Una manera de salvar almas
- D. 810 – Al día siguiente, pasado ya el mediodía, cuando entré en la sala vi a una persona agonizante y supe que la agonía había empezado en la noche.
Después de haberlo verificado supe que había sido cuando se me pidió rezar. De repente oí en el alma la voz: “Reza la coronilla que te he enseñado”. Corrí a buscar el rosario y me arrodillé junto a la agonizante y con todo el ardor de mi espíritu me puse a rezar esta coronilla. De súbito la agonizante abrió los ojos y me miró, y no alcancé a rezar toda la coronilla porque ella murió con una misteriosa serenidad. Pedí ardientemente al Señor que cumpliera la promesa que me había dado por rezar la coronilla. El Señor me hizo saber que aquella alma recibió la gracia que el Señor me había prometido…
1565 – Cuando entré por un momento en la capilla, el Señor me dijo: “Hija mía, ayúdame a salvar a un pecador agonizante; reza por él esta coronilla que te he enseñado”. Al empezar a rezar la coronilla, vi a aquel moribundo entre terribles tormentos y luchas. El Angel Custodio lo defendía, pero era como impotente ante la
gran miseria de aquella alma; una multitud de demonios estaba esperando aquella alma. Mientras rezaba la coronilla vi a Jesús tal y como está pintado en la imagen. Los rayos que salieron del Corazón de Jesús envolvieron al enfermo y las fuerzas de las tinieblas huyeron en pánico. El enfermo expiró sereno. Cuando volví en mí, comprendí la importancia que tiene esta coronilla rezada junto a los agonizantes, ella aplaca la Ira de Dios.
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Jesús en vos confío