Evangelio
Al atardecer de aquel día, Jesús dijo a sus discípulos: “Crucemos a la otra orilla”. Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: “¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?”. Despertándose, El increpó al viento y dijo al mar: “¡Silencio! ¡Cállate!” El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: “¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?”
San Marcos 4, 35-41
Video con reflexión del evangelio Pbro. Germán Saksonoff co. Click en la imagen para ver el vídeo
Reflexión del evangelio Pbro. lic. Mauro Carlorosi, co.
Jesús les dice a los discípulos: “Crucemos a la otra orilla”.
Es la invitación a todos nosotros a cruzar los límites de lo visible, a creer en lo sobrenatural y en el misterio del Reino de los Cielos que El nos hace accesible. Accesible sólo a aquellos que, como los discípulos, “dejando a la multitud”, es decir, los afanes de una vida meramente natural, “se la juegan por El, y le permiten a Jesús llevarlos a la “otra orilla”, Su orilla.
Propósito del día
Honraré a la Santísima Virgen María meditando las frases
de hoy y rezándole por lo menos siete Avemarías.
Santos del día: san Enrique Morse, mártir
Hijo de padres protestantes ingleses, nació en Norfolk, en 1595, e ingresó en la Compañía de Jesús. Tras ser acusado de ser sacerdote católico y convertir a 500 súbditos protestantes al catolicismo, fue condenado a la horca. Murió en Londres en 1645.
Liturgia del día
Feria. Verde.
Lecturas: Heb 11, 1-2.8-19 / Sal Lc 1, 69-75
Reflexión para las tres de la tarde
Llevan a Jesús preso como un esclavo y lo presentan ante Poncio Pilato. El pobre esta todo sucio con las inmundicias que el pueblo le arrojó de camino. Pilato lo mira con una mezcla de intriga y asco y da indicaciones para que lo acerquen a su presencia.
Amemos a la Inmaculada
Del beato Tomás de Kempis
¡Oh Virgen de las vírgenes,
toda suavidad y hermosura,
brillante como estrella, encar-
nada como rosa, resplande-
ciente como perla, luminosa
como el sol y la luna en el cie-
lo y en la tierra!
El amor a Santa María apa-
ga todos los ardores de la con-
cupiscencia carnal y fomenta
la castidad.
El amor a Santa María ayuda
a menospreciar al mundo y ser-
vir a Cristo en la humildad.
El amor a Santa María pre-
serva de toda mala compañía y
prepara para la pureza de la vi-
da religiosa.
Ama, pues, a Santa María, y
percibirás gracia espiritual.
Invoca a María, y alcanzarás
victoria.
Honra a María, y obtendrás
perpetua misericordia.
Feliz el devoto aquel que,
despreciando todos los solaces
del mundo, escogió a nuestra
Señora Santa María que como
Madre lo consolará y como
guardiana lo protegerá durante
toda su vida.
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Jesús, en Vos confío