El conocido santo de Guatemala, san Pedro de Betancur, había escrito sobre el Santísimo una de sus famosas coplillas:
Yo no puedo más con este misterio.
Ya que pierdo el juicio,
Él me dé remedio.
Y hubo un día en que lo perdió de veras… Salía de su Hospital en la Antigua de servir a los enfermos, cuando, al pasar por la iglesia en la calle de Santa Catalina, notó que se exponía la custodia.
Le pide a su compañero: – Váyase a hacer los encargos que debe.
Entra él en el templo, se arrodilla ante el Santísimo, fija los ojos en la Sagrada Hostia, se olvida del tiempo y no regresa al Hospital hasta varias horas después.
Se le quejan:
– ¿Por qué nos ha dejado solos, Hermano Pedro? Y contesta:
– Perdónenme. No está en mi mano. Viéndome ante el Santísimo Sacramento, «me pierdo» y salgo fuera de mí, olvidado de todo.
Un saludo infaltable: El venerable padre Jaime Clotet, alma angelical, al salir de casa iba primero ante el Sagrario y decía: “Jesús, tu Jaime se va Guárdalo”. Y al regresar: “Jesús, tu Jaime ha vuelto. Bendícelo”. Así siempre.
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Jesús, en Vos confío