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Faustina: «El gran recipiente»

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El Amor de Dios sólo espera ser recibido, que lo dejemos actuar, consolarnos, transformarnos. La medida de nuestra confianza será la medida de las gracias que recibiremos. (Primera parte).

Soy eslovaca y muchas veces acompañé a peregrinos en nuestro Santuario de la Divina Misericordia en Łagiewniki (Cracovia) […]. Recuerdo haber recibido a unos estudiantes de secundaria junto con cuatro profesores. Me senté con ellos en los bancos frente al Aula Santa Faustina y hablé sobre el Mensaje de la Divina Misericordia. Al final del encuentro, les enseñé a rezar la Coronilla a la Divina Misericordia, porque los alumnos no sabían rezarla. Tenía conmigo unas pocas estampas con esta oración en eslovaco. Sin embargo, no eran suficientes para todos y resultó que no alcanzaban para
uno de los profesores. Le sugerí al grupo que fuéramos juntos a la capilla para rezar, para que todos pudieran conocer a Jesús presente en el Santísimo Sacramento en persona.
Así que los llevé a la capilla y arreglé una charla posterior con este profesor para que, mientras tanto, pudiera traerle un cuadro con la imagen.
Cuando regresé a la capilla, intenté encontrarlo. En la capilla él se sentó en el asiento trasero y lloró. Me impresionó mucho, porque los hombres suelen llorar raras veces. Me acerqué a él y le entregué la imagen. Luego salí con él al frente de la capilla y comenzó a decirme entre lágrimas que su esposa había muerto de cáncer hace dos años. Ella era una persona profundamente religiosa y había sufrido mucho. Ella sólo tenía 45 años. En la capilla, se dio cuenta de que, si rezaba por ella, él podría recuperarse. Entonces estaba muy lejos de Dios y no tenía interés en la fe. Le dije que podía salir adelante y que probablemente su esposa lo estaba esperando con amor y que él podía comenzar una nueva vida viviendo para Dios, porque estamos aquí en la tierra para que aprendamos a amar y que Jesús Misericordioso le había dado una nueva oportunidad. Luego me despedí de todo el grupo.

Confiar y entregarse

Probablemente conocemos la imagen de Jesús Misericordioso con la firma “Jesús, en Vos confío”. Estas son las palabras clave de las que me gustaría hablar hoy. Estas fueron las primeras palabras que aprendí en polaco. Durante muchos años he reflexionado sobre lo que significa confiar en Dios y qué tipo de confianza espera de mí. Entonces preguntémonos: ¿qué es la confianza?
Confiar en alguien, en lenguaje coloquial, es estar convencido de que ese alguien es veraz, honesto, amable y fiel. Cuando confío en él, puedo contar con él al 100%. Y confiar completamente en alguien, significa tener tanta confianza en él que sin miedo le revelamos lo más íntimo, le revelamos toda la verdad sobre nosotros y nos confiamos a él sin miedo.
La palabra confianza no solo se refiere a las relaciones humanas. Se trata principalmente de la relación: Dios-hombre.

Debemos aprenderla

En los diccionarios teológicos la confianza suele tener una función auxiliar cuando se discuten los conceptos de fe y esperanza. Sin embargo, en el Diario de sor Faustina, es una actitud del hombre hacia Dios que involucra toda la vida.
El destacado teólogo polaco, Ignacy Rozycki, escribió que sor Faustina entendía la confianza como una espera humilde, firme, voluntaria y animada por la fe en la Bondad de Dios.
Entonces, ¿cómo maduró en la confianza la hermana Faustina?
Intentaremos mirar su vida, leeremos sus escritos para extraer directamente de la fuente, es decir, de la experiencia espiritual de ella a quien Jesús mismo llamó “hija de la plena confianza” (D-718). Confiar, para sor Faustina, significa entrega total a Dios. Tan fuerte que al mismo tiempo está llena de intimidad infantil.
Entonces, no es sólo una actitud nacida de la virtud de la fe y la esperanza, sino que también significa un vínculo especial de amor con Dios. La confianza en la vida de sor Faustina es algo más: también está influenciada por las virtudes morales, a saber, la humildad, el arrepentimiento y el dolor por los pecados. Gracias a la confianza, tenemos en nuestras manos un recipiente para obtener gracias. Al mismo tiempo, la confianza es condición para recibirlos.
Volvamos por un momento a la imagen de Jesús Misericordioso y a la inscripción: “Jesús, en Vos confío”.
Porque para confiar en alguien, y de una manera tan hermosa como lo hizo santa Faustina, es necesario conocerlo. Este es un principio que se aplica tanto a las relaciones humanas como a las relaciones con Dios. Intentemos mirar el misterio de la Misericordia de Dios, porque cuando lo conozcamos, podremos confiar cada vez más en Dios.

Caminos de la confianza

¿Te gusta caminar en la naturaleza? A mí, mucho. Me gusta admirar los bosques, el cielo azul, el silencio de la naturaleza. A todo ser humano se le da la razón natural para poder conocer a Dios a partir de sus obras.
Sin embargo, hay otro orden de conocimiento que el hombre no puede alcanzar por sí mismo: es la revelación de Dios.
En su total libertad, Dios decidió revelarnos en Jesucristo el misterio de su Vida y el plan de su Bondad hacia nosotros. E hizo todo esto para nuestra salvación. Estos tesoros, es decir, toda la obra de salvación, están presentes en la Sagrada Escritura y transmitidos en la Tradición de la Iglesia. Y es por eso que los animo: leamos la Biblia, conozcamos a nuestro Salvador y conozcamos al Padre Celestial al mismo tiempo. Este conocimiento no sólo aumentará nuestra confianza, sino que también hará feliz a la persona. Entonces nos daremos cuenta de que no estamos solos en nuestros sufrimientos, en las pruebas de vida y en todo lo relacionado con la pandemia actual.
En la historia sobre aquel maestro de Eslovaquia, mencioné cómo cambió al conocer a Jesús Misericordioso: como si en un momento entendiera su amor y lo conociera de corazón. Cada encuentro con Dios cambia al hombre y lo convierte en una criatura completamente nueva, lo hace más parecido a Dios y, por lo tanto, lleno de amor y misericordia hacia los demás.
Santa Faustina escribe en su Diario: “Oh Dios incomprensible… Todo comienza en tu Misericordia y termina en tu Misericordia. Toda gracia procede de la Misericordia y la última hora está llena de Misericordia para con nosotros (D-1506).
¿Sabes por qué la hna. Faustina lo expresó con tanta fuerza? Porque trató de vivir con espíritu de fe en la vida diaria. Cada uno de nosotros puede hacer esto, si así lo desea, si es consecuente y si pide la gracia de mirar todo a través de la óptica de la Misericordia de Dios.

En toda situación

Faustina estaba dispuesta a confiar en Dios en cualquier situación, incluso en una difícil, aunque estuviera bordeando la desesperación y la desesperanza. Por eso pidió esta gracia en la oración, diciendo, entre otras cosas: “que en tiempos difíciles no nos desesperemos, sino que con gran confianza nos entregáramos a tu Voluntad” (D-950). Nos enseñó que las dificultades deben aumentar nuestra confianza en la espera de la ayuda de Dios: “cuanto más grandes son las tinieblas, tanto más plena debe ser nuestra confianza” (D-357).
¿Cómo se manifiesta en la práctica nuestra confianza en Dios? Jesús animó a sor Faustina: “Quiero que las almas se distingan por una confianza ilimitada en mi Misericordia” (D-1578). La confianza es el mejor regalo que podemos darle a otra persona. La confianza es también el mayor regalo que una persona puede darle a Dios. Es el regalo que Dios más espera de cada uno de nosotros.
“Me complace particularmente el alma que confía en mi Bondad” (D-1541), dijo Jesús.
Nada da a Dios mayor gozo que la confianza de su creatura: “El alma más querida para Mí es la que cree fuertemente en mi Bondad y la que confía en Mí plenamente; le ofrezco mi confianza y le doy todo lo que pide” (D-453). Dios se entrega a los que confían en El por completo; la confianza -podría decirse- literalmente lo esclaviza al continuo otorgamiento de gracias al alma.

Según la medida del recipiente

“Tu gran confianza en Mí -le dijo el Señor Jesús a sor Faustina- me obliga a concederte gracias continuamente. Tienes grandes e inexpresables derechos sobre mi Corazón, porque eres una hija de plena confianza” (D-718).
“Las gracias de mi Misericordia – dijo el Señor Jesús- se toman con un solo recipiente, y éste es la confianza” (D-1578). Si alguien no confía, no puede recibir las gracias y los dones de la Misericordia de Dios. La confianza, como dijo Cristo, es el único vaso, por lo tanto, no hay otro.
La medida de las gracias depende del tamaño de este recipiente; cuanto más grande sea el recipiente, más podrá obtener. “Cuanto más confíe un alma, tanto más recibirá” (D-1578).
Es generoso y se alegra cuando las almas piden mucho, porque su deseo es dar mucho.
El crecimiento de la confianza también se fomenta elevando nuestros actos, es decir, por medio de oraciones cortas en las que nos dirigimos a Dios y tratamos de confiarle los asuntos que son importantes para nosotros.
Hna. Clareta Fecov, zmbm

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Jesús, en Vos confío

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