Un poco sobre su vida
San Alberto, llamado “Magno”, obispo y doctor de la Iglesia, que ingresó en la Orden de Predicadores en París, enseñó de palabra y en sus escritos las disciplinas filosóficas y divinas, y fue maestro de santo Tomás de Aquino, uniendo maravillosamente la sabiduría de los santos con la ciencias humanas y naturales. Después se vio obligado a aceptar la sede episcopal de Ratisbona, desde la cual se esforzó asiduamente en fortalecer la paz entre los pueblos, aunque al cabo de un año prefirió la pobreza de la Orden a toda clase de honores, y murió santamente en Colonia, en la Lotaringia Germánica, en 1280. Fue canonizado en 1931 y declarado patrono de los científicos. Mereció el título de “Doctor Universal”.
San Alberto es un científico, pero ante todo es un teólogo, observante y mortificado, hombre de oración ininterrumpida. Pasa muchas noches en la oración, amante de la Eucaristía: “Celebraba los Misterios Divinos con la más grande pureza y el más ardiente amor”.
Algunas reflexiones del santo
- Nada es más útil, nada es más dulce, nada más saludable, nada más amable, nada más parecido a la vida eterna que la santa eucaristía.
- Nada podemos hacer más dulce… ¿Qué podría ser más delicioso que el sacramento que contiene todas las delicias divinas?
- El sacramento que crea el amor y la unión. Y señal del máximo amor de Jesucristo que se dio a sí mismo como alimento para nuestra salvación.
- Los méritos infinitos de la Santa Misa: El que celebra o asiste a la Santa Misa y reflexiona sobre su valor infinito, y hace formal intención de dar con ella toda la gloria posible a Dios, merece más que si ayunara a pan y agua todo un año y que si se azotara hasta derramar toda la sangre de sus venas, o rezara trescientas veces el Salterio entero.
- La Eucaristía produce impulsos de un amor que es angélico, y tiene el poder único de poner en las almas un santo sentimiento de ternura hacia la Reina de los Ángeles. Ella nos ha dado a quien es Carne de su carne y Hueso de sus huesos, y en la Eucaristía ella continúa dándonos este banquete dulce, virginal, celestial.
- Glorifiquemos infinitamente a Dios: Si uno, cuando asiste o celebra la Santa Misa, reflexiona sobre su valor infinito y, en consecuencia, tiene formal intención de glorificar con ella lo más posible a Dios, mediante el ofrecimiento del Sacrificio de Jesucristo, que es de mayor mérito que el de todos los mártires juntos, merece más que si ayunara a pan y agua todo un año y que si se azotara hasta derramar toda la sangre de sus venas y rezara trescientas veces el Salterio.
Habla al Mundo es un proyecto de formación y difusión de la Divina Misericordia.
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Jesús en vos confío