Sucedió en el año 595 durante una Misa celebrada por el pontífice
san Gregorio Magno, quien fue testigo en primera persona.
Este Milagro Eucarístico, cuya reliquia se conserva aún en el monasterio benedictino de Andechs, en Alemania, ha sido certificado por numerosas fuentes escritas. Ocurrió un domingo, mientras el papa san Gregorio Magno celebraba la Misa en la Basílica de San Pedro. A la hora de la comunión, una señora romana de alto rango se acercó a recibir al Señor. El Papa, en el momento de ponerle la partícula sobre la lengua, pronunció las palabras que entonces se decían en el rito:
‘El Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo te sirva para el perdón de tus pecados y para la vida eterna’. Pero en la cara de la señora apareció una especie de sonrisa incrédula. Entonces san Gregorio retiró la Hostia y la dio al diácono, para que la pusiese sobre el altar hasta que acabara la Comunión.
Cuando el rito terminó, el Papa se dirigió a esa señora y le dijo: ‘Te ruego que me digas qué ha pasado por tu mente cuando has sonreído mientras iba a darte la Comunión’. Ella respondió: ‘El pan, el pan que me presentaba, ¿no era precisamente el que yo misma había preparado y llevado para las ofrendas? No he podido menos que sonreírme cuando usted ha dado el nombre de Cuerpo de Cristo a un pan que he manipulado yo misma, con mis propias manos’.
(En aquella época los fieles solían preparar ellos mismos el pan que se llevaba al altar).
Entonces, el Papa invitó a todos los presentes a rezar al Señor para que se acabara la incredulidad de aquella señora. Cuando terminó su oración, vio que la fracción preparada por la mujer se convertía en carne y sangre.
La mujer, con gran arrepentimiento, se arrodilló y comenzó a llorar. Una vez que la señora escéptica hubo constatado la presencia real del Cuerpo del Señor, la Hostia volvió a tomar la forma del pan, con excepción de una pequeña parte, que quedó manchada en Sangre y que ahora se conserva en el pueblo de Andechs, Alemania.
(Extracto de R. Coggi, El tesoro escondido, ed. Planeta Testimonio, Barcelona).
Un poco sobre su vida
De origen italiano, nació el año 540; y antes de ingresar al monasterio benedictino fue prefecto de Roma, y al morir el papa Pelagio fue elegido como su sucesor. Envió a san Agustín para cristianizar Gran Bretaña; organizó y unificó la
Iglesia en Italia, Francia y los países del norte de Europa. Murió en el 604.
Restauró la liturgia y el canto sagrado, que por ello se llama «gregoriano», y es uno de los cuatro doctores de Occidente, junto a san Ambrosio, san Agustín y san Jerónimo.
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Jesús en vos confío