Evangelio
Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. Entonces un leproso fue a postrarse ante El y le dijo: “Señor, si quieres, puedes purificarme”. Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo quiero, quedas purificado”.
Y al instante quedó purificado de su lepra.
Jesús le dijo: “No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio”.
San Mateo 8, 1-4
Video con reflexión del evangelio Pbro. Germán Saksonoff co.
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Reflexión del evangelio Pbro. Germán Saksonoff co.
Hay mayor gozo en dejar actuar al Señor que en ser curados. El Señor obra permitiendo que la enfermedad continúe o curándola. En todo caso, sólo obra para nuestro mayor bien. Este enfermo había comprendido que Su Voluntad es lo más deseable en esta vida y en toda la eternidad, por eso puede ser curado su cuerpo, porque su alma ya había sido curada por la fe, curada de la enfermedad del apego a la salud, a esta vida, al bienestar. ¡Señor, cúranos de esta terrible desgracia!
Propósito del día
Dedicaré por lo menos diez minutos a contemplar la Pasión de
Cristo (mejor si puedo a las 15 hs.), y ofreceré algo en reparación.
Santos del día: san Ireneo, obispo y mártir
Educado en Esmirna, fue discípulo del obispo de Esmirna, discípulo de San Juan apóstol, san Policarpo. Siendo sacerdote fue a Lyon, Francia, luego fue su obispo. Luchó contra la herejía de los gnósticos y escribió cinco libros. Murió en las persecuciones del 202.
NR: Fogoso apologista, fue un gran teólogo y es el padre de la teología católica.
Liturgia del día
San Ireneo, obispo y mártir. Rojo. Memoria obligatoria. Lecturas: 2 Re 25, 1-12 / Sal 136, 1-6
Reflexión para las tres de la tarde
Jesús estaba extenuado, los soldados no querían que muriese antes de ser crucificado, entonces obligaron a un hombre llamado Simón, que ayudara a Jesús, al principio no quiso, pero al ver a Jesús y con el amor que éste le miraba, se conmovió.
Vi la Llaga del costado…
De Lope de Vega
Con ánimo de hablarle en confianza
de su piedad entré en el templo un día,
donde Cristo en la Cruz resplandecía
con el perdón que quien le mira alcanza.
Y aunque la fe, el amor y la esperanza
a la lengua pusieron osadía,
acordéme que fue por culpa mía,
y quisiera de mí tomar venganza.
Ya me volvía sin decirle nada,
y como vi la Llaga del costado,
paróse el alma en lágrimas bañada:
Hablé, lloré y entré por aquel lado,
porque no tiene Dios puerta cerrada
al corazón contrito y humillado.
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Jesús, en Vos confío