InicioQué es la Divina MisericordiaSan Juan Pablo II: Vida y su importancia para la Devoción

San Juan Pablo II: Vida y su importancia para la Devoción

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Karol Józef Wojtyla, nació en Wadowice (Polonia) el 18/05/1920 y fue el menor de los tres hijos de Karol Wojtyla y Emilia Kaczorowska, que falleció en 1929.

A los 9 años recibió la 1ra. Comunión y a los 18 el sacramento de la Confirmación. Terminados los estudios en la escuela superior de Wadowice, en 1938 se inscribió en la Universidad Jagellónica de Cracovia.

Cuando las fuerzas de ocupación nazis cerraron la Universidad en 1939, el joven Karol trabajó (1940-1944) en una cantera y luego en la fábrica química Solvay para poder subsistir y evitar la deportación a Alemania.

A partir de 1942, sintiéndose llamado al sacerdocio, asistió a los cursos de formación del seminario mayor clandestino de Cracovia. Al mismo tiempo, fue uno de los promotores del «Teatro Rapsódico», también clandestino.

Después de la guerra, continuo sus estudios en el seminario mayor de Cracovia, y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal, en Cracovia, el 01/11/1946. Después fue enviado a Roma, donde obtuvo el doctorado en teología (1948).

El 04/07/1958, el Papa Pío XII lo nombró Obispo Auxiliar de Cracovia, y el 13/01/1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia por el Papa Pablo VI, que lo creó Cardenal el 26/06/1967.

Participó en el Concilio Vaticano II (1962-1965), contribuyendo especialmente en la elaboración de la constitución Gaudium et spes.

Fue elegido Papa el 16/10/1978 y el 22/10 dio inicio a su ministerio como Pastor Universal de la Iglesia.

El 13/05/1981, en la Plaza de San Pedro, sufrió un grave atentado. Salvado por la mano maternal de la Madre de Dios, tras una larga convalecencia, perdonó a su agresor y, consciente de haber recibido una nueva vida, intensificó sus compromisos pastorales con heroica generosidad.

Murió en Roma, en el Palacio Apostólico Vaticano, el sábado 02/04/2005, a las 21h 37m, la víspera del Domingo in Albis o de la Divina Misericordia, fiesta instituida por él.

En 1938, cuando el joven de 18 años, Karol Wojtyla, llegó a Cracovia para estudiar en la Universidad, Sor Faustina ya tenía 33 años y vivía en un convento de la ciudad. La Santa falleció el 5 de octubre de aquel año.

Aunque nunca se conocieron, la providencia unió sus caminos: Siendo Arzobispo de Cracovia, entre los años 1965-67 ordenó se lleve a cabo el proceso informativo sobre la vida de Sor Faustina y sus virtudes y en 1968 se abrió en Roma el proceso de beatificación, concluido en diciembre de 1992.

El 18 de abril de 1993, en la Plaza de San Pedro de Roma, el Santo Padre Juan Pablo II beatificó a Sor María Faustina. Y la canonizó el 30 de Abril del año 2000 y estableció el segundo domingo de Pascua como el “Domingo de la Misericordia Divina” para toda la Iglesia.

El Santo Padre Juan Pablo II manifestó: (Homilía del Santo Padre JUAN PABLO II – Domingo 30 de abril de 2000): “Jesús dijo a sor Faustina:  «La humanidad no encontrará paz hasta que no se dirija con confianza a la misericordia divina» (Diario, p. 132). A través de la obra de la religiosa polaca, este mensaje se ha vinculado para siempre al siglo XX, último del segundo milenio y puente hacia el tercero. No es un mensaje nuevo, pero se puede considerar un don de iluminación especial, que nos ayuda a revivir más intensamente el evangelio de la Pascua, para ofrecerlo como un rayo de luz a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.  Y tú, Faustina, don de Dios a nuestro tiempo, don de la tierra de Polonia a toda la Iglesia, concédenos percibir la profundidad de la misericordia divina, ayúdanos a experimentarla en nuestra vida y a testimoniarla a nuestros hermanos. Que tu mensaje de luz y esperanza se difunda por todo el mundo, mueva a los pecadores a la conversión, elimine las rivalidades y los odios, y abra a los hombres y las naciones a la práctica de la fraternidad. Hoy, nosotros, fijando, juntamente contigo, nuestra mirada en el rostro de Cristo resucitado, hacemos nuestra tu oración de abandono confiado y decimos con firme esperanza:  «Cristo, Jesús, en ti confío».

Además, y de modo especial, ha sido el Papa Juan Pablo II quien, ha avalado incesantes veces esta espiritualidad. Recordemos:

  1. Dedicó su segunda encíclica a este tema: “Rico en Misericordia”.
  2. Afirmó que, desde el comienzo de su pontificado, este mensaje fue su “tarea particular” asignada por la Providencia de Dios.
  3. Afirmó que fuera de la misericordia de Dios,“no existe otra fuente de esperanza para el hombre, y que “de nada tiene tanta necesidad la humanidad como de la misericordia de Dios”.
  4. Recalcó que actualmente, es uno de los deberes principales de la Iglesia, proclamar el mensaje de la Misericordia manifestado en Jesucristo.
  5. Realizó la consagración de la humanidad entera a la Divina Misericordia en el Santuario de Lagiewniki, dedicado a esta devoción.
  6. En sus discursos y homilías, afirmó el origen divino de las revelaciones: “De aquí ha partido el mensaje de la Divina Misericordia que Cristo mismo quiso transmitir a nuestra generación a través de la beata Faustina”.
  7. Decretó se concediese indulgencia plenaria a los fieles que, el segundo domingo de Pascua, realizasen actos de culto en honor de la Divina Misericordia. El decreto de indulgencias cita expresamente el culto a la imagen de la Divina Misericordia y la jaculatoria que está escrita a los pies de la imagen:“Jesús, confío en ti”. A este decreto le concedió vigor perpetuo, por encima de cualquier disposición contraria a él.

Pareciera como si el mismo Dios hubiera sellado con su Providencia el valor de todo este anuncio infatigable, coronando la vida del Santo Padre con su muerte, en la víspera de la fiesta de la Divina Misericordia. Con razón lo podemos llamar el gran apóstol de la Divina Misericordia.

 

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Jesús, en Vos confío

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