“Escribe que día y noche Mi mirada descansa sobre él y permito estas contrariedades para multiplicar sus méritos. Yo no recompenso por el resultado positivo sino por la paciencia y el trabajo emprendido por Mí” (D. 86).
“En su corona habrá tantas coronas, cuántas almas se salvarán a través de esta obra” (D.90).
“A los pies del Señor Jesús vi a mi confesor y detrás de él a un gran número de eclesiásticos de alto rango, con ropa que nunca había visto, salvo la visión. Y detrás de ellos varias clases de eclesiásticos; más allá vi una multitud tan grande que no pude abarcar con la vista. Vi saliendo de la Hostia estos dos rayos que están en la imagen, que se unieron estrechamente, pero no se confundieron y pasaron a las manos de mi confesor, y después a las manos de los eclesiásticos y de sus manos pasaron a las manos de la gente, y volvieron a la Hostia” (D.344).
El beato padre Miguel Sopoćko, confesor y director espiritual de sor Faustina, a través de su penitente, entró en relación directa con el misterio de las revelaciones de Jesús Misericordioso a sor Faustina. Dios le encargó un papel muy importante, el de la realización de la misión de sor Faustina. A esa obra dedicó casi toda su vida.
Miguel Sopoćko nació el 1 de noviembre de 1888, en Nowosady, la región de Vilna (Lituania) en una familia noble que cuidaba mucho las tradiciones patrióticas. A pesar de las duras condiciones de vida, sus padres le proporcionaron educación primaria. La actitud moral de sus padres, su profunda religiosidad y el amor paternal influyeron en un desarrollo espiritual adecuado para Miguel y sus hermanos. El ambiente religioso que se respiraba en casa de los Sopoćko despertó en Miguel, ya desde la tierna infancia, una religiosidad ardiente y el deseo de dedicarse al servicio de Dios mediante el sacerdocio.
En 1910, el joven Sopoćko comenzó 4 años de estudios en el Seminario Conciliar de Vilna, formación que pudo continuar gracias a la subvención concedida por el rector. El 15 de junio de 1914 fue ordenado sacerdote.
Ya como sacerdote, Sopoćko fue destinado a trabajar de vicario en la parroquia de Taboryszki, cerca de Vilna. Aparte de las responsabilidades habituales pidió permiso para impartir catequesis dominical a adolescentes. El primer año de trabajo pastoral fue coronado con la celebración de la Primera Comunión recibida por 500 niños.
En verano de 1915, el frente de la guerra alemano-rusa pasó por Taboryszki. A pesar de los peligros continuos causados por la guerra, el P. Sopoćko celebraba Misa y participaba en la vida de los feligreses. Organizaba también la enseñanza abriendo escuelas para niños en los pueblos vecinos. Más adelante, esta práctica se convirtió en motivo de persecuciones por parte de las autoridades ocupantes alemanas. Al principio, las autoridades se mostraban muy tolerantes con las prácticas del P. Sopoćko; incluso apoyaban económicamente. Sin embargo, con el paso del tiempo, las autoridades alemanas empezaron a impedir al P. Sopoćko sus viajes a Vilna, cuyo objetivo era traer profesores a las escuelas que abría. De esta manera, el Padre Miguel fue obligado a abandonar Taboryszki.
En 1918, el Padre Sopoćko recibió de las autoridades eclesiásticas de Vilna el permiso para ir a Varsovia a cursar estudios en la facultad de Teología de la Universidad. Desgraciadamente la enfermedad y la situación política en Polonia le impidieron empezar la carrera. Cuando después del tratamiento médico el P. Sopoćko volvió a Varsovia con la intención de empezar su educación, resultó que la universidad se había cerrado a causa de la guerra. Así que el Padre Miguel se incorporó como voluntario al servicio pastoral militar. El Obispo Castrense del Ejército Polaco le nombró capellán militar y le destinó al hospital de campaña que se estaba formando en Varsovia. Después de un mes de servicio en el hospital, pidió el traslado al frente. Entonces fue destinado al regimiento militar, en Vilna, donde empezó inmediatamente su servicio pastoral entre los soldados que combatían en el frente.
A parte del ministerio sacramental, ayudaba a los heridos, quienes carecían de servicio hospitalario y se encontraban en unas condiciones muy difíciles. Después de una marcha muy larga y pesada, junto con el ejército combatiente, P. Sopoćko volvió a sufrir problemas de salud. A causa de ello, fue enviado a someterse a un tratamiento en un hospital militar, donde, mientras se estaba recuperando, durante varias semanas ayudaba y velaba por el espíritu de los enfermos. Cuando terminó el tratamiento le asignaron la función de capellán en el Campo de Entrenamiento para oficiales en Varsovia.
Sus deberes eran: dar charlas semanales de índole religioso-moral para los oficiales y suboficiales de las diversas formaciones y servir en dos hospitales militares. Durante las conferencias tocaba temas de dogmática e historia de la Iglesia. Comentaba el catecismo y hablaba sobre temas referentes al servicio militar. La problemática religioso-moral y patriótica de la que hablaba durante las clases era altamente valorada por sus superiores. El Ministerio de Guerra lo publicó todo, obligando a los oficiales y a los reclutas de todos los destacamentos a familiarizarse con su contenido.
En octubre de 1919, a pesar de la guerra, abrieron las puertas de la universidad. El Padre Sopoćko se matriculó en la sección de teología moral y en los cursos de derecho y filosofía. A partir de ese momento tuvo que dividir su tiempo entre los estudios y su servicio en el ejército.
Adicionalmente se encargaba de la organización de diversas actividades sociales. Velaba por el buen funcionamiento de la Ayuda Militar Fraternal (fue su presidente), de la posada militar y de la escuela para los huérfanos de las familias militares.
En verano de 1920 fue testigo de la caída del frente, y un poco más tarde, ya en Varsovia, vivió la heroica defensa de la capital y la exitosa resistencia contra la ofensiva soviética.
Después de muchos años, P. Sopoćko comentará en sus “Memorias” este acontecimiento como una voluntad sobrenatural de la Divina Providencia y una señal de la Divina Misericordia para Polonia, gracia alcanzada con las oraciones de los fieles, quienes en agosto llenaban las iglesias para rogar a Dios.
Además de ejercer las funciones de capellán militar y estudiar teología moral, empezó también estudios complementarios en el Instituto Pedagógico Superior. En 1923 obtuvo el título de licenciado en teología y se dedicó a la pedagogía de forma más profunda. Los resultados de las investigaciones referentes a la mala influencia del alcohol en el desarrollo de los talentos de los adolescentes se convirtieron en la base para su tesis de graduación: “Alcoholismo y los adolescentes escolares”, que coronó la carrera del P. Sopoćko en el Instituto de Pedagogía.
El Obispo de Vilna, Jerzy Matulewicz, al conocer los méritos y la preparación teológica y pedagógica del padre capellán, tenía la intención de invitarlo a trabajar en la diócesis. Al principio, quería encargarle la organización de la pastoral de la juventud extraescolar. El Padre Miguel aceptó la propuesta del Obispo y volvió a Vilna.
La decisión formal se tomó en otoño de 1924, según la cual P. Sopoćko fue nombrado Director del Servicio Pastoral del Distrito Militar de Vilna, que abarcaba 12 unidades autónomas formadas por más de 10 000 soldados en total. El traslado del P. Sopoćko a Vilna representó un ascenso para él, pero a la vez significaba mayor cantidad de deberes y una responsabilidad mayor. El servicio pastoral del Padre Sopoćko como capellán militar fue muy apreciado por el Mariscal José Pilsudski.
A pesar de sus numerosas tareas pastorales, continuaba con los estudios en la Facultad de Teología de la Universidad de Varsovia, preparando la tesis doctoral de teología moral titulada: “Familia en la legislación de las tierras Polacas”. Defendió su tesis el 1 de marzo de 1926. Después de doctorarse quiso escribir otro trabajo de investigación: esta vez se trataba de una tesis de postdoctorado. Los estudios exigían el conocimiento de idiomas, de ahí que P. Sopoćko empezara a aprender alemán, inglés y francés. La catequesis y las clases que el capellán militar, el P. Sopoćko, impartía a los soldados en ruso también gozaban de gran interés por parte de los fieles.
En los años 1927 y 1928, desempeñando todavía la función del director de la Asistencia Pastoral del Distrito Militar, le encargaron ejercer otras funciones de gran responsabilidad: la de padre espiritual en un seminario conciliar y la de director de la Cátedra de Teología Pastoral en la Universidad de Vilna.
Estas nuevas responsabilidades le obligaron a ir retirándose del servicio pastoral castrense. Como padre espiritual fue a la vez moderador de la Cofradía Mariana, del Grupo Eucarístico, de la Tercera Orden Franciscana y del Grupo de los Clérigos de la Unión Misionera del Clero.
Otro ministerio simultáneo que prestó durante toda su estancia en Vilna, fue el de la confesión de las monjas. Cuando fue exento parcialmente de la pastoral castrense, sus deberes consistían en impartir cursos y realizar estudios, además de la función de ser padre espiritual en el seminario.
Como en esa época carecían de libros adecuados, él mismo preparaba los apuntes para sus cursos, los cuales eran copiados por los estudiantes y sirvieron así de material educativos durante mucho tiempo. Los estudios del Padre Sopoćko estaban relacionados, sobre todo, con su tesis de postdoctorado y se referían a cuestiones de educación y formación espiritual.
Para poder recopilar el material necesario para ese trabajo, en verano de 1930 fue de viaje para visitar las bibliotecas principales de los países de la Europa Occidental. El viaje resultó ser muy fructuoso para el P. Sopoćko, tanto desde el punto de vista científico como religioso. Al mismo tiempo visitó los lugares de culto y los centros de la vida religiosa de varios países.
A parte de preparar su tesis, escribía artículos científicos y de divulgación científica en el campo de la teología pastoral, artículos de enciclopedia eclesiástica, también, impartía conferencias científicas y se dedicó al periodismo.
Comprometido cada vez más en el trabajo científico, pidió al Obispo Castrense y al Arzobispo, la exención del servicio de capellán y de la función de padre espiritual. Después de un tiempo, los dos dieron su permiso para la exención de esos servicios.
En septiembre de 1932, el padre Sopoćko se mudó al convento de las Hermanas de la Visitación, donde terminó de escribir su tesis de posdoctorado titulada: “Objetivo, sujeto y objeto de la educación espiritual según M. Leczycki”. Defendió la tesis el 15 de mayo de 1934. Después el Ministerio de Cultos, Religiones y Educación Pública le nombró profesor adjunto de la Universidad de Varsovia, y después de recibir este título le trasladaron a la Cátedra de Teología Pastoral de la Universidad de Stefan Batory de Vilna.
El Padre Miguel Sopoćko empezó a ser confesor de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia en 1932. Dicha congregación tenía por aquel entonces su casa conventual en Vilna (Lituania). Ahí conoció a sor Faustina Kowalska, la cual en mayo de 1933, después de llegar a Vilna, empezó a ser su penitente. Ese encuentro fue fundamental en la vida del padre Sopoćko, especialmente para su futura misión.
Al encontrar en el Padre Sopoćko un confesor ilustrado y un director espiritual, sor Faustina, cada vez con más frecuencia, empezó a presentarle sus vivencias relacionadas con las revelaciones del Salvador Misericordioso. Por falta de tiempo, el Padre Sopocko le recomendó a sor Faustina que anotara sus experiencias interiores en un cuaderno. Posteriormente, él leería sus escritos. Así surgió el “Diario” espiritual de santa Faustina.
Sor Faustina, refiriéndose a las revelaciones del Salvador que había experimentado antes de llegar a Vilna y, que más tarde siguió teniendo durante su estancia en Vilna, le hablaba al Padre Sopoćko sobre los encargos que recibía de Jesucristo. Se trataba de pintar un cuadro con la imagen del Salvador Misericordioso. También le pedía que iniciara pasos para que se estableciera en la Iglesia la Fiesta de la Divina Misericordia el primer domingo después de la Pascua; también le pedía la tarea de fundar una nueva Congregación Religiosa. Con el paso del tiempo resultó que la Providencia Divina confió la realización de estas tareas al Padre Sopoćko.
En julio de 1934, el P. Sopoćko fue nombrado rector de la iglesia de San Miguel en Vilna. En años posteriores ese hecho tuvo una gran importancia. Fue justamente en esa iglesia donde el 4 de abril de 1937 – cumpliendo el deseo expresado por Jesucristo – fue bendecido y colocado el primer cuadro con la imagen de Jesús Misericordioso.
Sor Faustina abandonó Vilna en marzo de 1936. El Padre Sopoćko siguió manteniendo el contacto asiduo con ella mediante cartas y visitándola en Cracovia (Polonia); de ese modo, realizaban la tarea de dar a conocer al mundo el misterio de la Divina Misericordia, que les había sido confiada a los dos. El Padre, basándose en la doctrina de la Iglesia, buscaba argumentos teológicos que explicaran la existencia del mayor atributo de Dios, la cualidad de la misericordia en Dios, y buscaba fundamentos para instituir la Fiesta de la Divina Misericordia, según las indicaciones reveladas en las visiones. Los resultados de sus estudios y los argumentos para establecer la Fiesta de la Divina Misericordia, los presentó en varios artículos, en revistas teológicas y en varios trabajos acerca del tema de la Divina Misericordia.
En junio de 1936 en Vilna, publicó el primer folleto titulado “Divina Misericordia” con la imagen de Jesucristo Misericordioso en la portada. Envió esa publicación a todos los Obispos reunidos en la conferencia del Episcopado Polaco en Częstochowa. Sin embargo, no recibió ni una sola respuesta de ninguno de ellos. El segundo folleto titulado “Divina Misericordia en la liturgia” se publicó en 1937 en Poznań.
La idea de la Divina Misericordia estaba relacionada con la construcción de una iglesia en Vilna, bajo la advocación de la Divina Misericordia. En 1938 se convocó un Comité para la construcción de la Iglesia que en breve logró la aprobación del gobierno provincial y del Arzobispo R. Jalbrzykowski.
Cuando estalló la guerra y entró el Ejército Rojo en Vilna, la nueva situación política paró y destruyó las actividades iniciadas. El ejército soviético robó los materiales para la construcción del templo. Desapareció también el dinero depositado en los bancos, destinado a la construcción. En 1940, el Padre Sopoćko intentó conseguir el permiso de las autoridades ocupantes para levantar por lo menos una capilla, pero no tuvo éxito.
La difícil situación de la guerra, que se extendía a otros territorios de Europa y que afectaba a gente de muchas naciones sembrando el mal, le reafirmaba en la convicción de la necesidad de la misericordia de Dios para el mundo. Fue entonces cuando el Padre Sopoćko empezó a difundir con más ardor, si cabe, la idea de la Divina Misericordia, en la cual veía la salvación para el mundo.
Los párrocos de Vilna y de la provincia, le invitaban a dar conferencias. Durante la Cuaresma, en las misas celebradas en la catedral de Vilna predicaba sermones sobre la Divina Misericordia. Esas Misas atraían a multitud de fieles de toda Vilna y su fama se extendía por toda la ciudad.
En esa época, el padre Sopoćko comenzó a redactar un tratado sobre la Divina Misericordia y la idea de establecer un día para su celebración: “De Misericordia Dei deque eiusdem festo instituendo”. El cardenal Augusto Hlond, a quien el Padre Sopoćko le presentó sus investigaciones científicas acerca de la Divina Misericordia, le animó a trabajar en ese tema incluso antes de que empezara la guerra.
Mientras tanto, en junio de 1940, Lituania fue ocupada nuevamente por el Ejército Rojo y un mes más tarde fue incorporada a la Unión Soviética como su decimoquinta república. El Padre Sopoćko fue obligado a suspender los encuentros con los grupos organizados de los que se ocupaba. También lo imposibilitaron de publicar el tratado sobre la Divina Misericordia. Entonces fue cuando le ayudó Jadwiga Osinska, experta en filología clásica, que se ocupaba de los aspectos lingüísticos del tratado.
Secretamente y con ayuda de sus amigos, se encargó de hacer copias del tratado. Posteriormente, se encargó también de que sus ejemplares llegaran a personas que tenían la posibilidad de salir de Vilna. De esta manera la obra del P. Sopoćko llegó a muchos países y, más concretamente, llegó a manos de numerosos Obispos de Europa y del mundo entero.
El Padre Sopoćko fue buscado por la Gestapo por difundir el culto y la idea de la Divina Misericordia. Avisado por la funcionaria de la oficina de registro logró escapar y evitar la detención. Por cuestiones de seguridad abandonó Vilna. Cuando el peligro pasó, volvió a Vilna y empezó las clases en el seminario, donde a pesar de las difíciles condiciones económicas y de alojamiento, comenzó el nuevo año académico 1940/41. De nuevo vivía cerca de la iglesia de San Miguel, donde antes se había colocado el cuadro con la imagen del Salvador Misericordioso, a la cual rendían culto los fieles.
El 22 de junio de 1941 estalló la guerra alemano-soviética. Vilna muy pronto quedó bajo una nueva ocupación. La población judía era especialmente discriminada. El Padre Sopoćko prestaba también ayuda económica y espiritual a los judíos. Esa manera de actuar le acarreó graves consecuencias, hasta el punto de poner en peligro su propia vida. La Gestapo encontró pruebas de sus actividades e incluso lo detuvieron durante varios días.
A finales de 1941, los alemanes intensificaron las persecuciones. El último domingo de Adviento, a causa de una supuesta epidemia, cerraron todas las iglesias de Vilna. Empezaron a detener a sacerdotes.
El 3 de marzo de 1942 los alemanes emprendieron acciones contra ellos. Detuvieron a profesores y alumnos del seminario conciliar y a casi todos los curas que trabajaban en Vilna. Mientras ocurría la detención de los curas en el seminario, en el piso del P. Sopoćko los agentes de la Gestapo prepararon una emboscada.
Miguel Sopoćko, avisado por su asistenta, llegó a la Curia Arzobispal para informar al Arzobispo sobre el peligro existente. Pidió permiso para dejar de dar lectorados en el seminario y una bendición para el periodo de tiempo que iba a pasar escondiéndose. Disfrazado, abandonó Vilna para poder llegar hasta el convento de las Hermanas Ursulinas situado en Czarny Bor.
Las Hermanas le brindaron ayuda, alojándolo en la casa que alquilaban al borde de un bosque. La Gestapo lo estuvo buscando por casi toda Lituania, preguntando por él, sobre todo en las casas parroquiales y entre los curas.
A través de personas de confianza, el Padre Sopoćko recibió un carnet de identidad a nombre de Waclaw Rodziewicz. Desde entonces se hizo pasar por carpintero y ebanista que hacía herramientas simples y objetos de uso doméstico para la población local. Todos los días, muy temprano por la mañana celebraba la Santa Misa. Después le quedaba mucho tiempo para entregarse a la oración y la reflexión personal. Cada pocas semanas iba a casa de las hermanas de Czarny Bor para confesarlas. Además, se dedicaba al estudio, profundizando en los libros o lecturas que le proporcionaban Osinska y sus compañeras.
En otoño de 1944 y a pesar de las difíciles condiciones de vida, el Arzobispo Jalbrzykowski ordenó el comienzo de las clases en el seminario conciliar. Después de vivir dos años de incógnito, el P. Sopoćko volvió a Vilna y empezó con los deberes asignados. Todos los domingos, junto con los otros profesores y los estudiantes, iba a las parroquias de los pueblos para recoger las ofrendas en forma de frutos de la tierra y del campo, para que los estudiantes pudieran sobrevivir en el seminario.
El Padre Sopoćko ejercía el servicio pastoral también fuera de Vilna, lo que le brindaba la oportunidad de difundir la idea de la Divina Misericordia. Las autoridades de las Repúblicas, a pesar de la actitud antirreligiosa del régimen comunista, en un principio toleraban las actividades pastorales de los sacerdotes. Sin embargo, poco a poco empezaron a limitar su trabajo, sobre todo en lo referente a la catequización de los jóvenes y los niños. Aunque los encuentros se organizaban en secreto, las informaciones llegaban a las autoridades. Al P. Sopoćko le llamaron a la comisaría. Hubo riesgo real de que se le impusieran sanciones y de que pudieran mandarlo a Siberia.
Al mismo tiempo, en julio de 1947 en Białystok, el P. Sopoćko recibió del arzobispo R. Jalbrzykowski la orden de ir a trabajar a Polonia. De ahí que decidiera abandonar Vilna cuanto antes, sobre todo porque terminaba el plazo de la repatriación de los polacos de Lituania. Antes de marcharse, con la falsa esperanza de que su estancia fuera de Vilna sería muy corta, visitó la capilla de la Madre de Dios de la Misericordia en Puerta de la Aurora y a finales de agosto de 1947 emprendió el viaje hacia Białystok. Fue el último transporte de población polaca a Polonia. Nada más llegar a Białystok el Padre Sopoćko se puso en contacto con el arzobispo Jalbrzykowski para recibir las instrucciones de las nuevas funciones y cargos que debería desempeñar.
A finales de septiembre de 1947 salió por unos días a Myślibórz, donde Jadwiga Osinska e Isabela Naborowska (las primeras madres de la Congregación) organizaban los principios de la vida en la nueva comunidad religiosa.
Fue el primer encuentro con las hermanas desde que abandonaron Vilna. Desde entonces mantuvo el contacto asiduo con las hermanas, sirviéndoles con sus consejos, y asistencia espiritual y material.
En octubre de 1947 comenzaron las clases en el seminario conciliar en Białystok. El Padre Sopoćko impartía los mismos lectorados que en Vilna (Lituania): catequesis, pedagogía, psicología e historia de la filosofía. El trabajo en el seminario no se limitaba únicamente a los lectorados. Era también el confesor de los seminaristas. Organizó muchos retiros para ellos. A la vez llevaba la asistencia pastoral, religioso-social y educativa del seminario.
Una parte muy importante de su actividad era el trabajo educativo para formar la actitud de sobriedad en la sociedad. La labor que más apreciaba y que más le absorbía fue la propagación del culto de la Divina Misericordia. Se entregó completamente a su realización y le fue fiel hasta el final.
No se desanimaba con la resistencia de las autoridades eclesiásticas en la aprobación del culto, cuyo motivo fueron las irregularidades y espontaneidad del desarrollo del culto de la Divina Misericordia. Todo aquello fue causado por diferentes publicaciones que a menudo interpretaban erróneamente la idea de la Divina Misericordia. El P. Sopoćko corregía los errores y aclaraba los fundamentos teológicos de dicho culto.
Como en Vilna, también en Białystok, Padre Sopoćko fue el confesor de las hermanas. Confesaba, entre otras, a las hermanas de la Congregación de las Misioneras de la Sagrada Familia, cuya casa estaba en la calle Poleska. Cuando iba ahí con la asistencia pastoral vio la posibilidad de extender su asistencia al vecindario. Gracias a sus esfuerzos, el 27 de noviembre de 1957, el día de la Fiesta del Cristo el Rey, en la casa de las Hermanas se celebró la bendición de la capilla de la Sagrada Familia.
Cuando se jubiló se alojó en la casa de las Hermanas donde ejercía la asistencia pastoral para el vecindario. La rica personalidad del P. Sopoćko, su espiritualidad y autoridad, resultado de su larga experiencia, sumado a la gran modestia personal que poseía, atraía a los fieles.
A finales de los años 50, el P. Sopoćko tomó la iniciativa de construir una iglesia, esta vez en Białystok. Para ello, adquirió un terreno con una casa, cubriendo prácticamente él la mitad de la financiación de la compra con sus ahorros. El Padre Sopoćko relacionaba dicho proyecto con los planes que tenía de construir un templo dedicado a la Divina Misericordia. Sin embargo, esta vez tuvo que aceptar su fracaso.
Durante un retiro sacerdotal al que asistío en 1958, sufrió una lesión de un nervio facial. Desde entonces le costaba mucho esfuerzo hablar en voz alta delante de un público numeroso. Por otra parte, en febrero de 1962, cuando se dirigía a Zakopane (Polonia) para participar en un congreso de profesores de teología pastoral, un accidente de coche que sufrió dejó también deteriorada su salud. En esa situación se vio obligado a jubilarse. La jubilación repentina sorprendió al P. Sopoćko. Él, que siempre había estado tan activo, totalmente entregado a su trabajo, por primera vez en su vida, sin contar la temporada que pasó oculto en Czarny Bor, tenía tiempo ilimitado para sí mismo.
Mientras ejercía la pastoral en la capilla de la calle Poleska, se dedicaba también a terminar las publicaciones que tenía iniciadas acerca de la difusión de la Divina Misericordia. Al tener más tiempo libre, se dedicó pues a profundizar en la idea de la Divina Misericordia.
Tenía ya mucho material recopilado, con varias redacciones ya empezadas y nuevas reflexiones, con lo cual empezó a escribir libros. El resultado fue una gran cantidad de obras, entre las cuales destaca la obra en cuatro tomos “La Divina Misericordia en sus obras”, que actualmente se está traduciendo a varias lenguas, entre otras al español. Pero por aquel entonces, esa obra fue traducida al inglés y publicada gracias a la generosidad de personas que permanecían en la Europa Occidental, y se interesaban por el tema de la Divina Misericordia. El primer tomo en polaco se publicó en Londres en 1959 y los tres restantes en los años 60 en París.
Una circunstancia importante que levantaba el ánimo y fortalecía la dedicación del P. Sopoćko fue el hecho del desarrollo continuo de la devoción a la Divina Misericordia y el interés suscitado por este atributo de Dios entre los teólogos. Otro impulso importante que le animó a seguir trabajando en esta línea a favor de la Divina Misericordia fue el comienzo del proceso informativo de sor Faustina Kowalska en 1965 por el arzobispo de Cracovia Karol Wojtyla. El Padre Sopoćko también estuvo comprometido en el proceso como testigo.
El padre Sopoćko llegó a celebrar unos conmovedores aniversarios de los 50 y 60 años de sacerdocio. En opinión de los fieles presentes en la celebración, fue un premio moral muy tardío para el venerable sacerdote benemérito de la causa Divina, sobre todo gracias al divulgar el culto a la Divina Misericordia. La única señal de reconocimiento por sus múltiples méritos para la Iglesia y la arquidiócesis de Białystok fue el hecho de nombrarle canónigo del Capítulo de la Basílica Metropolitana, nombramiento que ocurrió ya a finales de su vida, en 1972. A lo largo de toda su vida el padre Sopoćko fue un hombre con un sólido fundamento espiritual. Cuando le fallaron sus capacidades físicas y le llegaron sus deficiencias, la dimensión espiritual fue donde intensificó su compromiso y empeño para el servicio de Dios.
Las citas de las lecturas que dejó en su “Diario” demuestran que así entendía su último servicio a la Iglesia:
“La vejez hay que tratarla como una vocación de mayor amor a Dios y al prójimo. Dios tiene reservado para las personas ancianas nuevos planes para profundizar en el conocimiento del hombre, a través de revelarles su propia vida interior cara a cara. El único medio eficaz del que somos capaces, es la oración. En esa pasividad activa todo se está preparando, todo se está decide, todo se está desarrollando. El cielo consistirá en rezar la oración del PADRE NUESTRO”.
A pesar del empeño recíproco que se hizo para que pudiera pasar el último periodo de su vida en la casa general de la recién fundada Congregación de las Hermanas de Jesús Misericordioso en Gorzów Wielkopolski, el Padre Sopoćko permaneció en Białystok hasta su muerte, debido a los problemas de salud que le habrían hecho bastante difícil adaptarse a un entorno nuevo. Murió en la noche del sábado, 15 de febrero de 1975, en su habitación de la calle Poleska, el día de san Faustino, el santo patrón de sor Faustina Kowalska, sin poder llegar a ver la aprobación de las nuevas formas de culto de la Divina Misericordia por parte de las autoridades eclesiásticas.
En 1959, la Congregación del Santo Oficio (hoy llamada Congregación para la Doctrina de la Fe), debido a la divulgación de unas traducciones erróneas, prohibió la propagación de estampas y de los escritos que presentaban el culto de la Divina Misericordia en las formas que transmitió santa Sor Faustina. El P. Sopoćko se subordinó con humildad a esta decisión, dedicándose a partir de entonces sobre todo a sus trabajos académicos, para tratar de fundamentar una bases teológicas para este culto.
No fue hasta haber transcurrido tres años después de la muerte del padre Sopoćko – el 15 de febrero de 1978-, que se retiró la Notificación que prohibía la proclamación de las nuevas formas de culto de la Divina Misericordia. «El Santo Oficio, al tomar en consideración muchos documentos originales que se desconocían en el año 1959, y considerando que las circunstancias habían cambiado de forma relevante, y tomando en consideración también la opinión de muchos Obispos Ordinarios de Polonia, declaró que las prohibiciones contenidas en la Notificación antes mencionada ya no eran vinculantes».
La casa donde el Padre Sopoćko pasó el último periodo de su vida ahora pertenece a la Congregación de las Hermanas de Jesús Misericordioso. El piso del Padre Sopoćko ha sido convertido en un museo dedicado al Beato.
«La santidad no es sólo el privilegio de un grupo de elegidos, sino de todos, sin excepción, de los mayores pecadores»
«El Evangelio no consiste en pregonar que los pecadores deban hacerse buenos, sino que Dios es Bueno con los pecadores» (Beato Padre Miguel Sopócko)
“Es un sacerdote según Mi Corazón…por medio de él Me he complacido difundir el culto a Mi misericordia”. (D. 1256)
Bialystok, 28 de septiembre de 2008, el delegado del Papa Benedicto XVI, el Arzobispo Angelo Amato celebró la Beatificación del padre Miguel Sopocko.
Por: Urszula Grzegorczyk, Sor Maria Kalinowska, de la Congregación de las Hermanas de Jesús Misericordioso.
Los textos se pueden copiar con el nombre completo de la fuente de origen
Traducción del texto en polaco: Danuta Zgliczyńska, Xavier Bordas
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Jesús, en Vos confío