Monseñor Horacio Valenzuela es obispo de Talca (Chile) y también es adorador eucarístico.
Su testimonio de “amar a Cristo en la Eucaristía” es recogido en una entrevista.
Tiene Hora Santa todos los domingos de 6 a 7 de la mañana. Su lugar de adoración es la capilla de Adoración Eucarística de Talca, la primera capilla de Adoración Eucarística Perpetua abierta a todos los fieles en Chile. Fue por eso que quisimos abordarlo para que nos contara su experiencia como adorador y obispo.
Monseñor, ¿cómo se convirtió usted en adorador?
Desde mi juventud, tal vez a los 16 o 17 años creo que recibí la gracia de amar la presencia real de Jesús en la Eucaristía. En estos últimos años nuestras capillas de adoración perpetua me han ayudado a confirmar esa gracia, a comprometerme más con la adoración y apreciar mejor la fuerza que tiene el misterio eucarístico en la vida de la Iglesia.
¿Qué significa para usted la adoración?
No puedo entender una vida cristiana plena sin la adoración a Jesucristo presente en la Eucaristía. Ha sido iniciativa suya quedarse vivo en la hostia consagrada para estar cerca y cultivar la amistad personalmente con cada uno de nosotros. Para que la amistad transforme se requiere estar, permanecer con el otro para que la vida personal aparezca… fluyan los sentimientos, los pensamientos, los temores, para que fluya la vida tal como es.
Adorar es tener un momento de verdad en que el alma de cada uno se sincera con Dios. Creo que allí, en ese encuentro, a través del diálogo y el silencio el Espíritu Santo hace que se realice el traspaso de mi vida hacia Dios y de la vida de Dios hacia mi pobreza. Es un intercambio muy desigual que nos beneficia infinitamente… estar con Jesús deja en el alma una paz y una alegría no siempre sensible pero siempre nueva, siempre distinta.
¿De qué forma ha repercutido la adoración en su vocación pastoral y en su labor episcopal?
La adoración perpetua ha sido un enorme alimento para todo lo que realiza nuestra Iglesia diocesana de Talca, para toda su misión. Siento que todo el tiempo nuestro camino está conectado con la Fuente… el saber que siempre, día y noche, hay alguien adorando conectándonos con el corazón de Dios. Es difícil de explicar pero siento que con la adoración todo de alguna manera se ha renovado, enriquecido, solidificado. Es una especie de vitamina completa para nuestra Iglesia que busca ser misionera en todo.
Muchos creyentes piensan que la adoración es una actividad lánguida y poco efectiva, un tiempo mal aprovechado. ¿Qué beneficio se obtiene con la adoración eucarística?
Nuestra inteligencia es una maravilla pero no pocas veces se equivoca, no comprende, olvida, calcula mal. Jesucristo en cambio es la verdad y todo lo que nos ha dicho es completamente seguro e indudable; mucho más seguro que nuestros pensamientos, teorías o cálculos. Adorar es poner la inteligencia y el corazón de rodillas, en contacto con la fuente de la verdad y del amor. Es como hacer entrar un pez en el ancho y hondo mar. Adorar es afianzar la vida en la roca firme de la Palabra: “Esto es mi cuerpo, esta es mi sangre…”.
Algunos dicen que las parroquias tienen mucho que hacer, que cuesta trabajo una hora de adoración de vez en cuando, por tanto descartan de antemano la posibilidad de la adoración perpetua. ¿Qué respondería a ese argumento?
A veces, porque somos humanos y frágiles, caemos en la trampa de pensar que en el hacer está todo. Muchas veces hemos criticado la cultura actual que solo privilegia el hacer y se olvida de ser. Este punto lo dejó aclarado el mismo Jesús en su visita a Marta y María en Betania… la adoración es la mejor parte, la que nadie nos puede quitar, es el fundamento de la acción.
En línea con lo anterior, ¿qué consejo daría usted para impulsar el desarrollo de la adoración perpetua en una parroquia común?
Creo que lo mejor es simplemente atreverse y comenzar… lo demás lo hace el Señor. Si nos detenemos demasiado a calcular o planificar (cosa que ciertamente no es mala) empiezan a primar solo las razones y los cálculos humanos. La decisión de hacerlo es cuestión de fe en la Presencia Real… es confiar que el Señor en persona está ahí y es capaz de infundir vida divina y pasión misionera en el alma del que adora.
La celebración y adoración de la Eucaristía y la escucha de la Palabra de Dios y el servicio atento a los pobres, solos y sufrientes es lo que le da vida auténtica a cualquier parroquia. Nada de esto puede faltar si queremos dar a conocer a Jesucristo.
¿Qué dimensión especial adquiere la adoración en este Año Jubilar de la Misericordia?
El papa Francisco nos ha recordado que Jesucristo es el rostro de la Misericordia del Padre. Adorar es poner la vida entera ante ese rostro que nos expresa a cada uno el amor infinito que nos tiene Dios. Adorar es sacar el amor de Dios de su fuente para ofrecerlo de mil maneras a quien se encuentre con nosotros. Adorar es pasar un rato junto al pozo de la misericordia, beber y llevar irradiando su presencia a los demás.
(Fuente:http://adoracioneucaristica.cl)
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Jesús en vos confío