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Santo eucarístico del mes: «san Tarsicio de Roma»

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El primer mártir de la Eucaristía

San Tarsicio, con sólo 12 años, es el primero en proclamar su fe en el misterio eucarístico
hasta el extremo de sacrificar su vida. Testimonio de su entrega.

Su historia se desarrolla en el siglo tercero. Tarsicio es el primero en proclamar su fe en el misterio eucarístico hasta el extremo de consignar su vida, por eso se le conoce como el protomártir de la Eucaristía: Esteban confesó que Jesús era el Mesías, pronunciando un discurso que le llevó a la lapidación; Tarsicio defendió en silencio a su Dios presente en la Hostia Santa, correspondiendo a la entrega del Amigo que se ofrecía por su vida, y por la de todos, en la Eucaristía.

Relato del martirio de San Tarsicio.
(Servicio Católico.com)

Valeriano era un emperador duro y sanguinario. Se había convencido de que los cristianos eran los enemigos del Imperio y había que acabar con ellos.
Los cristianos para poder celebrar sus cultos se veían obligados a esconderse en las catacumbas o cementerios romanos. Era frecuente la trágica escena de que mientras estaban celebrando los cultos llegaban los soldados, los cogían de improviso, y, allí mismo, sin más juicios, los decapitaban o les infligían otros martirios. Todos confesaban la fe en nuestro Señor Jesucristo. El pequeño Tarsicio había presenciado la ejecución del mismo Papa mientras celebraba la Eucaristía en una de estas catacumbas.

La imagen macabra quedo grabada fuertemente en su alma de niño y se decidió a seguir la suerte de los mayores cuando le tocase la hora, que «ojalá» -decía el fuera ahora mismo».
Un día estaban celebrando la Eucaristía en las Catacumbas de San Calixto. El Papa Sixto recuerda a los otros encarcelados que no tienen sacerdote y que por lo mismo no pueden fortalecer su espíritu para la lucha que se avecina, si no reciben el Cuerpo del Señor.

Pero ¿quién será esa alma generosa que se ofrezca para llevarles el Cuerpo del Señor? Son montones las manos que se alargan de ancianos venerables, jóvenes fornidos y también manecitas de niños angelicales. Todos están dispuestos a morir por Jesucristo y por sus hermanos.
Uno de estos tiernos niños es Tarsicio. Ante tanta inocencia y ternura exclama, lleno de emoción, el anciano Sixto:
“¿Tú también, hijo mío?”.
-”¿Y por qué no, Padre? Nadie sospechará de mis pocos años”.

Ante tan intrépida fe el anciano no duda. Toma con mano temblorosa las Sagradas Formas y en un relicario las coloca con gran devoción a la vez que las entrega al pequeño Tarsicio, de apenas once años, con esta recomendación:
«Cuídalas bien, hijo mío».
-«Descuide, Padre, que antes pasaran por mi cadáver que nadie ose tocarlas».

Sale fervoroso y presto de las Catacumbas y poco después se encuentra con unos niños de su edad que estaban jugando.
-«Hola, Tarsicio, juega con nosotros: Necesitamos un compañero».
-«No, no puedo. Otra vez será», mientras apretaba las manos con fervor sobre su pecho. Y uno de aquellos mozalbetes exclama:
– «A ver, a ver que llevas ahí escondido».
Y otro: – «Debe ser eso que los cristianos llaman <>», e intentan verlo. Lo derriban a tierra, le dan golpes, derrama sangre. Todo inútil.
Ellos no se salen con la suya. Tarsicio por nada del mundo permite que le roben aquellos Misterios a los que el ama más que a si mismo…

Al momento pasa por allí Cuadrado, un fornido soldado que está en el periodo de catecumenado y conoce a Tarsicio. Huyen corriendo los niños mientras Tarsicio, llevado a hombros por Cuadrado, llega hasta las Catacumbas de San Calixto, en la Via Appia. Al llegar, ya era cadáver.
Desde entonces el frío mármol guarda aquellas sagradas reliquias, sobre las que escribió San Dámaso: «Queriendo a San Tarsicio almas brutales, de Cristo el Sacramento arrebatar, su tierna vida prefirió entregar, antes que los misterios celestiales».
(Fuente: Agencias)

El nombre Tarsicio
-según algunos autores deriva de la palabra griega tharsos, que significa valor, audacia, confianza. Su fortaleza es una prueba más de que -desde los comienzos la Iglesia entendía las palabras de Jesucristo: esto es mi cuerpo, ésta es mi sangre, de un modo real, no metafórico.

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