En Irlanda vivía en el siglo pasado un eminente parlamentario que con sus intrépidos y fervorosos discursos defendió magistralmente la causa católica de sus compatriotas. Era el célebre O`Connel.
Un día estaba este gran tribuno rodeado de amigos y admiradores. Todos conocían bien la profundísima fe de O`Connel, mas no todos pensaban como él. Y hubo algunos que empezaron a discutir con él sobre la presencia real de Jesús en el Santísimo Sacramento.
-¿Cómo es posible -decía uno de ellos-, que Ud., un hombre tan inteligente y un personaje tan erudito, pueda creer en este misterio, que la razón humana no comprende?
O´Connel, sin vacilar ni un mommento, replicó:
-Yo por mi parte no tengo la menor dificultad en creer que Jesús está presente en la santa Hostia. Si vosotros le teneis, id a discutir con Jesús. El que es todopoderoso e infinitamente veraz, lo ha dicho. ¡Por eso lo creo!.
Raquél María, rusojudía, explica sus sentimientos ante la Sagrada Hostia: «El amor que la mirada de Jesús despertó en mí, fluía hacia El con ríos de ternura. Sin saber de la divina Presencia, yo adoraba. Leí en arrobamiento la Biblia; no parecía sino que caían escamas de mis ojos.
Él, el hombre más noble que ha vivido jamás, ¿podía estar loco al llamarse a Sí mismo pan vivo que baja del cielo?
¿Podía ser un impostor el que se atrevió decir que vino a dar vida al mundo? No. Mi Jesús, el más santo de los hombres, el HombreDios, como lo mostraron sus palabras y milagros, no era ni loco ni impostor. Su promesa de la Eucaristía tiene que ser verdad. Mi hora de creer y conocer que Él era el Cristo había llegado. Estaba curada de mi ceguera».
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Jesús en vos confío