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Deberes para con la sagrada Eucaristía: «Siempre derecho a Jesús»

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Continuamos con las reflexiones de San Pedro Julián Eymard.

¡La Eucaristía! He ahí el centro, la vida y la muerte de ustedes. Es el Emmanuel en persona: bien merece su compañía.
No amen la vida más que para emplearla en el servicio de la Eucaristía, de la misma manera que no se ama el cielo para uno mismo, sino para Dios.
El amor hacia Dios ha de ser el criterio de la ley, de la virtud, de la caridad y, sobre todo, la verdadera luz para juzgar, estimar, despreciar, desear y combatir según la gracia de amor de ustedes.

El maestro quiere que estén solos, para no ser ya de ustedes, sino suyos.
Quiere ser el medio, el bien, la dirección de la vida de ustedes, que ha de encaminarse hacia él; he ahí la razón por la cual les falta todo lo que desearían como medio de edificación, de instrucción y de caridad.
Pérdida bien insignificante, por cierto, ya que van derechos a Jesús y sus esfuerzos resultan más unificados por estar concentrados en su divino servicio, en su amor y en su divina voluntad.

Olvidarse de sí mismo

Persuadido de la gloria que a Dios habría de dar y del bien que a ustedes acarrearía, les deseo ardientemente que, fijos en el amor de nuestro Señor, se olviden de ustedes, que tengan en poco cuanto sufren y cuanto le ofrezcan y, sobre todo, que no sean muy sensibles a su amor sensible, a la paz y dulzura de su amor.

Hay almas que son alimentadas de Dios sin que pongan nada de su parte, a quienes concede el cielo para que sin cesar le den las gracias; otras hay que alcanzan el cielo, al parecer entre deleites, pero sufren mucho; todos creen que no hacen nada bueno ni valioso; sin embargo, su corazón es de Dios, su voluntad le obedece con sumisión y le ama más por la fuerza del amor que por su dulzura o sus fervores: almas bellas, por cierto, que pasan por el purgatorio en este mundo, que son del agrado de Dios y se dirigen a Él en todo tiempo y lugar.                  Sean siempre así ustedes.
Créanme: Vayan a nuestro Señor como unos pobres, como muy pobres, pero que, sin embargo, son amados y privilegiados; cuya única virtud es el agradecimiento, el único mérito saber pedir y recibir, reconocer que siempre se lo deben todo a su bienhechor, aumentar alegremente sus deudas todos los días, ser insolventes, pero amantes.
“Bienaventurados los pobres, porque, de ellos es el reino de los cielos”.
Les aseguro que este estado agrada muchísimo a Dios.

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Jesús en vos confío                                       

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