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Testimonios eucarísticos: «Ellos nos ayudarán a incrementar nuestro amor y fervor eucarísticos».

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El “Emmanuel”
La Eucaristía es Dios entre nosotros.

Es el Señor Jesús presente en el Sagrario de nuestras iglesias con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Es Jesús oculto bajo la apariencia de pan, pero presente verdadera, real y substancialmente, en las hostias consagradas para quedarse en medio de nosotros, obrar con nosotros, para nosotros, a nuestra disposición. Jesús Eucarístico es el verdadero “Emmanuel”, o sea “Dios con nosotros” (Mt 1 23).

Él quiere venir a nosotros para ser nuestro alimento de vida eterna, nuestro amor, nuestro apoyo, quiere incorporarnos a Él para ser nuestro Redentor y Salvador.
Con la Eucaristía Dios nos ha dado verdaderamente todo.

San Agustín exclama: “Dios siendo Omnipotente no pudo dar más, siendo sapientísimo no supo dar más, siendo riquísimo no tuvo más para dar”.

San Pedro Julián Eymard, cuando llegó a París, se fue a alojar a una casa paupérrima en la que faltaban muchas cosas necesarias. Pero si alguno se lamentaba y se apiadaba de él, el santo respondía: “Está el Santísimo Sacramento ; es todo lo que me hace falta”.
Y cuando las personas se dirigían a él para obtener alguna gracia, ayuda y consuelo, el santo respondía: “Encontraréis todo en la Eucaristía: La palabra de ánimo, la ciencia y los milagros. Sí, también los milagros”.

Vayamos pues a la Eucaristía. Acerquémonos a Jesús que quiere hacerse nuestro para hacernos suyos divinizándonos. Se lee en la vida de san Pío X que un día, cuando era párroco de Salzano fue a visitar a un clérigo enfermo. En aquel mismo momento llegó también el médico y le preguntó al enfermo cómo estaba. El joven clérigo respondió que aquel día se había encontrado mejor porque había enseñado algo sobre la Eucaristía a sus hermanos pequeños. A esta respuesta, el médico exclamó en tono de burla: “¡Oh! Esto sí que es bonito. En las clínicas donde he estudiado no he oído decir nunca que la doctrinilla cristiana pudiera producir estos efectos”.
A esta agria salida intervino inmediatamente el párroco en defensa del clérigo y dijo al médico: “¡Oh! Los efectos de vuestra doctrina bien los vemos, doctor, y los vería también un miope porque el cementerio está repleto de ellos… En cambio la doctrina cristiana llena un lugar que sólo un miope de cerebro no podría ver: ¡el Cielo!”.

La Eucaristía es la “levadura” celeste (Mt 13 33) capaz de fermentar en la naturaleza humana de cada uno de los hombres todos los bienes espirituales y temporales. Es un bien tan grande que no se puede desear otro mayor. ¿Qué otra cosa más se podría desear, en efecto, cuando se tiene consigo a Jesús vivo y verdadero, Dios humanado, Verbo hecho Carne y Sangre para nuestra salvación y felicidad?

San Pedro Julián Eymard respondió bien en el lecho de muerte a un religioso que le pedía un último pensamiento: “No tengo nada más que deciros. Tenéis la Eucaristía: ¿Qué más queréis?…”.

Ellos nos ayudarán a incrementar nuestro amor y fervor eucarísticos.

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