritu (D-1398) para preparar, de este modo, su corazón para la venida del Señor Jesús. En otra ocasión hizo el propósito de ejercitarse en ser mansa y humilde (D-792) y en una jaculatoria pidió a María que la uniera a Jesús (D-162).
Trataba de cumplir todos los deseos de la Madre de Dios, también los que se referían a la actuación en situaciones concretas (D-1250). De buena gana y con gran celo cumplía también el deseo de la Madre de Dios de que orara según distintas intenciones (D-1206, 32, 286, 330, 182, etc.).

Mediadora de la gracia

Sor Faustina sabía que para ejercitarse en las virtudes y desarrollar la vida con Jesús, es necesaria la gracia actual por eso, a menudo, pedía ayuda a la Madre de Dios para obtener las gracias necesarias. “Pedí ardientemente a la Virgen que me obtuviera la gracia de ser fiel a esas inspiraciones interiores y que yo cumpliera fielmente toda la voluntad de Dios” (D-170). Antes de cada Comunión rogaba a María que la ayudara a prepararse y recibir al Señor Jesús en el alma, que incendiara en su alma el fuego con el que ardía su puro corazón en el momento de la Encarnación (D-1114). “Vivo bajo el manto virginal de la Santísima Virgen, Ella me cuida y me instruye; estoy tranquila junto a su Inmaculado Corazón, ya que soy débil e inexperta, por eso, como una niña me abrazo a su Corazón” (D-1097).
La imitación de María y el cumplimiento de sus mandatos pronto dieron los frutos esperados en la vida de la santa. “Cuanto más imito a la Santísima Virgen tanto más profundamente conozco a Dios” (D-843). Un fiel seguimiento de María santificaba
su alma (D-161) y llevaba a una estrecha unión con Jesús. El culto a la Madre de Dios no era solamente piedad hacia María, sino ante todo piedad según el modelo de María. Sor Faustina oraba a la Madre de Dios, celebraba sus fiestas, pero también la imitaba con celo. De Ella aprendía a penetrar en el misterio de la Misericordia de Dios y a contemplarla en lo cotidiano, confiar en Dios y practicar misericordia para con el prójimo, participar en la vida y la misión de Jesús -en la obra de salvar las almas perdidas. Sor Faustina era una fiel alumna y una hija amada de la Madre de la Divina Misericordia. Reflejaba en su vida la vida de María, la vida que siendo mansa y escondida dio, al mismo tiempo, frutos abundantes en la misión salvífica de Jesús.

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