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«Alabar y adorar a Dios»

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Id, pues, a buscarle en su Sacramento: Él es vuestro amigo, vuestro guía, vuestro padre.

La Imitación de Cristo dice: «Cuando Jesús está presente, todo es bueno y nada se hace difícil; más cuando está ausente, todo es duro» (L. II, cap. VIII).

¿Qué sería de nosotros si Jesús se hubiese contentado
con vivir con nosotros solamente durante su vida mortal?.

Esto hubiese sido ya, sin duda, una gran misericordia y habría bastado para merecernos la salvación y la gloria eterna; pero no impediría que fuésemos los más desgraciados de los hombres. ¿Es posible que así sea -dirá alguno- contando con la gracia, la palabra de Jesús, sus ejemplos y las pruebas excesivas de su amor? Sí; con todo eso seríamos los más desdichados de los hombres.
Contemplemos una familia agrupada, reunida en torno de su cariñoso padre: es una familia feliz. Más si se le arrebata al jefe, las lágrimas ocupan el lugar de la alegría y de la felicidad; faltando el padre, ya no hay familia.
Ahora bien: Jesús vino al mundo para fundar una familia: «Los hijos estarán contentos -dice el Profeta- alrededor de su mesa como nuevos retoños de olivo». (Ps. CXXVII, 3). Que desaparezca nuestro Jefe y la familia se habrá dispersado.
Sin Nuestro Señor Jesucristo, nosotros nos hallaríamos como los Apóstoles durante la pasión, errantes y sin saber que iba a ser de ellos, y eso que estaban cerca de Jesucristo, y de Él lo habían recibido todo; habían visto sus milagros, acababan de ser testigos de su vida, pero les faltaba el padre y ellos no constituían ya una familia, ni eran entre sí hermanos, sino que cada uno andaba por su lado.

Eucaristía y familia

La Eucaristía es, por consiguiente, el lazo de unión de la familia cristiana: quitad la Eucaristía y habrá desaparecido la fraternidad. Los protestantes, que no poseen la Eucaristía ¿han conservado acaso la fraternidad cristiana?. No. Ellos son extraños los unos a los otros. Aún cuando se hallen reunidos en sus templos no forman una familia; cada uno es libre para pensar y hablar como le plazca; sus templos no son sino grandes salones. ¿Convidan acaso esos templos a la oración?. Y a los católicos que no frecuentan la Eucaristía, ¿se les puede considerar como hermanos? Propiamente no; en las familias en que padres y los hermanos no comulgan, el espíritu de unión desaparece, la madre viene a ser una mártir y las hermanas son perseguidas. No, no; sin la Eucaristía no hay familia cristiana.
Más luego que Jesucristo reaparece, se reconstituye la familia. Ved la gran familia cristiana, la Iglesia: celebra muchas fiestas, y es fácil comprenderlo; fiestas en honor del padre de familia, en honor de la madre y de los santos, que son nuestros hermanos; y así todas estas fiestas tienen su razón de ser.
¡Bien sabía Jesucristo que mientras durase la familia cristiana, Él había de ser su padre, su centro, su alegría y su felicidad! Por eso, cuando nos encontramos unos con otros, podemos saludarnos con el título de hermanos, pues acabamos de levantarnos de la misma mesa; así los Apóstoles llamaban instintivamente hermanos suyos a los primeros cristianos.
¡Ah! El demonio sabe también perfectamente que, alejando las almas de la Eucaristía, destruye la familia cristiana y nos volvemos egoístas; no hay más que dos amores; el amor de Dios, o el amor de sí mismo; por fuerza debemos de tener el uno o el otro.
Obras Eucarísticas, San Pedro Julián Eymard/ Adaptación

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