La Sagrada Eucaristía fue el centro de su vida
y el eje de su apostolado
Vivió de la Eucaristía desde niño, cuando ingresó al grupo de monaguillos de la Basílica de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos. Muy alegre y piadoso, en el patio de su casa construyó una ermita a Santa María de Guadalupe, invitando a sus amigos a acompañarlo a decir la Misa.
En octubre de 1902 se matriculó en el Seminario Auxiliar establecido en esa población, donde cursó los estudios eclesiásticos hasta que fue ordenado sacerdote, en el año de 1916, siendo destinado como vicario de su parroquia de origen, primer y único destino.
Durante once años ejerció su ministerio sacerdotal en esa parroquia… Con entera sumisión al párroco, buena voluntad y laudable desinterés. Fue un sacerdote ejemplar, humilde y lleno de caridad, con grandísimo celo, especialmente con los niños. Jamás se le vio contrariado o de mal humor, y gustaba relacionarse con los pobres.
Fundamentó su espiritualidad en la Eucaristía; su párroco recuerda haberlo visto orando devotamente ante el Santísimo Sacramento. Fundó en su parroquia una Hora Santa de desagravio, que él mismo presidía, aun durante la persecución religiosa.
Para promover entre los niños el amor y la devoción a Jesús Sacramentado, organizó la Asociación: Cruzada Eucarística, y fue socio de la adoración perpetua del Santísimo Sacramento.
No los abandonó…
Los vecinos de San Juan de Los Lagos recibieron con estupor la noticia de que el culto público se suspendería en todas las iglesias de México a partir del 1 de agosto de 1926. Ante el riesgo de perder la vida, el párroco y los sacerdotes domiciliados en San Juan de los Lagos, se diseminaron por distintos lugares, salvo el Padre Esqueda, que también oculto, no quiso abandonar la población, haciéndose responsable de la cura de almas de quienes necesitaban su auxilio. En circunstancias tan delicadas, el Padre Esqueda llevaba consigo, invariablemente, al Santísimo Sacramento: “Es mi único Tesoro”, decía.
En noviembre de 1927, alojado en el hogar de la familia Macías, se ocultaba en el piso del aposento que le destinaron sus huéspedes, en una cavidad suficiente para ocultar a una persona adulta, los ornamentos, vasos sagrados y el archivo parroquial.
El espíritu Santo lo fortalecía con
uno de sus frutos: la alegría
La noche del 17 de noviembre invitó a sus huéspedes a orar y dirigió una meditación: Cómo prepararse a la muerte. Por la mañana siguiente celebró la Misa con mucho fervor; concluido el desayuno entonó a media voz unos cánticos al Sagrado Corazón de Jesús; su semblante irradiaba alegría. Avanzada la mañana, una de las hermanas del P. Esqueda, llegó al refugio para advertir que en esos momentos un grupo de soldados sitiaba la finca. El sacerdote fue descubierto y entregó su vida por amor a la Eucaristía.
(Agencias)
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Jesús en vos confío