Por los frutos de su vida podemos reconocer su vida
de oración y amor eucarístico y mariano
San Clemente era incansable en la búsqueda de las almas apartadas de la vida de la gracia, especialmente los más abandonados y los que se encontraban en el lecho de muerte. No esperaba a que los ambientes políticos se pacificaran para predicar el Evangelio. En cambio, convertía un tiempo difícil y hostil en un terreno fértil para predicar el Evangelio.
Una herramienta utilizada por el Santo fue su cercanía al Santísimo Sacramento y a la celebración de la Eucaristía. Por ejemplo, durante su estancia en Varsovia, introdujo lo que él llamó las misiones perpetuas. Las misiones perpetuas eran centros eucarísticos donde se predicaban cinco sermones cada día, acompañados de tres misas principales. Las tardes, durante algunos días, eran dedicadas al Viacrucis y la visita al Santísimo Sacramento y a María Santísima.
Estas misiones cambiaron la ciudad de Varsovia. La iglesia de San Benón se convirtió en un oasis espiritual, y en una fuente de esperanza para los “sin esperanza,” los pobres, los abandonados y los perseguidos. La inestabilidad política llevaba a mucha gente a las puertas de la Iglesia Redentorista para participar de “la fracción del pan y el compartir del Cáliz de la Sangre de Cristo:” Algunos llegaban a acompañar al santo redentorista en la adoración de Cristo en el Santísimo Sacramento, mientras que otros lo hacían en búsqueda de la confesión y la dirección espiritual. San Clemente estableció la Iglesia de San Benón como un testigo fiel y amado de la Iglesia de Cristo. Durante los días de semana la Iglesia estaba siempre llena, pero en los fines de semana se abarrotaba.
Se dice que un día una monja entró donde Clemente trabajaba como pastor de almas y lo encontró arrodillado ante el altar. Sin que el devoto amante de Cristo en la Eucaristía se percatara, la monja miraba las lágrimas en sus mejillas mientras que suplicaba por la conversión de algún pecador descarriado: “Señor, salva esta alma; ¡si no lo haces tendré qué recurrir a tu Madre!” Para Clemente, el hijo Jesucristo y su madre María, no eran figuras devocionales superfluas, sino las personas fundamentales en el ámbito de la fe. De ahí que ese amor apasionado por el Hijo y por la Madre constituían ya para él momentos de redención y de salvación en sí mismos: Iré al encuentro con tu madre, la misma Madre a quien hoy nos dirigimos como Perpetuo Socorro.
Frente a la Eucaristía Clemente oraba de esta manera:
Oh Divino Mediador, mira el amor de aquellas almas que elevan sus corazones a Ti e imploran sin cesar por el sostenimiento de aquel don precioso: una fe auténtica.
Consérvanos en tu santa fe, porque si somos ricos de este don precioso, podremos soportar complacidos cualquier pena, y nada podrá quitarnos la felicidad. Sin este tesoro de la fe viviríamos en eterna e indecible desdicha.
(Fuente: Agencias)
Breve biografía
Nació en Tasswitz, Rep. Checa, en 1784, peregrinó a Roma, y luego ingresó en los redentoristas fundando casas en Alemania, Suiza y Rumania. Vivió con su comunidad de Varsovia hasta que fueron expulsados y fue a Viena donde
fue capellán y director de un convento ursulino, hasta su muerte en 1820.
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Jesús, en Vos confío