San Eloy nació en el año 588 en Limoges (Francia). Aprendió bien el arte de la orfebrería se fue a París y se hizo amigo del tesorero del rey. Clotario II le encomendó a Eloy que le fabricara un trono adornado con oro y piedras preciosas, el joven artista hizo dos hermosos tronos. El rey quedó admirado de la honradez, de la inteligencia, la habilidad y las otras cualidades de Eloy y lo nombró jefe de la casa de moneda. Un día Clotario le pidió a nuestro santo que jurara fidelidad al rey. Él se negaba porque había leído que Cristo recomendaba: «No juren por nada». Y además tenía miedo de que de pronto al monarca se le antojara mandarle cosas que fueran contra su conciencia. El rey se dio cuenta de que un hombre que tenía una conciencia tan delicada no necesitaba hacer juramentos para portarse bien.
El santo se alejaba del gentío para rezar y meditar. Y entonces el nuevo rey Dagoberto le regaló un terreno en Limousin, donde fundó un monasterio de hombres. Luego el rey le regaló un terreno en París y allá fundó un monasterio para mujeres.
Por sus grandes virtudes fue elegido obispo de Rouen, y se esforzó por que las gentes de su región se convirtieran al cristianismo. Se conservan 15 sermones suyos, y en ellos ataca fuertemente a la superstición, a la creencia en maleficios y en la adivinación y recomienda fuertemente dedicar bastante tiempo a la oración, asistir a la santa misa y comulgar; hacer cada día la señal de la cruz, rezar frecuentemente el Credo y el Padrenuestro y tener mucha devoción a los santos. Insistía muchísimo en la santificación de las fiestas, en asistir a misa cada domingo y en descansar siempre en el día del Señor. Prohibía trabajar más de dos horas los domingos. El 1 de diciembre del año 660 murió santamente.
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