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Adoradores: «Jesús sobre la paja»

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Nace Jesús en el establo de Belén

Allí la pobre Madre no tiene ni lana, ni plumas, para preparar lecho al tierno Niño. En tal situación ¿qué hace María? Reúne un montoncito de paja dentro un pesebre, y sobre ella recostó al Hijo: Etreclinavit eum in proesepio.
Pero ¡Oh Dios! Que esta es cama muy dura y penosa para un infantillo recién nacido. Sus miembros son muy tiernos, y especialmente los de Jesús, formado con delicadeza especial por el Espíritu Santo, a fin de que fuese más sensible a las penas: motivo por el que se hizo muy dolorosa la de un lecho tan duro.

Pena y oprobio; porque ¿hubo jamás hijo alguno, aún del hombre más plebeyo y olvidado, que fuese expuesto al nacer sobre la paja? Ella es el lecho propio de los animales, ¡y el Hijo de Dios no tiene otra sobre la tierra!
San Francisco de Asís, estando sentado un día a la mesa, oyó leer las sobredichas palabras del Evangelio:
Y le reclinó en un pesebre, y al momento dice: ¿Cómo? Mi Señor está sobre la paja, ¿y he de estar yo sentado? Levantóse en seguida de su asiento, se echó en el suelo, y allí concluyó su pobre comida mezclándola con lágrimas de ternura, que derramaba al considerar lo que padeciera el niño Jesús estando recostado sobre cama tan dura.

Pero ¿porqué María, que tanto había deseado ver nacido a este Hijo, porqué la Señora que tanto le amaba, no le retenía entre sus brazos, en vez de ponerle a padecer sobre el pesebre? Misterio es esto, dice santo Tomás de Villanueva: “Ni le hubiera colocado en tal lugar, si en ello no se obrase algún misterio”.
Muchos lo explican de diversos modos; pero más que todas les agrada la explicación de San Pedro Damiano, que dice: “Quiso Jesús, apenas había nacido, ser puesto sobre la paja, para enseñarnos la mortificación de los sentidos”.

El mundo estaba perdido por los placeres sensuales. Por los mismos se había perdido Adán y tantos descendientes suyos hasta aquel momento.
Vino el Verbo eterno del Cielo a enseñarnos el amor de padecer, y comenzó de niño a darnos lecciones, eligiendo para sí los más ásperos padecimientos que pudo sufrir un recién nacido.
De aquí, pues, fue que Él mismo inspiró a la Madre dejase de tenerlo sobre su regazo, y lo recostase en aquel duro lecho, a sentir en mayor grado el frío de aquella gruta, y las punzadas de aquellas toscas pajas.
Meditemos…
San Alfonso M de Ligorio

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