Continuamos con las reflexiones de San Pedro Julián Eymard
Si nuestro Señor los deja fríos, áridos, sin consuelos, díganse: En verdad, bien merecido lo tengo; quizá los consuelos no me acarrearían ningún bien, y me creería más interior, más virtuoso de lo que soy. Quiere el divino maestro probar mi fe y mi generosidad, y experimentar si le amaría y trabajaría por puro amor, sin interés propio. Mas si yo le amo fielmente, cuán contento se sentirá su corazón al haber hallado un alma que vela con Él en el huerto de los olivos, en el huerto del puro amor. Lo que les apena sobre todo son las meditaciones en que los acompañan la aridez y el sueño; es la frialdad que sienten en las comuniones. Sigan practicándolas, a pesar de todo. Llegará un hermoso día en que nuestro Señor, contento de la paciencia en esperar, convertirá esas nubes en beneficiosa lluvia.
En la meditación
Cuando se encuentren en ese estado de impotencia, en lugar de querer reflexionar y considerar verdades, ejercítense en actos de fe, de confianza, de humildad y de amor, como si se sintieran del todo felices. Cuanto más fríos y áridos sean sus actos, tanto más perfectos serán, porque, al menos, no estarán viciados por el amor propio. En estos estados de sequedad espiritual harían bien en escoger un capítulo de la Imitación de Cristo en consonancia con su disposición de momento y en leerlo con pausa, para que se empape dulcemente el alma; ensayen esto en sus meditaciones.
En la comunión
En cuanto a la sagrada Comunión, continúen recibiéndola, aun cuando no experimenten ternura; nunca fuercen su espíritu ni violenten su corazón: todo esto no serviría más que para turbar y para cansar el alma y apartarla de ese estado de paz y recogimiento que vale más que todo.
Servir a Dios, sólo para Dios
Sigan sirviendo a Dios, sólo a Dios, con la fidelidad del amor generoso. Si no gozan de consuelos, poseen algo más precioso: la fuerza y la paz de la confianza en Dios. Guarden estos dos bienes con el mayor cuidado, porque están muy por encima de las olas del mar y de los nubarrones de este mundo.
El servicio de Dios debe prevalecer sobre todos nuestros gustos: la fidelidad en cumplir su voluntad santísima debe ser la primera de nuestras virtudes y el primer acto de nuestro amor divino. No olviden nunca que el amor del huerto de Getsemaní y el del calvario es mucho más hermoso que la gloria del Tabor; que ser fiel a Jesús triste, solitario, abandonado es propio de las almas perfectas, de la santísima Virgen, de san Juan y de santa María Magdalena.
No se extrañen de sus sequedades y arideces espirituales: son el desierto de la tierra prometida, la hornaza de la purificación, el medio de la separación del mundo, el combate y el grito del alma que dice: “Jesús mío, Tú sólo eres bueno, Tú eres el bien de mi alma y la vida de mi vida”.
Gusta Dios de sumergir al alma en un misterioso abismo para que se purifique de sí misma y se una con más pureza a Él.
Cierto que bajo tal prueba agoniza el alma, pero es para revestirse de una nueva vida. Dios la hastía y la desprende de sí misma para unirse a ella con mayor pureza. Le hace el vacío de todo lo que no sea Él. La naturaleza, decían antaño, tiene horror al vacío; más Dios ama este vacío del corazón, y cuando no lo halla en nosotros se lo procura.
Prevengan también la tristeza y la turbación interiores que acompañan y siguen a esta purificación del alma, ya que, si no, se expondrán a las más penosas y perniciosas tentaciones. Para que obre Dios son necesarias algunas tentaciones; pero ustedes no deben procurarlas, ni fomentarlas, ni formar de ellas su estado de vida.
Habla al Mundo es un proyecto de formación y difusión de la Divina Misericordia.
Para ser parte de esta obra Evangelizadora, podés sumarte a nuestros grupos de WhatsApp o contáctanos: www.linktr.ee/hablaalmundo
Jesús en vos confío
