Continuamos con las reflexiones de San Pedro Julián Eymard
La cruz nos lleva a Jesús, nos une con Jesús y nos hace vivir de su amor.
Grande es la gracia del sufrimiento y grande asimismo la virtud de sufrir en sólo el amor.
No hay equivocaciones sobre la cima del calvario: existe tan sólo una senda que conduce directamente hasta Jesús; recórranla de continuo y no se detengan más que en su Corazón.
Aprendan a encontrar a Jesús sobre su cruz, y mejor aún a quedarse a sus pies.
Bien está uno donde Dios le coloca, pero a condición de estar como Él quiere.
La cruz de Jesús es nuestra herencia, pero su amor es nuestra fuerza.
Sean magnánimos en amar para poder elevarse por encima de sus cruces y ser más fuertes que la misma muerte. Vayan a nuestro Señor por el corazón y por el abandono en sus manos; éste es el camino real de la Eucaristía, el más corto, el más agradable y el más noble de todos.
¡Ah! Nuestro amor no es grande, ni porque Dios nos lleve en brazos, ni porque nos favorezca con sus dulzuras, ni porque nos conceda sus favores ; sino cuando nuestra alma, como Job, le bendice en la adversidad; o como el Salvador en el huerto de los olivos bebe el cáliz que se le ofrece, y sufre con más amor todavía los abandonos de su mismo Padre celestial: entonces el amor muestra su generosidad y gana su mejor triunfo. Sean fieles a esta gracia de inmolación que nuestro Señor les renueva cada día: sean cordero con el cordero de Dios, déjense inmolar, como se dejó el esposo divino de su corazón, el cordero de Dios tan manso y tan humilde.
Sufrir y morir por Dios
Cuando se quiere labrar una piedra para adornar bellamente un palacio, no se escoge una piedra mala, totalmente calcinada: sería una cosa inútil, porque se quebraría a los primeros golpes del obrero.
Cuando se quiere escoger un amigo, se le prueba antes de abrirle el corazón. No se extrañen de que Dios siga la misma conducta con nosotros.
¿Cómo cargar la cruz entonces?.
Siéntanse dichosos de poder ofrecer algo a Dios; no a todos es dado seguir tan de cerca a nuestro Señor. Recuerden la hermosa respuesta de san Juan de la Cruz cuando nuestro Señor, en recompensa del amor que le tenía, le preguntó:
“¿Qué gracia quieres que te conceda? –Señor– respondió esta alma grande–, la gracia de padecer y ser despreciado por tu amor”.
¡Oh, sí! Amar a Dios es sufrir por Él; amarle mucho es querer padecer mucho; amarle con perfección es morir por Él. Dichosa muerte, que nos abre de par en par las puertas de la eternidad bienaventurada.
Bien lo saben; lo dijo san Pablo: “Es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios”
(Hech 14, 22).
El camino del cielo es para quienes llevan de buena gana la cruz de Jesús.
Lleven de buen grado la suya. El camino es corto y la recompensa eterna; la crucifixión dura algunas horas, la gloria que le sigue es eterna.
¡Dios lo quiere! Que este lema divino los sostenga, los haga fuertes y los consuele.
Habla al Mundo es un proyecto de formación y difusión de la Divina Misericordia.
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Jesús en vos confío