El canto de santa Cecilia
Al comulgar, recordemos el ejemplo de santa Cecilia, que cantaba a Dios en su corazón y preparemos nuestro corazón con cánticos de amor, de adoración …
Según consta en las actas del martirio de santa Cecilia (s. III), el día de su martirio, le cantaba a Dios en su corazón, y esto le valió el ser considerada patrona de los músicos. Pero no necesitamos ser músicos para que santa Cecilia sea nuestra celestial patrona e intercesora ante Dios, puesto que, aun sin saber ejecutar ningún instrumento, y aún sin ser ni siquiera diestros en el arte de la música, podemos imitar a la santa, cantando a Dios con el corazón.
Hemos sido creados por Dios, para Dios y es esto lo que explica que, como dice san Agustín, nuestro corazón “no está tranquilo hasta que no reposa en Dios”.
El canto de santa Cecilia refleja precisamente este hecho, porque no se trata de un mero canto, interpretado como un pasatiempo: el canto de santa Cecilia, en su corazón, a Dios, surge de la alegría que experimenta el alma al haber encontrado a Aquel que es la causa de su gozo, Dios Uno y Trino.
Santa Cecilia le canta a Dios y en su canto expresa el gozo, la alegría, el amor y la paz que experimenta el alma al haber encontrado a Dios, aunque en realidad es Dios quien se ha dejado encontrar por la santa.
Santa Cecilia le canta a Dios en el tiempo, como anticipo del canto que habría de entonar por la eternidad en los cielos, y en esto es un ejemplo para nosotros: la santa nos dice que no tenemos que esperar a morir para cantarle a Dios, sino que debemos hacerlo ya, desde ahora, en todo lo que nos resta de nuestra vida terrena, para continuar luego cantando de gozo y alegría, en éxtasis de amor continuo, por los siglos sin fin. Y una oportunidad que tenemos para expresar con el canto este gozo celestial, es el momento de la comunión eucarística, porque ahí poseemos en anticipo a Aquel a quien contemplaremos en la eternidad, el Cordero de Dios, Cristo Jesús, la causa de nuestro gozo y de nuestra alegría. Al comulgar, entonces, recordemos el ejemplo de santa Cecilia, que cantaba a Dios en su corazón, y preparemos nuestro corazón con cánticos de amor, de adoración y de alabanzas, para el ingreso majestuoso de nuestro Dios, que viene a nosotros bajo apariencia de pan, y recibamos a la Eucaristía con el canto gozoso y en silencio. (Fuente: deangelesysantos.blogspot.com.ar. )
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Jesús en vos confío