Exigencias y excelencia de la virtud que atrae la
complacencia del mismo Dios.
1306 – Oh humildad, flor hermosa, veo que son pocas las almas que te poseen. ¿Será porque eres tan bella y a la vez tan difícil de conquistar? Oh sí, una y otra cosa. Dios mismo se complace en ella. Sobre un alma humilde están entreabiertas las compuertas celestiales y un mar de gracias fluye sobre ella.
Oh, qué bella es un alma humilde; de su corazón, como de un incensario, se eleva toda clase de perfumes particularmente agradables que atraviesan las nubes y alcanzan a Dios mismo y llenan de gozo su Santísimo Corazón. A tal alma Dios no niega nada; tal alma es omnipotente, ella influye en el destino del mundo entero; a tal alma Dios la eleva hasta su trono y cuanto más ella se humilla tanto más Dios se inclina hacia ella, la persigue con sus gracias y la acompaña en cada momento con su Omnipotencia.
Tal alma está unida a Dios de modo más profundo. Oh humildad, arráigate profundamente en todo mi ser. Oh Virgen Purísima, pero también humildísima, ayúdame a conquistar una profunda humildad. Ahora comprendo por qué hay tan pocos santos, porque son pocas las almas profundamente humildes.
1502 – Nunca soy servil ante nadie. No soporto adulaciones y la humildad es solamente la verdad, en una verdadera humildad no hay servilismo; aunque me considero la más pequeña de todo el convento, por otra parte estoy contenta con la dignidad de ser esposa de Jesús… No importa que a veces oiga decir que soy soberbia, ya que sé bien que el juicio humano no logra descubrir los motivos de las acciones.
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Jesús, en Vos confío