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Evangelio de hoy y la Divina Misericordia: 23 de abril de 2025

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Evangelio 

Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. El les dijo: “¿Qué comentaban por el camino?” Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!” “¿Qué cosa?”, les preguntó.
Ellos respondieron: “Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera El quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que El está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a El no lo vieron”.
Jesús les dijo: “¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesíassoportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?” Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a El.
Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: “Quédate con nosotros, porque ya es
tarde y el día se acaba”. El entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero El había desaparecido de su vista.
Y se decían: “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: “Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!”.
Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
San Lucas 24, 13-35

Video con reflexión del evangelio Pbro. Germán Saksonoff co. 

Click en la imagen para ver el video

Reflexión del evangelio Pbro. Germán Saksonoff co. 

Dos ardores “religiosos” muy opuestos: ardían de la esperanza (pasión natural) de que Jesús librara a Israel, por la cual puede “arder” hasta un ateo. Y, verdadero ardor sobrenatural, ardieron luego por la acción sobrenatural del Espíritu Santo al escuchar la verdad de la Divinidad de Jesucristo, sin promesas naturales sino, más bien, que debía padecer, etc. Este ardor es el que llevó a los Apóstoles y los mártires a dar la vida por Cristo. No confundamos el ardor de la carne con este último, santo. Supliquemos arder con este fuego puro, santo.

Propósito del día 

Procuraré confesarme lo antes posible para recibir las gracias de la
Fiesta de la Divina Misericordia.

Santos del día: beata Elena Valentini, viuda 

Originaria de Venecia, luego de enviudar y para poder servir únicamente a Dios, se hizo terciaria de los ermitaños de San Agustín. Se distinguía por la oración, la lectura del Evangelio y las obras de misericordia. Murió en 1458.

Liturgia del día

Miércoles de la Octava de Pascua. Blanco.
Lecturas: Hch 3, 1-10 / Sal 104, 1-4.6-9

Reflexión para las tres de la tarde

Cuando se hizo de día, Jesús que estaba en el calabozo, cansado y sin fuerzas por la falta de sueño, levantó su rostro y con una fervorosa oración dio gracias a Dios Padre por el día que comenzaba.

Celebremos nuestra victoria
Himno Pascual

Que se alegre el Cielo, en las alturas,
que la tierra y el mar aplaudan de júbilo:
tras la Cruz, Cristo ha resucitado,
para devolver la Vida a los mortales.

Cuando ya se divisa el Día de nuestra salvación
y llega para nosotros este tiempo de gracia,
el mundo, hasta entonces envuelto en tinieblas,
comienza a resplandecer con la Sangre del Cordero.

Celebremos, pues, con entusiasmo,
henchidos de sumo gozo,
esa cándida Pascua
de la que manan tan grandes bienes,

Sé Tú, Jesús, para nuestras almas,
el gozo perenne de la Pascua,
y dígnate hacernos partícipe de tu triunfo,
a quienes hemos renacido a la gracia.

Para Ti, Señor, toda la gloria, que, vencida la muerte,
reluces deslumbrante, con el Padre y el Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén.

Habla al Mundo es un servicio de difusión de la Divina Misericordia que brinda espiritualidad, formación y capacita Apóstoles de la Divina Misericordia.

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Jesús, en Vos confío

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