¡Si me miraran! ¡Qué bien nos entenderíamos!
Desde el Sagrario de mis abandonos veo pasar todos los días a tantos y tantos hijos… No me miran, pero Yo sí los miro y los sigo con mi mirada a todas partes, por si alguna vez se les ocurre mirar, que se encuentren con mi mirada …
¡Pobrecitos! Veo en sus caras retratada la fatiga de un peso grande, largo, abrumador; aún en las caras de los que pasan riendo adivino la misma fatiga.
¡Claro! ¡Les pesa tanto la cruz! ¡Cuánto peso sobre hombros tan débiles!.
Y me digo cuando los veo pasar tan agobiados: ¡si me miraran! ¡si me miraran! ¡qué bien nos entenderíamos!.
Yo cogería la angustia de sus miradas como una oración y la oración por mi conducto el Padre celestial se ha comprometido decir siempre que si, y ellos ¡qué bien pagados quedarían con lo que mi mirada les daría!.
¡Cuidado! Yo no les quitaría siempre la cruz que llevan.
¡Hace tanta falta la cruz a esa carne pecadora y ese espíritu soberbio para ganar el reino mío, que es reino de purificados y humildes!.
Pero sin quitarles la cruz, ¡cómo se la haría llevadera, alegre, fecunda y satisfactoria!.
¡Ah! ¡Si mis hijos los fatigados, los abrumados, se decidieran a volver sus ojos hacia mi Sagrario cada mañana al tomar de nuevo sobre sus hombros la carga del día!. ¡Cómo cobrarían a vientos al oír sin ruidos de palabras, pero con acento que les llegaría al alma, mi pregunta del Evangelio:¿Podéis?!.
Y ¡cómo fortalecidos con mi mirada y mi palabra, me responderían cada mañana: Podemos…! Y ¡vaya si podrían!
San Manuel González
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Jesús en vos confío