Evangelio
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!” El les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”. Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!” Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Tomas respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!” San Juan 20, 24-29
Video con reflexión del evangelio Pbro. Germán Saksonoff co.
Reflexión del evangelio Pbro. lic. Mauro Carlorosi, co.
“Si no veo la marca de los clavos, no creeré” dijo Tomás. Y Jesús le mostró los estigmas, sus heridas de la Cruz en su cuerpo resucitado. En estos tiempos el Señor quiso también mostrarnos sus marcas de los clavos en la Cruz, y lo hizo en el cuerpo del santo Padre Pío. Pero tampoco todos creyeron. La frase de Tomás terminó siendo mentirosa, porque la humanidad conoció que Jesús hizo visibles sus llagas en aquel fraile y tampoco quiso
creer. ¿Qué haremos nosotros?
Propósito del día
Usaré de mi dinero lo justo y lo necesario, me privaré de algo
y daré limosna en Misa.
Santos del día: San Raimundo Gayrard
Fue un destacado maestro de escuela en Toulouse, Francia. A mediados del siglo XI, tras enviudar, se dedicó al socorro de los pobres y los más necesitados, y fundó un hospital y al tiempo fue admitido entre los canónigos de la basílica de San Saturnino. NR: Fundó una residencia gratuita para 13 clérigos pobres, enmemoria del Señor y los apóstoles.
Liturgia del día
Santo Tomás, apóstol. Rojo. Fiesta.
Lecturas: Ef 2, 19-22/ S.R. 116, 1-2
Reflexión para las tres de la tarde
Jesús miraba a Pilato con sus ojos nublados de Sangre,
con su corona de espinas ensangrentadas; Pilato miraba
a Jesús y luego miraba al pueblo, pero pesó más en él
lo políticamente correcto y el corazón de Cristo se llenó de tormento.
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Jesús, en Vos confío