Una manera de salvar almas
810 – Al día siguiente, pasado ya el mediodía, cuando entré en la sala vi a una persona agonizante y supe que la agonía había empezado en la noche. Después de haberlo verificado supe que había sido cuando se me pidió rezar. De repente oí en el alma la voz: Reza la coronilla que te he enseñado. Corrí a buscar el rosario y me arrodillé junto a la agonizante y con todo el ardor de mi espíritu me puse a rezar esta coronilla. De súbito la agonizante abrió los ojos y me miró, y no alcancé a rezar toda la coronilla porque ella murió con una misteriosa serenidad. Pedí ardientemente al Señor que cumpliera la promesa que me había dado por rezar la coronilla. El Señor me hizo saber que aquella alma recibió la gracia que el Señor me había prometido. Aquella alma fue la primera en experimentar la promesa del Señor.
Sentí cómo la fortaleza de la Misericordia cubría aquella alma.
1035 – Esta noche estaba muriendo un hombre, todavía joven, pero sufría tremendamente. Empecé a rezar por él esta coronilla que me ha enseñado el Señor. La recé toda, sin embargo la agonía se prolongaba. Quería empezar las Letanías a Todos los Santos, pero de repente oí estas palabras: Reza esta coronilla. Comprendí que esa alma necesitaba muchas oraciones y gran Misericordia. Me encerré en mi habitación aislada y me postré en cruz delante de Dios implorando Misericordia para esa alma. Entonces sentí la gran Majestad de Dios y la gran justicia de Dios. Temblaba del espanto, pero no dejaba de suplicar a Dios la Misericordia para esa alma, y me he quitado del pecho la pequeña cruz, la cruz de mis votos y la he colocado en el pecho del agonizante y he dicho al Señor: Jesús, mira a esta alma con el amor con que has mirado mi holocausto el día de los votos perpetuos y en virtud de la promesa que has hecho para los agonizantes, a mí y a quienes invoquen tu Misericordia para ellos. Y dejó de sufrir y expiró sereno. Oh, cuánto deberíamos rezar por los agonizantes; aprovechemos la Misericordia mientras es el tiempo de Compasión.
1565 – Cuando entré por un momento en la capilla, el Señor me dijo: Hija mía, ayúdame a salvar a un pecador agonizante; reza por él esta coronilla que te he enseñado. Al empezar a rezar la coronilla, vi a aquel moribundo entre terribles tormentos y luchas. El Ángel Custodio lo defendía, pero era como impotente ante la gran miseria de aquella alma; una multitud de demonios estaba esperando aquella alma. Mientras rezaba la coronilla, vi a Jesús tal y como está pintado en la imagen. Los rayos que salieron del Corazón de Jesús envolvieron al enfermo y las fuerzas de las tinieblas huyeron en pánico. El enfermo expiró sereno. Cuando volví en mi, comprendí la importancia que tiene esta coronilla rezada junto a los agonizantes, ella aplaca la ira de Dios.
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Jesús, en Vos confío