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Adoradores: «Jesús callaba»

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Meditar frente al Santísimo sobre lo que nos dice
este momento de Cristo en su Pasión.

Si bien sigue habiendo disparidad de opiniones sobre el papel y la conducta de los diferentes personajes y poderes involucrados en la pasión de Cristo, gracias a Dios hay unanimidad sobre su conducta. Dignidad sobrehumana, calma, libertad absoluta. Ni un solo gesto o palabra que desmienta lo que había predicado en su evangelio, especialmente en las Bienaventuranzas.

Y sin embargo no había nada en él que se parezca al orgulloso desprecio del dolor propio del estoico. Su reacción ante el sufrimiento y la crueldad es humanísima: tiembla y suda sangre en Getsemaní, quisiera que se alejara de él el cáliz, busca apoyo en sus discípulos, grita su desolación en la cruz. […]
El Salterio cita el Salmo 22, que es una sentida invocación al Padre:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. “Al ser insultado, no respondía con insultos, al padecer, no amenazaba”, dice de él la Primera Carta de Pedro (2, 23). […]

Nos encontramos ante lo infinito en el orden ético. No hay recuerdo de otra muerte semejante a esta en la historia. Habría que detenerse al meditar en la pasión en la santidad del protagonista y no tanto en la maldad y vileza de quien le rodea.

Su silencio

Quisiera subrayar un rasgo de esta sobrehumana grandeza de Cristo en la Pasión: su silencio. “Jesus autem tacebat” (Mateo 26, 63). Calla ante Caifás, calla ante Pilatos que se irrita por su silencio, calla ante Herodes que esperaba verle hacer un milagro (Cf. Lucas 23, 8).

Jesús no calla por prejuicios o por protesta. No deja sin respuesta ninguna de las preguntas que se le dirigen cuando la verdad está en juego, pero también en este caso se trata de palabras breves, pronunciadas sin ira. El silencio es solo y únicamente amor.

El silencio de Jesús en la Pasión es la clave para comprender el silencio de Dios. Cuando el ruido de las palabras se hace demasiado estridente, la única manera de decir algo es callándose. El silencio de Jesús de hecho inquieta, irrita, saca a la luz la falta de verdad de las propias palabras, como cuando callaba ante los acusadores de la adúltera.

“Hay que callarse ante aquello de lo que no se puede hablar”: este eslogan famoso del positivsimo lingüístico que (contra la intención de su autor) ha servido para excluir la posibilidad de toda afirmación sobre Dios y sobre la misma teología, puede tener un sentido verdadero y profundo, y lo tiene en el caso de Jesús.

“Tengo muchas cosas que decir, o más bien una sola pero tan grande como el mar”, exclama al estar cerca de la muerte la heroína de una ópera lírica. Estas palabras se podrían poner en labios de Jesús. El solo tenía una cosa que decir, pero tan grande que los hombres no estaban preparados para acogerla. Había tratado de decirla pronunciando, ante Pilatos, la palabra “¡verdad!”, pero conocemos el desenlace.

Cada uno debe más bien reflexionar sobre lo que le dice a él o a la Iglesia este aspecto de Cristo en su Pasión. Lo que sí está en la línea de las consideraciones históricas que hemos desarrollado es la apertura de nuestro espíritu a una admiración sin límites, al entusiasmo y a la acción de gracias a Cristo. Conmovernos ante la grandeza de su amor y la majestuosidad de su sufrimiento, diciendo desde lo profundo del corazón: “Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi, quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum”: “Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, pues con tu santa Cruz redimiste al mundo”.
[Rainiero Cantalamesa/Traducción del original italiano realizada por Zenit]

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