Fruto de la confianza en El
La profunda devoción eucarística de Clara fue el resultado
de su absoluta confianza en la fidelidad del amor de Cristo
hacia ella y sus hermanas.
Un poco sobre su vida
Nacida en una noble familia de Asís en 1193, bajo la dirección espiritual de san Francisco y junto a otras jóvenes fundó la Congregación de las Franciscanas, (Clarisas). Protagonizó numerosos hechos milagrosos, uno fue el que, con sus oraciones y una Custodia con la hostia consagrada, alejó a los sarracenos que asediaban la ciudad de Asís. Murió en 1253.
La fe y el amor de Clara a Jesús-Eucaristía era inmenso. Su vida, según testimonios, fue la lección incomparable de su conciencia de la centralidad de la eucaristía, de su fe luminosa y de su amor apasionado por el sacramento del altar; hay un hecho milagroso que lo resume y que cuenta cómo esta santa enfrentó a los soldados musulmanes cuando estos intentaban conquistar Asís, Italia, en el año 1240.
Ella, orando a la Eucaristía, logró replegarlos a sus territorios.
La historia dice así:
“Por orden imperial, los regimientos de soldados sarracenos [musulmanes] y arqueros estaban estacionados allí [en el convento de San Damián, en Asís, Italia], agrupados como abejas, listos para devastar los campamentos y apoderarse de las ciudades.
Una vez, durante un ataque enemigo contra Asís, ciudad amada del Señor, y mientras el ejército se acercaba a las puertas, los feroces sarracenos invadieron San Damián, y entraron en los confines del monasterio e incluso en el mismo claustro de las vírgenes.
Las mujeres se desmayaron aterrorizadas, sus voces temblaban de miedo mientras lloraban a su Madre, santa Clara.
Santa Clara, con un corazón intrépido, les ordenó que la condujeran, enferma como estaba, al enemigo, precedida por un estuche de plata y marfil en el que el Cuerpo del Santo de los santos (la Eucaristía) se guardaba con gran devoción.
Y postrada ante el Señor, le habló entre lágrimas a su Cristo:
-‘Mira, mi Señor, ¿es posible que quieras entregar en manos de paganos a tus indefensas siervas, a quienes he enseñado por amor a ti? Te ruego, Señor, protege a estas Tus siervas a las que ahora no puedo salvar por mí misma’.
De repente, una voz como la de un niño resonó en sus oídos desde el tabernáculo:
-‘¡Siempre te protegeré!’
-‘Mi Señor’, agregó, ‘si es Tu deseo, protege también esta ciudad que es sostenida por Tu amor’.
Cristo respondió: -‘Tendrá que someterse a pruebas, pero será defendida por Mi protección’.
Entonces la Virgen, alzando una cara bañada en lágrimas, consoló a las hermanas:
‘Les aseguro, hijas, que no sufrirán maldad; solo tengan fe en Cristo’.
Al ver el coraje de las hermanas, los sarracenos tomaron el vuelo y huyeron hacia las paredes que habían escalado, desconcertados por la fuerza de la que rezaba.
Y santa Clara, inmediatamente, advirtió a aquellos que escucharon la voz de la que hablé arriba, diciéndoles severamente: “Tengan cuidado de no contarle a nadie acerca de esa voz mientras todavía estoy viva, queridas hijas”.
El cuidado delicado de santa Clara por todo lo que toca el Cuerpo y la Sangre del Señor es un elemento típico en la espiritualidad eucarística femenina. Ella ofrece su tiempo durante la enfermedad para tejer corporales y manteles para el altar y enviarlos con los hermanos a las iglesias pobres en los poblados alrededor de Asís.
Esta actitud conmovedora de Clara es una prueba de su sentido de participación activa en el ministerio evangélico de los Frailes Menores. (Agencias)
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Jesús en vos confío